viernes, 14 de noviembre de 2008

SECTAS A LAS QUE PERTENEZCO


A veces, cuando miro a mi alrededor, descubro con tristeza que me voy he quedado solo, lamentablemente solo en algunos de mis más sagrados usos y costumbres. Y debo llegar a la dolorosa pero inevitable conclusión de que estoy inscrito en el grupo reducido de miembros de varias sectas vías de extinción.

Pertenezco, por ejemplo, a la secta de quienes aman la poesía, la leen, la escriben y, lo que es más raro, la dedican a los seres amados en las ocasiones especiales. Cuando me asomé al mundo de la rima, el ritmo y el verso, el mundo creía en el aroma de la flor, en el mensaje de las estrellas y en las cadencias musicales de las palabras. El amor era un poema y el mundo cabía en un verso. Hoy, todo eso ha quedado atrás y, para encontrar a alguien con los mismos gustos hay que acudir, en vez de la sala de bibliotecas a algunas páginas casi clandestinas de internet.

Por obra del destino pertenezco también a la secta de quienes pintan, si, que pintan cuadros y paredes… sin olvidarse de cenefas y otras “cursiladas”. Admiro a casi todos los artistas pintores, al que conozco, al que no conozco, a los que presumen de novedosas exposiciones y a los que exponen en el salón de plenos de cualquier aldea o pueblo sin nombre. Esta secta es un poco más numerosa que la anterior, porque la pintura ha saltado a ser entretenimiento, yo diría terapia, de un buen número de amas de casas, y de mujeres prejubiladas que ven en esta digna ocupación una forma de pasar el rato, hacer amigas y tomar café y tarta con el maestro pintor. Bienvenidas a esta secta donde el color, sin pudor alguno, se perfuma de aguarrás.

Soy de la secta de los que no cambian estar tranquilo en la casa, atizando la chimenea o cuidando el arriate, por ningún otro plan de fin de semana. A la de aquellos que no van a fiesta multitudinarias o discotecas porque el volumen de la música le impide conversar con sus amigos. A la de quienes son capaces de divertirse sin drogarse. A la secta de quienes se enamoran de un paisaje, de una playa o de una estrella.

Pertenezco a la secta de quienes pueden ver en cada anciano a su padre; en cada mujer a su hermana; en cada anciana a su madre. En cada amigo a un reflejo de si mismo, en su pareja la sonrisa más amplia y a las manos más solidarias y espléndidas.

Aclaro que no estoy inscrito en estas únicas sectas. Por fuerza de las circunstancias y el cambio de los tiempos, ahora pertenezco al grupo de quienes creen que algún día tendremos una justicia justa, participar en una elecciones sin acuerdos clientelistas y con cargos públicos en los que se le sirva a la gente sin otra aspiración que la de ganar un sueldo digno. Esta es una secta casi sin prosélitos. Anticipo que yo me quedaré en ella aunque tenga que pagar la condena de ser un militante solitario y aburrido.
Pertenecer a una secta parece que ya no está de moda, sin embargo, tengo la convicción, que todos, dándonos cuenta o no, pertenecemos a mas de una ¿no lo crees?.