miércoles, 31 de diciembre de 2008

VIEJA CARTA A LOS REYES MAGOS.

Cuando somos pequeños no entendemos que al crecer y ser adultos hay cosas que de conservarlas se convierten en pequeños tesoros, en riquezas que nos hacen crecer como personas, por ejempo es dificil encontrar a agún adulto que conserve alguna de las cartas escritas a los Reyes Magos, a no ser que sean hijos de padres previsores, que de un significado especial a esas cartas por intuir que de mayor, sus hijos, puedan disfrutarlas...lo mismo sucede con los primeros dibujos, la primera cartilla de caligrafía...etc.

Esta tarde de tranquilidad, próxima a la festividad de la Epifanía, estamos en el último día del año, he querido recuperar de mi memoria el recuerdo de una de esas cartas y el deseo de compartirla con los lectores de mi blog.

Los que tengais hijos conservad algunas de estas cartas, algún día pueden que sean útiles...nunca se supo el rumbo de la estrella de Belen una vez que los Magos encontraron al Niño Dios....



Queridos Reyes Magos:
Os escribo a los tres, porque no quiero que os disgustéis ninguno.

Me gustaría pediros un carro grande, pintado de verde, con las llantas de hierro reluciente y los radios pintados de verde, igual que el que tiene el nieto de Julián y que no me deja jugar nunca con él porque yo soy el nieto del pajarero.

Bueno, dejad el carro porque lo que de verdad quiero es un libro muy gordo que tiene don Juan
el maestro encima de la mesa, con muchos mapas y muchos santos. Os digo que se llama Enciclopedia Álvarez para que no os equivoquéis. Es que los dos libros que tengo ya me los he aprendido y quiero saber más cosas.
No sé cómo despedirme porque nunca he visto a un rey; aquí el que manda es un Caudillo y a ese yo no le he escrito nunca porque no tengo nada que decirle.

Os daría un abrazo pero lo mismo no es así.
Ya está. Este que lo es y besa su mano.

Fue una noche de pesadillas, el aire se enredó entre los chopos y los algarrobos y no podía desenredarse, así que chillaba con fuerza, como el cochino tendido panza arriba en la mesa de la matanza.

El olor de las migas que llegaba hasta la alcoba me hizo saltar de la cama muy temprano con los pies envueltos en calcetines de lana y los ojos muy abiertos. Sobre la repisa, en el "tinaón" de la chimenea, paquetillos mal liados en papeles de colores: caramelos, garrapiñadas, un pañuelo..., unos guantes..., una caja grande... No, no es tan gordo como el del maestro; posiblemente porque está nuevo. Con los nervios, la caja se me cayó de las manos y las lanchas frias del suelo quedaron salpicadas de trocitos de madera de las más variadas formas y de vivos colores: rojos, azules, amarillos... leí la tapa de la caja: JUEGO DE ARQUITECTURA. Recogí todas la piezas, triángulos, cuadrados, arcos..., las guardé desordenadamente en la caja, que dejó encima de la mesa de la cocina mientras me preguntaba si mi hermana habría tenido más suerte...como era más pequeña...