lunes, 2 de febrero de 2009

EL DOLOR DE UN POEMA



Que difícil es sentir el dolor al tiempo que se escapan mariposas de nuestros bolsillos, y el aire se hace cola de cometas temblonas con lazos de colores en tardes de playa. Sé que colores y dolores caminan juntos, casi amarrados de pies y manos, en el momento que intentamos prepararnos para la ausencia, sí, esas ausencias que siempre se visten de agravios, o de silencios tan largos e inexplicables que más que ausencia de sonidos son aguijones turbios que una vez anclados en la piel del alma son capaces de remover los misterios y hasta el olor de nuestra propia sangre.

Que fácil es sentir el dolor del tiempo cuando de las manos cuelgan la lluvia y la niebla, y hasta una fugaz mirada de ojos cómplices. Hay veces que se me va la vida mirando al mar, oliendo la sal de los recuerdos que vienen y van, que crecen y menguan como las lunas locas que le quitan el sueño a la noche y se empeñan en eclipsar las tormentas de los enamorados; es la magia del tiempo preñada de palabras escritas, palabras tantas veces recubiertas por emociones vagabundas que recorrieron solitarios caminos y, al final sólo son una hilera de hormigas, que bien puestas, se disfrazan de inspirada prosa o de humilde poesía.

Me dejo herir por el dolor cuando se hace suplente del silencio, y el silencio ahoga distancias, y las distancias se convierten en miedos y en sensaciones que el alma desconoce… retumban las lágrimas inseguras, las lágrimas calladas, las lágrimas de agua, porque el equilibrio entre el dolor y las mariposas se torna paseo imposible del equilibrista por el alambre.

Quisiera ser el Dalí del lenguaje, sueño con ello y, aunque yo sé que aquellas mariposas, las que descubrimos en nuestros bolsillos y fueron aire en la cometa, seguirán volando siempre, y aunque no las veo, aunque nunca las vea nadie, ni nadie acaricie sus colores, permanecerán batiendo alas por encima de los dolores y los silencios: esos silencios nacidos de juntar las promesas calladas. Algún día, quizás, cuando se rompan los hechizos, las mariposas de colores se tornarán elefantes blancos de largas y quebradizas patas, en cruces transparentes con Cristos perdidos en el horizonte, en retratos de cisnes que huyen de Gala y sus espejos… tomarán vida y se escaparán de los cuadros para perseguir futuros imperfectos de relatos y poemas… seguiré con las manos chorreantes de lluvia, esperando que la niebla me moje el alma cuando escribo el último verso de un poema.