jueves, 12 de marzo de 2009

"LOS FARISEOS"....


Y entonces llegaron los fariseos, con sus carteras de cuero repujadas, con folios, miles de folios y cuartillas con anotaciones y números escritos en tinta transparente.
Preguntaron:
- ¿Han enmudecido ya las voces que claman futuros?

Nadie contestó. Sólo algún periodista despistado de alguna cadena de televisión de segunda división. Los demás, los de a pié, los que tenemos el látigo del despertador sobre nuestro sueño, nos mirábamos todos, cada cual con su opinión a medio esconder, cada uno con la ilusión y el mañana futuro guardado en el bolsillo, todos mirando nuestras libretas del banco y dándonos cuenta de que nuestros saldos son de un color casi rojo. Algunos ya tenemos un temblor asustadizo entre las manos y andamos al encuentro de auxilios, favores y hasta comprensión entre los que aún tienen algo de ira contenida en su pecho.

El miedo se adelantó, temblando, y quiso susurrar:
- Las mareas, esta noche, han levantado las brisas y han ocultado las algas.

Casi nadie… nadie entendimos aquella metáfora, la lógica se había desvanecido como la enorme suma de capital que las usureras entidades prestamistas habían recibido sin apenas exigirlo.

Los fariseos torcieron sus ojos en un rictus de desprecio. Cuchichearon haciendo gestos asentían por lo bajo lo que negaban a voces, mientras volvían, de vez en vez, sus cabezas para cerciorarse de que todos seguíamos allí, pendientes del Telediario.

- ¿No están, tampoco, los malabaristas de la esperanza?

Una flor, de tallo largo y tímida corola, encorvó sus pétalos sonrosados y dijo con voz sentenciosa:
- Parece que los avestruces están cambiando sus plumas... No nos quedan ya misterios para convertir en oro.

Nos escupieron con desprecio una retahíla de cifras, de absurdas estadísticas, de comparaciones escritas y dichas con escuadra y cartabón… Nos han acorralado en la pared del presente. Nos pasan lista sin ni siquiera mirarnos. Nos estampan un número en el rostro y pintan un reloj sin manecillas en el techo de la esperanza. Advirtieron:
- Cuando llegue el otoño vendremos a recoger las horas perdidas y los intereses devengados. Y no habrá contemplaciones ni súplicas en el negocio.

Se pusieron las caretas de hombres razonables, y se marcharon dando un portazo de viento y lluvia.

Todos supimos, entonces, que los fariseos eran los verdaderos jefes de la tribu, los reales señores del mundo.
Y los demás seguimos sin ser capaces de desenterrar las espadas herrumbrosas de las palabras y de las papeletas de voto…siempre hay alguien que debe algún favor y estar callado, es, en estos momentos, lo convenientemente correcto...