Miedo a tener miedo y a no tenerlo.
El miedo, compañero inseparable, sombra de traidor consejero, quizás el mejor amigo entre el sueño y la realidad.
Miedo como tú.
Miedo como yo.
Yo,
a veces,
soy miedo.
Aparto el aire de la brisa, la brisa del soplo, el soplo del silencio para no presentirte y huir.
Para ver y huir de miedo.
Para convertirme en miedo y lanzarme desnudo a la lluvia. Para pasar frío. Para no pasarlo.
Para ser indiferente a las tormentas y a la soledad, para no tener miedo invento un instante, un momento, un latido de tiempo en el que confiar...
Miedo,
¿porqué eres miedo?
Miedo, te encuentras y desaparece cuándo te vistes de luto, con ese eterno y negro disfrac de horas muertas, de andenes de soledad, de mina abandonada, de cuento de pincipes y princesas sin terminar... Miedo, una vez más, ¿porqué no oigo tus respuestas?
¿Se arropan con la manta de tus sombras?
¿Debajo de los pliegues de donde mana el calor?
¿En sus costuras?
Miedo, ¿qué forma tienes?
Te imagino entre mil lunas rotas... entre los días y los meses marcados en rojo en el calendario de la vida... en el olor marchito de las rosas muertas... en la gota de agua que se hace sal.
Miedo, da igual que no contestes, que las cartas que escribes no lleguen a mi buzón.
Vete con tu nombre manoseado al otro lado del mar. Vete con el azahar de los sueños que se alimenta de limones relucientes, madrugadas inacabadas, de atardeceres de niebla...vete y hazte humo de chimenea, de presagio de tormenta, sé laberinto y acantilado, corona de rey que nunca llega a reinar, sé tu y tente miedo.
Miedo a casi todo lo que no conozco y a todo lo que me arrancó un trocito de sueño o de piel.
Miedo la cama sola, deshecha de incertidumbres por despertar. Al trabajo mecánico y desquiciante. A las miradas indiferentes, esas que se llenan de despedidas en vez de ser mano tendida de saludo o de ayuda cuando presientes que no eres dueño de tu soledad.
Hasta siempre miedo... te dejo estas líneas...
¿Qué tienes?
¿Miedo?