martes, 24 de noviembre de 2009

LA ETERNIDAD ES AHORA


Conocí a un hombre adinerado, además de suerte tenía un don muy especial: era constante y disciplinado, solía decir que le gustaba salirse con la suya y que hasta que no conseguía algo no cejaba de su empeño. Este hombre disfrutaba tanto de sus triunfos que su única obsesión en la vida era la de esquivar a la muerte, ser inmortal. Para ello gasto gran parte de su fortuna, visitando distintas partes del mundo, sometiéndose a tratamientos y practicas mágicas, encerrándose en negras grutas, comiendo exóticos manjares…pero su búsqueda hasta ese momento había sido en vano. Cansado y sintiéndose derrotado en aquel empeño, con el ánimo triste volvió a su casa, estaba decidido a olvidar aquella obsesión, pensó que la muerte se cruzaría con él en algún momento de su vida y que en ese momento llegaría con ella a algún acuerdo y tener una oportunidad mas de salirse con la suya en lo de ser inmortal. Cansado de tanto ir y venir, de viajar por todo el mundo puso rumbo a su casa y al llegar a la puerta de su gran mansión, se encontró en la entrada a un hombre. Parecía que le estaba esperando. Vestía de manera austera pero elegante, en su rostro se dibujaba una hermosa sonrisa. El hombre rico miro de la cabeza a los pies y éste se dio por aludido.
-Disculpe que no me haya presentado, soy Dios, vengo ha hablar con usted.
-¿Qué dios es usted?
-¡Oh!-Exclamo la divinidad.- No soy ninguno de los dioses a los que rezáis los hombres, y al mismo tiempo los soy todo.
Al oír estas palabras creyó que se encontraba ante un loco de remate. Suspiro cansado de aquella conversación y aparto a la supuesta divinidad que parecía impedirle el acceso a su casa. Cuando se disponía a entrar la llave en la cerradura de la puerta, aquel supuesto perturbado mental, le hablo:
-Dígame, ¿no quiere usted la eternidad?
El hombre rico giro sobre sus talones con los ojos como platos, y su boca casi abierta por completo, había oído de boca de aquel desconocido algo que nadie debía saber... había dicho lo que quería oír.
-¿Qué debo hacer?
El hombre de la puerta le guiño un ojo y acto seguido se fue andando, desapareciendo entre las luces y las sombra de la noche, dejando con la boca abierta al hombre adinerado que, perplejo y sin entender nada solo se le ocurrió pensar que había sido una broma de mal gusto.
Al levantarse al día siguiente, el hombre rico bajando por las escaleras de su mansión cuando se dirigía a la cocina para desayunar, estuvo apunto de perder el equilibrio y caer, pero no sucedió, sin embargo, su mente se entretuvo en mostrarle como él mismo caía por las escaleras y perdía la vida a causa de los golpes de la caída. Pero lejos de ser una alucinación aislada, lo cierto es que no dejo de ver como al menos, ese día, podría haber muerto unas quince veces.
Al volver a casa, tras una jornada que le había resultado insoportable por la continua sensación de estar muriendo a cada instante, estaba alterado, al borde de la locura, y de nuevo en la puerta de su casa, se encontró al hombre bien vestido y de sonrisa pacificadora. El hombre se acerco enfurecido hacia el que él, pensó que era el culpable de aquellas constantes y terribles alucinaciones, pero antes de llegar hasta él, éste hablo:
-Solo hoy podrías haber muerto unas quince veces. Actualmente tienes 45 años, seis meses, 12 días y 20 horas. Calcula las veces que podrías haber muerto.
El hombre se quedo sin habla, se quedo quieto mirando a sus pies, con la cabeza gacha.
-Si te paras has pensado, has vivido una eternidad, porque cada momento podría ser el último…
Dicho esto, aquella divinidad bondadosa desapareció calle abajo, ocupándose las luces y las sombras de la noche de borrar su presencia y dejando al hombre sumido en sus divagaciones; fue entonces cuando de la solapa de su elegante chaqueta se escapó un susurro, si duda procedía de su corazón, que decía:
“La eternidad es ahora...”