jueves, 19 de agosto de 2010

EL SILENCIO DEL RUIDO


Me desvela el nervioso aleteo de mil mariposas; chocan los colores desteñidos de sus alas frágiles contra el cristal del alma. Gritan el silencio, gritan en silencio, gritan al silencio... gritan, y mientras sueñan que su vida se desgasta en tantos silencios, van sembrando su olor a desvelo en lo más profundo de mis deseos.
Nada, no he dicho ni he escrito nada, las y su aleteo constante son las que sin letras escriben en mi cercano horizonte la oración que solo saben rezar quienes tienen sueños limpios y saben que su alma pesa siete gramos, sí... siete gramos de alma, siete gramos de sueños, de vida, de silencio, de aleteo de mariposas, siete.
Nada, no he dicho ni he escrito nada, son los pájaros que se envuelven en una nube blanca de plumas los que siete veces ordenan a las mariposas que guarden silencio, que dejen descansar, al menos por un segundo, a los colores mutantes de sus alas, que tengan piedad de los sueños frágiles, que por serlo, se rompieron antes de ser soñados...
Nada, no he dicho nada, es el silencio del ruido quien me hace escribir... nada.