lunes, 16 de agosto de 2010

SOLEDAD DE HOSPITAL



!Que largas son las horas!.
Los minutos son un ejército de segundos, alineados en un espacio estrecho y largo llamado tiempo.
Horas, minutos y segundos que se disfrazan con batas blancas, verdes, azules... batas de hospital. Tiempo que se queda dormido, soñando con la angustia y el miedo del familiar y del enfermo. Tiempo que se come a sí mismo, que mastica y muele en su boca el futuro incierto de la vida y el presente cobarde de la enfermedad y el dolor.
Es la soledad más grande y traidora, es la soledad más áspera y cruel, es la soledad que más te hace desear -a veces lo indeseable-, es la desaparición, el desamparo, la melancolía enredándose en las raíces del árbol de la tristeza, es la soledad del pasillo de hospital; es esa que en sus mejores momentos se transforma en sabor a café y a humo de cigarro, en esa, sí, en esa soledad de soledades en la que hay que ganar la batalla a la desesperanza, zurcir los segundos a los minutos y a las horas para hacerlos tus aliados y no tus enemigos. En esos momentos de indecisión interior en los que confundimos el blanco con el negro sin darnos cuenta de la gris realidad, es cuando por nuestras venas corre la sangre roja de la vida, por nuestras sienes el recuerdo lejano de buenos momentos, por nuestras manos la esperanza de quien desea darlo todo a cambio de un instante más de vida, por un segundo menos de sufrimiento. Soledad de hospital si fueses flor sería la pegajosa ortiga que puebla de escozor la piel con su roce furtivo, si fueses árbol serías como el algarrobo orgulloso de sus espinas y su frutos encarcelados en vainas que terminan por secarse antes de caer al suelo y ser alimento de cerdos y de cuervos. Soledad de hospital, latido innecesario, incienso que carece de olor, humo que ciega.....!aléjate!