jueves, 28 de abril de 2011

CARTAS

¿Quien no ha escrito alguna vez una carta intentado transmitir en ella aquello que no sabes decir de propia voz?
En muchas ocasiones difícil, incluso frustrante.
Es todavía más difícil que una carta, una vez terminada, llegue a su destino....aún entregándola en mano; sobretodo, si ese destino no es una ciudad, un pueblo, una calle, una puerta, un número... sino un corazón.
Con el tiempo he aprendido que los corazones no tienen una dirección a la que enviar esas cartas, ni un buzón en el que recibirlas. Tampoco puedes echarlas por debajo de la puerta, pues este tipo de puertas cuando están cerradas jamás dejan un resquicio por el que permitir entrar, siquiera, un sentimiento, y mucho menos todos aquellos que están guardados en sobres sellados. Por este motivo son muchas las cartas que se extravían, otras, entre ellas las mías, permanecen aún sin el sello o a la espera de ser cerradas, están unidas unas a otras, atadas con una cinta que amarillea y que se ha quedado tatuada en la parte que roza con los sobre a los que amarra. Mis cartas, las que nunca escribí y las que jamas escribiré, son de las que no llevan remite, de autor desconocido, de procedencia dudosa, de las que nos leía el preceptor del seminario antes de entregárnosla...aunque la carta fuese de nuestros padres. Mis carta no son la baraja española ni de la francesa, ni tienen figuras adivinadoras del futuro...no tienen arrogantes rombos ni esbeltas sotas...

¿alguien sabría enseñarme la forma de escribir una carta para que solo pueda ser leída con el latido nervioso del corazón?...