martes, 3 de mayo de 2011

LUNA



No hay nada en la luna que me interese, ni tan siquiera su mirada ausente y distante cuando se cubre con el tul de los sueños.
No hay nada en la luna que me inquiete, nada, ni tan siquiera su luz prestada en su piel de espejo.
No hay nada en la luna que me asuste, ni tan siquiera la huella, que el hombre en su deseo de ser Dios, dejó allí marcada para siempre.
No hay nada en la luna que me hechice, ni tan siquiera los poemas de Lorca cuando la tiñe de verde olivar y filos de navajas.
No hay nada en la luna que me preocupe ni tan siquiera el cambio medido y calculado de sus fases, aunque muevan las olas del mar.
No hay nada en la luna que me haga soñar, ni tan siquiera cuando imagino a hadas y duendes cerniendo la niebla y amasando el pan de cada día.
No hay nada en la luna que me distraiga, ni tan siquiera su conversación con los ángeles caídos
intentando reconquistar los poderes que Dios les quitó.
Nada, en la luna no hay nada.