martes, 24 de mayo de 2011

Sensaciones después de realizar una visita al domicilio de un dependiente...EXPERIENCIA MISTICA DE UNA REALIDAD LABORAL.

Fuera, en la escalera, al fondo del portal esperaba el amanecer…

Su vida enterrada entre sábanas luchaba continuamente con las sombras quebradizas de la vida. Últimamente sus días acababan al mediodía, después el tiempo, sin segundos, de colgarse de un cigarrillo y fumarse en la primera calada toda la niebla de los recuerdos.

No recordaba, de seguro, su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad, de todo la mitad: de la vida, de los sueños, de los momentos felices, de las heridas cotidianas, de todo...

Al mirarse, la nieve que cubría sus sienes le recordaba su estancia, ya antigua, entre los hombres y que pronto daría por terminada.

Todas sus vivencias nacían de los sueños; incluso había días enteros en que la estela de su recuerdo no lograba desertar de sus neuronas. Nada de especial en su cara ni en sus gestos, sólo un ser apartado por la vida y encumbrado después en gustosa aceptación hasta su total olvido.

Decidió no afeitarse, posiblemente los seres que poblaban su mundo solamente le exigirían que les mostrara el verde de su alma, y, totalmente decidido, inició la huida por la puerta trasera de la vida, la que conduce al silencio del corazón.

Sus primeros pasos en la escarcha de aquel recién inventado silencio deshojaron la armonía del arco iris, de los colores nuevos que brotaban a cada susurro o a cada lágrima. Todo eran espejismos que pretendían cegar sus pupilas, y que todo el trayecto hacia ningún sitio estaría lleno de alucinaciones con nubes, con sonidos de arpas, con el batir furioso de alas de arcángeles que no tienen nombre porque nunca existieron. Ignoró el saludo de manos mudas que entre ramas del tiempo intentaron arrancarle su alma de aquel cuerpo débil de tormenta ya pasada...no necesitaba aliento para saberse solo.

Pronto una nube nublaría su horizonte, su inútil obsesión de atrapar hilos de nieblas entre los dedos (otro día más sin hojas que crecieran en sus manos).Nada importaba; nadie le detendría en su invisible trepar por las escalas del silencio.

Hoy, sería un día de claros y sombras para sus ojos; una lucha desigual de sus retinas para captar todos los espíritus que brotaban por doquier de las huellas de la noche. Sin duda tal esfuerzo le desgastaba sobremanera y le impediría conocer el final de su viaje, aún se sabía fuerte y los latidos de su corazón diminuto le empujaban hacia su destino.

Antes de su partida, seguro que procuró no pisar las huellas de otras vidas ajenas a la suya; cada paso debía ser invisible. Nadie venía tras él, sólo estaba consigo mismo y cada movimiento innecesario le recordaba los tumbos que diera en el pasado.

En un momento dado, las botas y sus pies dejaron de ser sincrónicos en el caminar y presintió que algo dentro de él había quedado atrás , dormido entre las mudas paredes que vigilaron los sueños de su vida. Era, ahora lo podía ver con claridad, alguien que nunca despertó a la vida deseada y que siguió soñando rostros de estrellas inexistentes.

Más adelante, en el camino tortuoso del silencio, tropezó con sus propios pies y estuvo a punto de caer, le fue imposible impedir que se le desprendiera una capa de piel, la más gastada por el viento. Ya no podía mirar atrás; ya no habría más auroras celestes y blancas ni tardes tiznando de violeta y rosa el horizonte: sólo el mediodía le esperaba.

El saberlo, el sentir con claridad y aceptar su situación, le alivió de la sensación de orfandad que oprimia su pecho, por un instante se detuvo en su marcha y descubrió al palparse un hueco en el corazón, que debió rellenar apresuradamente con flores marchitas y nubes desgastadas por el aire, se notó un poco más ligero de alma al presentirse solo en la mañana, libre ya de recuerdos y huido de esperanzas, en aquel instante supo que el viaje ya no sería lo que intuyó en su principio: mucho de su primitivo ser no conseguiría llegar hasta el nuevo yo que le esperaba.

Su marcha se tornó vuelo, vuelo rápido y oscilante, la inseguridad de su nuevo ser le instaba a desamarrarse de sus lugares queridos, sintió el sobresalto de un rayo de sol fugado que le indicó el camino por donde treparía más tarde, cuando todo él estuviera disuelto en cenizas.