miércoles, 8 de junio de 2011

PASEO POR LAS HUERTAS. (primera parte)


La letanía de las horas se hace interminable, el reloj parece dormido, los segundos son minutos, horas... es como si hasta los pensamientos y las emociones fuesen a cámara lenta. En la calle, el campo y en el campo el sol esperezándose a sus anchas, llenando con su luz los rincones más lejanos, rebosándose en lo alto y lo bajo...para el sol el tiempo no tiene horas ni minutos, no es ni joven ni viejo, para él solo hay temprano y tarde... mañana y crepúsculo...amanecer y anochecer y en medio alguna nube blanca como lana de oveja recién esquilada... blanca como la flor del jazmín o como los estambres volantones del cardo.

La rivera continua dormida en su murmullo constante, en su sonido fresco de agua y limos, en sus acrobacias entre los guijarros de su cauce. La rivera... sueño despierto de agua, sonora como el canto del ruiseñor mañanero, como el trino del jilguero saltarín...cansino murmullo de ecos de espuma blanca...La rivera ciñendo a la cintura del hortelano el cansancio llevadero del trabajo en la huerta. Huerta y rivera siempre juntas, alma y cuerpo, sueño y duermevela, rivera y huerta hermanas de agua y tierra, de sol y nube, de calor y frío.


Puedo poner nombre a sus huertas y a sus molinos, a sus antiguas moliendas del noble cereal, al molinero y la molinera...manantiales de harina blanca y de “salvao” espeso. Molino y huerta, Molino y rivera, rivera huerta y molino...hilo de agua que se hace soga, cadena atadura que libera cada noche la magia de un cielo taladrado de millones de estrella...ausencia de sol en la noche, ausencia de luna en la mañana...ausencia cuando es presencia del sol cuando las horas se hacen interminables; siesta al lado del cau, frescor verde de sombra verde del manzano verde en la verde orilla de la verde huerta...

Sí, me atrevo a poner nombres y apellidos y hasta recordar los motes, esos que dejan de ser insultos cuando se llevan con agrado y como seña de identidad, motes, más que motes en algunos casos ya apellidos. La huerta de las hermanas Lázaro, a solo una pedrada de la salida del pueblo, blanca con sus columnas y sus ventanas grandes al camino. La huerta del Mochino, el Molino Blanco. La huerta de Catalino, La de la Sra Gregoria que ejercía más de jardinera que de hortelana...arriate que como un cohete de feria estallaba en la puerta de su casa. La Huerta del Ran y su moral poniendo sombra y sabor al camino, enfrente un nogal alto, frondoso, verde, verde... la huerta de Cabeza. Más abajo, rivera y camino serpentean y comienza a tener el agua dos orillas: la huerta de Valle, la de Diego Lázaro y en frente la de Granda Marquez...Guindo e higuera, cerezo y ciruelo, col y yerba buena, mastranto, zandaula y juncos en el cau...croar de ranas en las orillas y susto de lagarto en las paredes de piedra del camino... El Molino del Moral...fiesta que se olvidó hace años...La huerta de la Sra Dolores la de Llera... y

de sus hijos e hijas...hasta sus yernos tenían huertas al lado de la suya:Perra Gorda, Feliciano, que recuerdos de Feliciano, alto, flaco desgarbado, trabajador cuando quería, bruto pero noble, según mi abuelo... la huerta de Maria del Señor y de su marido “Laguna”... La huerta de José María y de Antonia, hortelana de venta casi diaria cuando los hortelanos ocupaban al acerado alto de la plaza del pueblo. Pero antes, el molino de Oña, con su cantinela de brisa y de aire en su pequeña alameda... tan cerca de la orilla que era raro el invierno que el agua de la rivera no besara su fachada y entrara hasta el zajuan de la casa. Frente Tagareta se abre como un vado por donde cruzar el hilo de agua, Tagareta con el nogal de la Huerta de Esperanza la Pajarera... que como casi todos los nogales nobles terminaron siendo llama roja debajo de las estrévedes, calentando el caldero de agua o cociendo la morcilla lustre de la matanza. Allí, la huerta de Paco Sopa, el trillo el arado...el escardillo, la azada... en la regaera, debajo del melocotonero o del cerezo...esperando que Paco regrese a lomos de su mula de hacer la venta en Bienvenida...mientras tanto, Josefa, se afanna en espantar los pájaros de las higueras, les dá voces, los jalea...toca las palma y hasta un campano que cuelga de una rama . Enfrente, en la otra orilla la huerta de mi abuelo...no, de él no voy a decir nada, se merece su propia semblanza, se merece su propio vasito de vino blanco con una rodaja de melocotón maduro... !Por tí, Sr. Fulgencio!...

La letanía de las horas se hace interminable, igual que el rosario de las palabras que va zurciendo mis recuerdos con un hilo verde verde verde... con un hilo de agua.