martes, 12 de julio de 2011

NARDOS EN LA PARED.

Miraba fijamente a la pared, dijo que buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal. Se acercaba y recorría la superficie blanca con sus dedos, los movía en círculos y de cuando en cuando detenía su mano y apuntaba con el índice a aquel lugar, era cuando exclamaba: "aquí hay uno... y está aún cerrado, pronto comenzará a salpicar al aire con su olor dulce, con su olor a las alas de las mariposas de los gusanos de la seda...". Siempre decía lo mismo.
Una tarde, cuando la luz se duerme en el horizonte y se arropa con los colores claros de la noche, la pared blanca se tiñó de un oscuro casi negro, del color del agua cuando es profunda y fria... del color del dolor cuando es el que te despierta del sueño... si, el color del dolor es casi negro, es agrio como el vinagre, es triste como una vela apagada, el color del dolor es casi negro, casi insultante, del color de la muerte que no llega, de la agonia, de la desesperanza... Aquella pared dejó de ser manojo de nardos blancos, dejó su cal para hacerse barro y ceniza... Miraba fíjamente a la pared, dijo que ya no buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal... dijo que ya era mayor y que había dejado de ser poeta, que ahora era marinero y que su pared era un mar azul y verde, un tornasol trasparente donde podía navegar sin herir ni sus dedos ni sus sueño...siguió mirando la pared hasta que el color blanco se difuminó en un supiro largo largo que le enmudeció lentamente.