lunes, 13 de agosto de 2012

LAS BANDERAS DE LA TARDE




Me dejo caer. El aire de los sueños me arrastra al límite del  límite… Flotan pompas de jabón  con cien colores de tornasol,  el aire vuela en la pluma de las palabras, en las sensaciones que se asustan y no florecen en la mirada, el aire mueve banderas blancas y malvas… la tarde se hace cometa temblona y túnica invisible de ángeles y arcángeles caprichosos. Yo, continúo cayendo,  sintiéndome semilla redonda y seca a la espera de la dulce humedad de la tierra recién mojada, de la luz de la estrella lejana  capaz de cegar los ojos cerrados de la cercana luna… Un cuento, una leyenda, una historia escrita en una cuartilla con su blanco cuadriculado y su alma amarilla de tanto dormir en la carpeta de los papeles olvidados. Me dejo caer en el recuerdo, en la ambición loca de ser gaviota en lo alto de un escenario, de hacerme música que solo escuchen los sordos, loca ambición de saber  decir en latín tres frases seguidas y entender  su significado.  Mira, mira… Tengo palomas blancas sobre mi cabeza, sueños que me revientan las sienes… Palomas blancas , blancas, blancas, tan blanca como la blanca paloma blanca con la que se disfraza mi tiempo de espera y esperanza.  Me dejo caer, desciendo en mi altura, subo a lo más profundo, tiemblo y el agua del poeta me envuelve hasta hacer que mi piel se siembre de escamas, caigo en el abismo confortable del mar donde las sirenas cantaban para seducir a Ulises, pero de pronto el Ícaro de mi egoísmo  me hace subir y subir para, nuevamente, dejarme caer sobre … Libélula de cristal, pajarita de papel, caracola, grano de sal, silencio verde, susurro de ola, caricia del viento que hace ondear la bandera malva y naranja con la que me envuelve la tarde.