domingo, 30 de septiembre de 2012

A LA SOMBRA DE LA SOMBRA DE LA SOMBRA ...

(Inspirado en la canción de Manolo García)


Miraba no se sabe a dónde, quieta, formaba parte de la línea del horizonte.
Ni triste ni alegre, ni alta ni baja. No sé decir si era hombre o mujer, adolescente o anciana.
Nunca supe si su cuerpo era de carne, como el tuyo y el mío, o si tenía un alma de viento como las gaviotas.
Su sombra  era larga y clara, como de ciprés en el atardecer, parecida a la del alma cuando sueña con campos amarillos y tostados de tanto trigo, la del alma cuando es miga de pan. Una sombra con limites difuminados, parecía dibujada por una tiza nerviosa, de contornos trazados con humo: inquietos, cambiantes, casi trasparentes… Sus orillas  se prolongan  hasta un infinito habitado por libélulas de cristal que se alimentan de aire  y pompas de agua y jabón  que, como una granada, encierran espejitos brillantes.

Aquella persona tenía una sombra que dependía de la luz,  como todas las sombras. Mirándome fijamente, con la voz muda del silencio, que es con las que hablan las miradas del corazón, me fue diciendo:
       -¡Mira allí!... Sobre aquella pared blanca. ¿La ves?...
Si. Es una sombra.
-          Sí, una sombra…Es tu sombra.
¿La mía?.  Pregunté desconcertado.
-          Si, tu sombra. ¿Cómo la ves?
No la veo, sólo la presiento.
-          Mira de nuevo, pero ahora mira con los ojos cerrados.
Fue entonces cuando en la oscuridad de la pared, preñada de negrura infinita,  comenzaron a brotar retazos de colores. Era un cuadro de Chagal pausadamente se iba creando. Los colores  se retorcían sobre sí mismos hasta matizarse, los oscuros abajo, los más claros arriba. Sus contornos se afilaban, se confundían los adjetivos , era como si no importarse llamar al agua abismo y al abismo aire. Todo parecía como envuelto en un papel celofán que jugaba a cambiar las tonalidades, era un caleidoscopio mágico. Por un momento no supe si lo que estaba no-viendo eran colores o música. 
-          ¿Te gusta tu sombra?
No lo sé… No la veo. Solo la siento.
Fue entonces cuando aprendí  que los sentimientos, las emociones, las sensaciones, lo no-visto, tienen sombra, y que mi sombra, esa que casi puedo tocar y cuando lo consigo se hace pared o suelo, tiene encarcelado -como si se tratase de esclavos orientales-   cientos de colores, miles de tonos, millones de contornos.
Seguro que a tu sombra es igual, prueba a mirarla con los ojos bien cerrados.
Si te encuentras a esa persona que mira no se sabe a dónde, que forma parte de la línea casi invisible del horizonte, dale la mano y déjate llevar porque te enseñará que hasta tu sombra tiene su sombra.