jueves, 26 de septiembre de 2013

21 GRAMOS DE RECUERDOS


Hoy se me va hacer imposible conseguir mis  21 gramos de felicidad. Sí, ya sé que es poco -o mucho, según se mire- pero no pido más. Justo lo que dicen que pesa el alma cuando abandona el cuerpo y se transforma en susurro de luz. Ni gramo más ni gramo menos, solo 21.  Y mira que lo intento,   hasta construyo diques de barro para encauzar el agua de mis pensamientos… Enseguida me doy cuenta de que es imposible desaguar un diluvio  por el sumidero del patio... Siempre hace remolinos y se escapaba para otros lados amenazando inundaciones,  poniendo en peligro que los pensamientos se tornen sentimientos y los sentimientos  caricias… y las caricias recuerdos.

Hoy, sólo por ser hoy, quiero engañarme. Imaginar que no te recuerdo, que tus 21 gramos aún flotan entre el perfume de rosas amarillas…Ni siguiendo tus consejos consigo serme fiel, y mi sombra se escapa disimulada en el blanco de la pared, donde tu dejas de ser tu para ser yo. Yo... ¡Que poco recipiente para contener un abandono tan grande! Sí, seguí tu lección y aprendí a distinguir quien sí y quien no sabe mirar mis cuadros. En mi museo imaginario, el vigilante y yo, los dos solos, él dando un toque con su dedo índice en el marco del cuadro que le parece que está torcido, jugando a ser Dios que pone orden en el desorden y desorden en el caos... Dios es sabio y hasta misericordioso, me sorprende negándome hoy mis 21 gramos de felicidad, será que no le he sentido, que no he  notado su presencia ni oído su llave girando en la cerradura de mi puerta.  Es, unas veces a media noche, otras al amanecer, o en el momento que menos lo espera, cuando sin hacer ruido llega como el agua del diluvio al que antes me refería. Estoy a punto de conseguir una tregua de sueño, pero me asalta la idea aterradora de que tal vez llame a mi puerta porque dejó olvidada su llave colgada en cualquier percha o, sin querer, la perdió por la calle cuando juega con los ángeles a la villarda, a los bolindres, o a las tabas, al parchís o a las siete y media.


Mi vigilia ondea como bandera de paz. El visillo se infla de aire, de brisa de madrugada. El sueño, como el agua, siempre hace remolinos y se escapa para otros lados... Esta noche tu recuerdo o tu presencia -quien sabe- no me dejó ni 21 gramos de  calma.

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