miércoles, 5 de noviembre de 2014

""" EL TONTO """. (una historia escrita y contada en siete ratitos). SEPTIMO Y ULTIMO RATITO

séptimo y último ratito:

¿Señor alcalde?... ¡Dígame!... Soy María Ángeles Muñoz, Consejera de Empleo, Mujer y Servicios Sociales…. ¿Me recuerda?... ¡Sí, sí… creo que sí!... El año pasado estuvo usted por aquí cuando las elecciones... ¿O fue para el día de la mujer? En efecto. Pues bien, querido amigo Antonio, le llamo personalmente porque tengo buenas noticias. Aunque no ha sido fácil, ya podemos disponer para el joven del que hablamos en el pueblo…¿Andrés, se llama Andres verdad? De una plaza, en régimen de residencia, en un centro de educación especial. Ingresará una vez que se realicen los estudios oportunos y el reconocimiento médico preceptivo. Si nos coordinamos en una semana estarán hecho los informes y, a primeros de mes, podrá ingresar... Pues, no sé señora Consejera, tendré que consultar con los vecinos... ¡ Si es por cuestiones económicas no se preocupe!... Será esta Consejería quien corra con todos los gastos que pueda ocasionar el cuidado que el muchacho necesite, tramitaremos urgentemente el reconocimiento y la valoración de la Dependencia, sin duda el chaval reúne todos los requisitos para que pueda optar a un centro donde esté dignamente atendido.
Han pasado ya dos años desde que Andrés salió del pueblo. Lo vistieron con su mejor pantalón y una camisa que le regaló Agustín Mendoza cuando cerró el comercio. Incluso le pusieron la boina que le había regalado el tío Rafael, y que hasta entonces había permanecido colgada de una alcayata, al lado del almanaque de los círculos y las lágrimas. Se llevó, en un bolso de viaje, algunas cosas, pocas porque dijeron que allí le darían de todo. A algunas vecinas les dio “un no sé qué” dejarlo ir con las manos vacías, Visi y Vevi no sabían que pensar, no acababan de ver con buenos ojos que Andrés dejara el pueblo, siempre habían cuidado de él y nunca le faltó nada, no entendían para que le podría servir aquello, les dijeron lo que había dicho la Sra. Consejera, que para que mejorase su vida, además era gratis… Nada se perdía con probar.

Es cierto, allí, Andrés, lo tiene todo, come a su hora,  ropa limpia, aseo diario y está caliente en el frío invierno... Todo lo tiene resuelto sin necesitar, siquiera, pedirlo o pagarlo.

Hasta el momento no aprende gran cosa, lo que pretenden enseñarle, para él no tiene el más mínimo interés.  En aquel manicomio con disfraz de casa feliz, todos, trabajadores y compañeros, le tienen cariño y se desviven por atenderle…
Nadie entiende por qué parece tan triste y apagado, ni por qué, cuando en la televisión sale una viña, un olivar, un establo, un río, un pez… Andrés, encogiendo los hombros y hundiendo la barbilla en su pecho, dice en un susurro: ¡Uh, uh Vaaaca!...
Que  repite con infinita amargura mientras las lágrimas brotan mansamente de sus ojos pequeños y juntos, de su boca grande, algo floja y temblona, resbala un reluciente hilo de baba.     

                                      Verdaderamente, en esos momentos, Andrés parece tonto.

                                                                               ***
(Dedico este relatillo a todos  aquellos/as que al leerlo han sentido en su interior esa emoción triste que es tan difícil de explicar, quizás porque es una sonrisa del alma que se hace casi lágrima cuando asoma por los ojos. Gracias amigos/as)