viernes, 23 de enero de 2015

ARTERIOSCLEROSIS: Trocitos de sentimientos que se van acumulando en las arterias.

Hay días en los que, incluso antes de amanecer, ya sientes como por dentro una sensación de dolor te va tiñendo y pone sombras a tus pensamientos, hay días en los que amaneces sin emociones, todo es plano en blanco y negro o en el mejor caso de color sepia como las fotos antiguas.

Hoy es uno de esos días, aún no ha amanecido y en el horizonte no se ve ni dar tumbos a las nubes cargadas de agua, o de frío granizo, o de nieve juguetona, hoy es uno de esos días en los que el color no se despierta y juega a pintar en el aire del alma arco iris, ni carruseles, ni tan siquiera pegasos blancos que cuando crecen se convierten en unicornios mágicos. Hoy es uno de esos días en los que tienes en tu voluntad la sinvoluntad de no hacer nada, de solo mirar a un lado y a otro e intentar entender que los demás no son tu.  Me doy la vuelta y una sensación de amargor de naranja de parque me emborracha hasta tal punto de decirme -para no escucharme- que el color de las cosas no existe, que es sólo una emoción, y que la intensidad de esa emoción es la que marca la diferencia entre el blanco y el gris, entre el gris y el negro, entre el negro y el no negro... entre la desesperanza y el olvido.

No hay ninguna mano a la que el cielo se agarre, ninguna raíz en la que se sostenga la encina, el chopo o el cerezo. Hay, sólo, un barco hijo del arca de Noe, que va y viene cruzando los sueños porque llega huyendo de tormentas y galernas, arrastrando tras de sí una red repleta de pequeños y grandes fracasos, de ilusiones que cayeron al mar, de conversaciones que no terminaron y de cumpleaños sin velas que soplar.  No, no hay manos a la que el cielo se agarre ni raíz en la que se sostenga el alma, la tuya, la mía... la de los demás casi no importan... a penas los conozco y por eso ni me dan pena ni me producen alegrías. Hay sólo un barco cargado de sueños que estoy dispuesto a compartir  con quien sea cielo y sepa no soltarse de mi mano.

Mira, mira como al final del mar se puede volver a caminar, mira como antes de llegar al final  de donde la vista alcanza, el agua se peina y se adorna con espuma blanca y pompas azules. Es un mar de Dalí,  es un agua que sirve de cuna a los nenúfares, donde elefantes con patas de pájaros y trompas de cristal se convierten en peces trasparentes que se disfrazan de sirenas cantoras, donde hay un rumor constante  de himnos y canciones que cuentan que la inmortalidad de los dioses solo es una metáfora. Bailan los número en el horizonte calcado de en la inmensidad de tu mirada, los pares a un lado los impares al otro, en medio el signo de sumar peleando con el de restar para  no terminar siendo de dividir. Números y letras, !como me gustaría escribir un poema sólo con números!, solo con números y las letras de tu nombre... Hoy, en mi horizonte, tu nombre  huele a jazmín.