Volaba la mariposa. Su baile era casi
trasparente, subía, bajaba, iba y venía.... volaba y su danza, al
rededor de las flores inmaculadamente blancas del jazmín, era como
el ritual de la bailarina que se inclina reverenciando al público
que le aplaude a la vez que hace un movimiento de brazos y manos que
recuerda al de la espuma de la ola cuando se hace tierra y sal.
Volaba la mariposa y ella la miraba, sus ojos eran la cárcel del
agua limpia de la que a la dulce bailarina le gustaría beber.
- !Mira mira... Parece un suspiro
blanco!
El olor del jazmín parecía huir de su
flor pegado en las alas de la mariposa, el olor se hace perfume
cuando se incendia con la llama invisible de los sueños, el perfume,
fragancia oculta del alma de la flor, también baila al son de la
brisa y del aire y, aún sin música, se hace canción pasajera y a
la vez infinita como el rumor de las puestas de sol.
- Mira mira... Que presumida!
Tan leve como su vida, tan sutil como
la seda que envuelve al regalo de la muerte, que llegó envuelto en papel de seda, atado con lazo hecho con cintas amarillas que ondean bajo el verde del olivo desde donde, como en un teatro, presencias cuando el sol se despereza y cuando se convierte en sueño... Leve como el
instante en el que la vida se hace mariposa y se va y su rastro se
pierde entre el perfume del jazmín. El recuerdo de tus últimos días
es así, como la huidiza mariposa blanca, como el arrogante y cálido
perfume de la flor más blanca e insignificante... Tu continúas llenándolo todo, no hay alrededores ni lejanías en las
que no te hagas presente, ni ausencias en las que no estés. Después
de 1825 días con sus noches, sus tardes y mañanas, te presiento
rozando mi mano y siendo la sal dulce en el agua de mis pupilas, y sospecho que en mis madrugadas tiras de mi colcha para que
no se me quede fría la espalda. Son tantos días ya que a mi olvido
se le olvidó olvidarte.
Vuela la mariposa y la flor del jazmín
de tan blanca de hace perfume en el aire como tu recuerdo.