jueves, 7 de enero de 2016

LAGRIMAS INSEGURAS (reflexión en voz alta para dar paz y valor a una buena hija y mejor madre, con todo afecto para M. José R. E.)

No es fácil sentir el dolor en el alma cuando sientes, también, que se escapan las mariposas invisibles que llevamos escondidas entre las costuras de nuestros bolsillos. Es cuando el aire, la vida que respira, tu aire y el mio, se hace cuerda y cola de cometa temblona que, adornada con lazos de colores, en tardes de playas sueña con soltarse y convertirse en trozo azul de cielo o de mar. No es fácil caer en la cuenta  que colores y dolores caminan juntos, casi amarrados de pies y manos, en el momento en el que intentamos convertir nuestras ausencias en  presencias, cuando nos planteamos esa pregunta de angustia y que ahoga al alma... "si yo hubiese.... " y que justifican, casi siempre sin quererlo, esas ausencias que siempre se visten de agravios, de insultos, de indiferencias, de miradas rojas  o de silencios tan largos e  inexplicables que más que ausencia terminan siendo aguijones turbios que una vez clavados en la piel del alma son capaces de remover los misterios  y hasta el olor de nuestra propia sangre. Es cuando llegan las lagrimas y con ellas una leve paz que te tiñe de sueño a veces y a veces de miedo.

Que fácil es sentir el dolor del tiempo cuando de las manos  cuelgan tardes de  lluvia y noches de niebla, y hasta una fugaz mirada de ojos cómplices que sin querer miran y miran sin ver nada.  Hay momentos en los que se va la vida mirando al mar, oliendo la sal de los recuerdos que vienen y van, que crecen y menguan como las lunas locas que le quitan el sueño a la noche y se empeñan en eclipsar las tormentas de los enamorados. Es la magia del tiempo preñada de palabras escritas, palabras tantas veces recubiertas por emociones vagabundas que recorrieron solitarios caminos y, al final sólo son una hilera de hormigas, que bien puestas, se disfrazan de inspirada prosa o de humilde poesía. No dejes de escribir.

Me dejo herir por el dolor cuando se hace sicario del silencio, y el silencio  cómplice de las distancias... del amor al odio no hay un paso, hay una distancia que se ahoga en sufrimiento, en soledad, en el dolor de la caracola cuando queda varada en arenas sin sabor ni olor a sal.  la distancia que sin darse cuenta se preña de miedos y en sensaciones que el alma hasta ese momento desconoce…  Retumban las lágrimas inseguras, las  lágrimas calladas, las lágrimas de agua,  porque el equilibrio entre el dolor y las mariposas que continúan saliendo de tus bolsillos se torna en paseo imposible del equilibrista por el alambre.


No soy el Dalí del lenguaje,  ni sueño con ello, sé que aquellas mariposas, las que descubrimos en nuestros bolsillos y fueron aire en la cometa, seguirán volando siempre, y aunque no las veo, y ni tu tampoco, ni nadie acaricie sus colores, permanecerán batiendo alas por encima de los dolores y los silencios: esos silencios nacidos de juntar las promesas calladas. Algún día, quizás, cuando se rompan los hechizos, las mariposas de colores  se tornarán elefantes blancos de largas patas, en cruces con Cristos perdidos en el horizonte, en retratos de cisnes que huyen de Gala y se escapan de los cuadros para perseguir futuros imperfectos de relatos y poemas… seguiré con las manos mojadas de lluvia escribiendo el último verso de un poema mientras en mi corazón susurran los recuerdos cien nombres entre los que esta el tuyo volando en esa imaginaria cometa adornada con lazos de espuma de mar.