jueves, 22 de febrero de 2018

SIGO REZANDO ... con voz de agua y sal.

*
!Avanza!
Y si la tierra que buscas
aún no ha sido creada, Dios hará brotar para ti
de la nada
otros mundos
que justifiquen tu audacia.

(Schiller)
*
Cuando las tardes de verano se hacen siesta, ensoñación o "modorrera" a la sombra del moral, mis recuerdos, emociones, dudas y certezas se hacen agua de manantial,  bullen como las flores del almendro al llegar el mes de Marzo. En ese momento pienso que Dios -en algún momento- se alejó y puso distancia hasta esconderse detrás de un silencio sospechoso de cansancio o decepción.

Son momentos para aprender, para entender, para comprobar que “la gracia” de mis hoy es la suma de  incertidumbres, del inconformismo conformista, de temores propios y ajenos, esos que me asaltan sin tener en cuenta si es tarde o temprano, si es momento o no. Son estas “visiones espirituales” las que me hacen buscar la savia vigorosa, la sangre roja y luminosa del pasado, de las vivencias -las vividas y las soñadas- la experiencia de ser grano de arena en desierto de tierra y sol, o gota de agua en páramo de  mar y luna. Sé, si estoy atento, que  descubriré que todas estas circunstancias, situaciones -y quizás ensoñaciones- son - o han sido- las semillas de mi hoy y de los hoy que aún no he vivido.. Tras un momento de "ojos cerrados" llego a la certeza de que mi pensamiento es, una bonita oración que -sin dudas- Dios, desde su silencio, agradece devolviéndome el regalo de la tranquilidad de conciencia, la serenidad de espíritu y la calma de esas mañana en las que amanezco con  niebla en el alma. 

                                                                        “Si quieres aprender a rezar, hazte a la mar”.


El mar. El mar hace feliz a quien le permite que su inmensidad le nuble la mirada. El mar es la imagen y presencia del infinito: respira con suavidad cuando su espuma llega a la orilla y se convierte en rumor de agua,  inquieta con gritonas galernas y con la desmesura de sus tempestades. Si me dejo acariciar por su susurro  escucho como me habla de la vida del universo, de la gratitud efímera de la belleza -el castillo de arena- del miedo y la fuerza oscura que habita en sus profundidades -laberintos de algas y enredaderas y peces de colores. El mar es la eternidad en movimiento. Me hace pensar en mi  fragilidad, me invita a caminar y llegar hasta su horizonte para que compruebe que detrás de él hay otro nuevo horizonte por alcanzar... ¿o es el mismo? El mar pone profundidad al alma que tengo escondida no sé en que bolsillo... o no sé donde. A  la vez  me enciende la luz o la tiniebla,  provoca una atracción agridulce o un furtivo espanto, al deseo de más vida o a las lágrimas de más muertes. El mar es un camino ancho y largo de agua donde puedo disfrazarme de ola arrogante y poderosa o agotarme como el brillo de la luna cuando en ese horizonte al que aún no he llegado deja de brillar la ultima estrella.… Me siento hombre libre siempre, siempre, amaré al mar.

“... Sin duda eso de rezar es un arte... Porque hablar con Dios es un privilegio”



Ante la palpitación de las aguas no me limito a mirar. Salgo al encuentro de islas, de tierras lejanas y veo , presiento, sueño y siento cómo llegan sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos, ilusiones desconocidas... Me llenan  y pienso: !que poder tan grande y mágico tiene la oración!... Descubro que Dios desde su silencio me habla con voz de agua y sal... ¿Reza El o rezo yo?

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