miércoles, 7 de marzo de 2018

MERECES LO QUE SUEÑAS



En ocasiones, quizás cuando estoy aburrido o dejo de poner fronteras entre la realidad y la imaginación, me cubro de humo, me miro por dentro y veo que soy de niebla, de pura bruma que huele a calima y romero. Es cuando el aire de la noche -de mi noche- es calor y cenizas. Las margaritas huelen a rosas y las rosas a jazmín y el jazmín... ¡que más da a lo que huela...!
Aunque no lo sea, es de noche, porque los sueños son más propio de oscuridades lunares que de claridades soleadas. En esas horas las esquinas son capaces de convertirse en rincones, en huecos donde el amargor a humo del fuego -de cualquier sueño- se confunde con la dulce nube que solo la ven los ojos inocentes de la luna antes de que amanezca el día.

En este momento, precisamente ahora, todo es sueño. Sé que todo es sueño. Siempre lo supe, desde que comencé a escribir y a soñar que yo existo. Pienso que cuando uno sabe que en sueño esta soñando, araña la cara de la felicidad y puedes sentir el perfume del hueso de las frutas rojas de la vida llenando tus noches y algunos de tus días.

Le soy fiel y presiento que por eso -por ser fiel- al viento, con su lengua de aire y alma de libélula asustada, va tatuando en la arena de mi carne iniciales y mariposas, pájaros que vuelan hasta esconderse detrás de la piel, y flores que se hacen enredaderas de pétalos en blanco y negro.  -Claro oscuro de genas y tintas que de tan negra es azul-.

Mis límites, mis orillas, mis bordes son un bote de cristal  transparente, tan limpio como la inocencia del abuelo que se rindió al alzhéimer, dentro atesoro caramelos de color ámbar y de sabor dulce como el hueso del dátil. Soy el niño que lo apretuja sobre el pecho como indicando que aquel tesoro es mío y solo mío... Sin tener en consideración al quinto mandamiento de las tablas de Moisés.

Por mis balcones se escapaba la música. Todas las almas tienen balcón y ventanas, todas las almas se asoman fuera del cuerpo por los ojos y por  los huecos que se dibujan entre las manos cuando las unes a las de otros  para que dejen de sentirse solas y lejanas.

En mi sueño no escribo una palabra de menos ni dibujo alguna de más. Todas las palabras son necesarias, incluso las que aún duermen en el diccionario porque jamás las oíste ni escribiste. Las palabras son de presencia o de ausencia, anuncian días de gloria y días de guerra, abrazan o separan. Las palabras son letras y silencios, silencios que cantan o que lloran o que sueñan... Yo colecciono palabras de verdad, de agua y de azúcar, y tengo un álbum de muchas hojas donde cada una de ella está escrita sobre recuerdos de mi infancia o mi juventud.

Espero, descanso la voz. Me dejo llevar y permito que por tu garganta  baje la caricia del agua de esos pensamientos que me dan carraspera no solo en la garganta. Espero y escucho en vez de hablar en sueños. Mando que cese el aleteo de las manos y de los brazos, que se tornen cuerda  que en vez de atar al viento lo desatan. Es difícil ser quien se es, casi siempre nos comportamos como pensamos que vamos a gustar más a los demás, como intuimos que los demás nos ven o desearían vernos. Soy una moneda con su cara y su cruz... En ocasiones solo muestro la cara y, a veces, permito que otros imaginen la cruz. Cruel cruz. No soy yo. Me despierto.

Prohibido despertar... prohibido despertarme. El deseo de despertar es un intento de huida, de traición para conmigo mismo. Un pecado capital por el que no me impongo penitencia y hay que mantenerlo en secreto. Me prohíbo despertar y sentir sobre las palmas de los pies el frío roce del alambre de la cotidiana tristeza ajenas de quienes me reciben en sus casa, o de los que se sientan al otro lado de la mesa del despacho o son una fecha, un número o una compugida lágrima de impotencia... Es cuando necesito que llegue la repentina alegría y sentir el aire en la cara, aunque sea aire de  calor y ceniza... Y las margaritas huelan a rosas y las rosas a jazmín y el jazmín a la nada. 

¡Despierta Lalo...despierta! ¡Desentumece los deseos que tienes escondido entre los dedos! ¡Lánzalos al aire de la noche para que sean calor y cenizas!
Abro el paraguas de los sentimientos, y de las emociones y me subo en el pájaro rojo de la realidad. ¡Que triste despertar!