Como
si no lo supieras me preguntaste el nombre. Quise mirarte a los ojos
mientras que en mi cabeza giraban y giraban estas preguntas: ¿Acaso
no lo sabe?, ¿No lo recuerda?...¿Esta bromeando?... Y antes de
alzar la mirada tu contestaste susurrándome al oído: "Sí lo
sé, si lo recuerdo y no, no estoy bromeando". Fue entonces
cuando mi mirada alcanzó la tuya y me devolviste el reflejo de mis
pupilas en las tuyas. Con voz entrecortada, temblando -no sé si de
miedo o de emoción- te respondí. Me escuche como silabeaba mi
nombre y apellidos, y percibí un eco lejano dibujándose entre el
sonido de las letra y el infinito de tu presencia. Cuando la ultima
silaba salió de mi boca sentí la misma sensación que debe
experimentar esas cometas que con la brisa del mar sube y suben
haciendo serpentear entre los dedos del viento una cuerda repleta de
lazos de colores y banderines de seda. Soy cometa, me dije. Cerré
los ojos. Los tuyos, tus ojos se volvieron paz dibujada en un lejano
horizontes quizás el mío- porque sin anunciarse ni intuirse se
desvanecieron las sombras, los
rincones y las esquinas. Por un momento fui luz, claridad furtiva,
destello o llama nerviosa del candil de la vida. Sin duda el aceite
de aquel candil eras Tu. Yo solo un pez nadando en tu agua.
No
sé cuanto tiempo pasó, si fue un instante, un momento o una
eternidad. El tiempo deja de existir cuando en el alma toca la
voluntad de quien la creó, o cuando la mirada huye de la luz y
cierras los ojos porque tanta claridad te ciega. Eres un pájaro que
se mira en el agua, yo desde el fondo del río te presiento.
Como
si yo no lo supiera me pregunto que siento. No me da tiempo a
responderme, Tu contestas por mi. Caigo en la cuenta que un hilo,
quizás de agua y luz -como el de las telas de araña, o como el que
se trenza en la urdimbre del paño de los turbantes o las túnicas
mas sagradas- nos une. Me siento importante, un privilegio que me
gané por el mero hecho de ser persona y, claro está, porque Tu,
aunque no recuerdes mi nombre o juegues a despistarme, fuiste mi
hacedor y el que ordenaste a la luz que iluminara mis ojos, que el
aire entrase y saliera de mi pecho y que la sangre roja fuese el agua
de la vida, de mi vida.
Como
si yo no lo supiera me pregunto que siento... Tu, con tu silencio,
respondes y pones orden en mi desorden y voluntad en mi apatía. Tu,
que eres luz, quizás preguntes mi nombre para llamarme y esconderme
en tu sombra, y así librarme de todo mal, amen.
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