CHAVELA PUBLICO EN SU PAGINA DE FACEBOOK:
Cuentan que hace muchos muchos años,
el más anciano de la aldea, sabio porque había cumplido más de cuarenta años,
que en la aldea todo se legislaba para el pueblo y con el pueblo y que, nunca
llegaron a construir una cárcel, no fue necesario, que todos juntos cultivaban
la tierra, que era de todos, y muy fértil. Ninguna familia había pasado hambre
ni tampoco ninguna se había enriquecido, todos habían construido sus casas, con
la ayuda de los demás...Me lo acabo de inventar, confieso, pero ¿a qué sonaba bien?
Y yo le dije que usaría su reflexión para escribir un relatillo....
…La tarde -que tenía un vestido de
gasa fría del mismo color que el que usan los ángeles cuando no quieren ser
vistos- se quemaba en el horizonte; sus llamaradas no eran ni frías ni
calientes, ni altas ni bajas, ni rojas ni azules…Un grito de silencio que
hacía que las aves volaran alto y los recuerdos buscaran cobijo en el lado más
íntimo del corazón…
Así hablaba el anciano del aldea con voz entrecortada, los silencios parecían gotitas de agua, con mirada perdida en aquel horizonte
imaginario donde la tarde se hacía crisálida para que la mariposa de la noche
encendiera el cielo de luceros y estrellas. Así hablaba a los siete jóvenes, hijos
de la aldea dónde, con él, vivían siete veces siete adultos. El anciano no
tenía más de cuarenta años, 14.600 días de vida, muchos minutos y casi una
infinidad de segundos que le hacían tener la sabiduría
en la punta de los dedos, en el filo de la mirada, en el silencio de las palabras o en la huella que su aliento dejaba en el aire.
En la aldea, sus siete
veces siete habitantes, nunca se habían guiado por leyes escritas, no
sabían enumerar capítulos, artículos ni normas, sólo empleaban los números para
ordenar los días rojos de un almanaque imaginario que colgaban en la fachada de
la casa del más anciano. Cuando entre entre ellos necesitaban poner orden, o
fijar preferencias por algún tema o asunto, todos debían exponer
su opinión, pero su opinión sin expresar en ella su interés personal o particular, y sí poner por encima el
interés de los demás. De esta forma llegaban rápidamente a acuerdos y nadie se
sentía defraudado por ninguna norma o por ningún deber ya que todo eran
derechos.
El anciano seguía explicando a
los más jóvenes que en la aldea, al contrario que en otras vecinas, nunca
había tenido ni cárcel ni calabozo, que
no recordaba que nadie hubiese sido juzgado por malhechor, criminal,
traidor, ladrón… En ese momento los jóvenes comenzaron a levantar la mano para
preguntar al anciano, éste, se dio
cuenta y rectificó su discurso…Su sabiduría le avisó de que los jóvenes no
sabían el significado de aquellas palabras: malhechor, criminal, traidor,
ladrón…
La tarde continuaba gritando silencios mientras continuaba quemándose
en el horizonte… Siempre hemos tenido muy buena tierra, la naturaleza nos
regaló el don de la esperanza, de la confianza, de la fuerza invisible que nos da el universo cargado de un orden tan desordenado que es difícil de
entender por nuestra mente de papel cuadriculado, sólo algunos hombres sabios
supieron dibujar el hilo que nos une los unos con los otros, la cuerda que nos
ata con el abismo y el cielo, la soga que nos amarra al universo y la cadena
que nos hace prisioneros de nosotros mismos… En nuestro aldea no hay ni ricos
ni pobres, ni feos ni guapos, ni válidos ni inválidos, ni dependientes ni
independientes…Nuevamente un ejército de brazos se levantaron para preguntar…
El anciano había vuelto a olvidar que el significado de ciertas palabras en su aldea no era conocido.
La tarde con su vestido de gasa
fría, del mismo color del que usan los ángeles se había convertido en
luciérnaga, en una luciérnaga que convertía el horizonte en el amanecer de la
noche, de una noche donde una buena amiga se cobija no sin antes desear a todo
el que la sigue en el Facebook felices sueños.
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