lunes, 4 de agosto de 2008

OTRA ESCAPADA AL MAR.

El pasado sábado me volví a asomar al mar. En esta ocasión el balcón fue distinto y un poco mas lejano: una playa extensa, extensa...casi un desierto de arena y agua...entre Matalascañas y Mazagón... "Playa de Rompeculos"; sí, anque curioso y musical es el nombre de este parajare; le viene dado porque en sus arenas se rompen con frecuencia los culos de las barcas de pescadores ya que hay una extensa franja en la que entre el agua la arena, entre la superficie y el fondo exste poca profundidas; y es verdad, te puedes dar un largo paseo hasta que el agua te llega a ese sitio que hace que nos encojamos y nos hace decidirnos a darnos el chapuzón o dar la vuelta... ya me entiendes dónde.
El mar, la mar...azul, azul, azul....parecia salida de un cuadro de Dalí; su olor, un aroma salado que tamizado por el frescor de los cercanos pinos hacía que su orilla sudara resina salada como perfumada de esencias y aceites orientales...azul, azul, salado y dulce e un equilibrio que me hizo sentir una especie de echizo...algo mágico...algo sobrenatural, divino, impaciente...en definitiva una sensacion tan agradable que era un regalo inesperado para no se bién cual de mis sentidos.
El horizonte apuntaba hacia el infinito, era una linea perfectamente recta que actuaba de frontera entre lo mágico y lo real, entre lo finito y lo infinito...entre lo próximo y lo lejano...entre aquí y allí... es como si el azul del cielo se destiñera y se hiciera agua azul con espuma blanca de vez en cuando y con brillos de sol encendido en plata a cada trecho.
La orilla era un continuo ir y venir de granitos de arena mojada y por encima agua con pompitas blancas...como hirviendo por la intranquilidad de dejar de ser agua. La orilla es el lugar donde el agua se disfraza de ola de espuma y donde el mar habla...una sonido, un pausa...otro sonido...un silencio otra palabra: a veces un susurro que enamora y mece los sentimientos, otras un sonido dificilmente de escribir con signos, letras o gestos...unas veces te arrullan, otras te alertan...otras te hacen sentir escalofrio en el alma. La orilla, donde el agua se hace canción de cuna o aullido de lobo, trueno de trompeta, trueno de tormenta, trueno sin nubes que se rozan en la lucha por la conquista del cielo... trueno de agua. La orilla de harina tostada, de arena, de azúcar moreno, de arena, de encajes de yema tostada....si, en la orilla el agua se abre y se torna abanicos circulares dibujando medias ondas que parecen jugar a pillarse unas a otras...los filos blancos, desvaneciéndose con un leve susurro que en un tris se hace silencio.
El mar en su ir y venir en ese viaje infinito por caminos de agua...la playa que espera el abrazo de la espuma... la arena, destino de los suspiros, los susurros, los latidos...de las palabras del dialecto del mar que nadie sabe traducir...espejos en la brisa, espejos en la orilla, espejos en el infinito límite de la poesía que fuí escribiendo en la página invisible de las nuevas sensaciones que en esta nueva cita con el mar me fué dictando una ola traviesa.