
Las rosas duermen, respiran con lentitud, ahogan su fragancia con las invisibles manos del rayo de sol que les dio vida. Hoy, que el cielo se ha desteñido y ha cambiado su azul por el blanco -casi gris- mortecino y melancólico de las aburridas nubes, las rosas encienden sus corolas y transforman los pétalos en lacias lágrimas de color, en suspiros de aire y en tornasoles transparentes. Hoy, no ayer ni mañana, hoy las rosas olvidan que tienen espinas para defenderse de tanta ofensa, de tanto insulto mudo, de tanto fervor de los que rezan en los telediarios y en el blanco y negro de las editoriales de los periódicos. Hoy es buen día para escribir un cuento de príncipes, hadas, princesas y brujas encantadoras de tormentas. Sí, porque hoy siento que las rosas, las mías, se han tornado mariposas y vuelan hacia el incomprendido infinito.