Pasan las horas, se gastan como la luz
antes de hacerse sombra. Arriba, en el azul casi gris del último
cielo de la tarde, Selene sonríe. Atropellada por una nube que da
tumbos sin saber fijar un rumbo, nube que va y viene que sube y baja,
que se hace corazón tatuado o caballito de mar.
Me aparto para dejar pasar al silencio,
arrogante, enigmático, intrigante... El tirano de las emociones que
teje a tu alrededor una crisálida de hilos de aire, de hebras de
viento recién parida por la sal que hace brillar la cresta de la
ola. Ola de un mar que amenaza con salirse de su molde, con hacerse
remolino de agua donde el pánico hacen gritar A las sirenas mas
hermosas. Yo, Ulises, maniatado con las cuerdas del destino,
ensordecido por tapones de cera, sueño que pasan las horas, que se
gastan como la luz antes de hacerse sombra y que el azul casi gris
del último cielo de la tarde, despiertan mis instintos más básico
y me dejo morir en el viento, en la tormenta de una palabra: yo, serenamente sereno.