martes, 24 de noviembre de 2015

BREVE CONFESIÓN DE ESTADO DE ÁNIMO. (intimo)


Hoy es uno de esos días de los que siento latir el corazón en la yema de los dedos, uno de esos días en los que en el amanecer de mis  horas son los minutos ajenos los que mandan, como siempre con la intención de hacer del tiempo el esclavo eterno enterrado en arena. 
Por la calle va pasando un payaso disfrazado de hombre burlón y pendenciero, busca una plaza de aparcamiento entre las nubes, o quizás al lado del primer rayo de un sol cansado y aburrido de amanecer siempre por las mañanas. Ese hombre se parece a mí, lleva atada a sus labios una sonrisa inventada delante del espejo, y con su dedo índice apunta inquisitivamente con la intención de señalar el olvido que lentamente le viene encima. No recuerdo que cené anoche... dulce de membrillo con queso... ¿quizás?. 

Este otoño ha sido una primavera sin olor a césped cortado, una primavera de lunas diversas que juegan a tapar la calle... que no pase nadie. Sin flores porque los crisantemos explotaron antes de ser olor y color a la sombra de alguna lápida fría y muerta. Giran los pensamientos sin orden ni concierto... Los ojos miran y no ven al alma escaparse entre la seda de la nada y el cristal del cielo. 

Con la yema de los dedos, cuando dejo de sentir los latidos, repaso el contorno de mi rostro y dibujo de mi el perfil más exacto... Me encuentro y retornan las esperanzas verdes, las mariposas convertidas en libélulas revividas de la madrugada y la magia que hace que cada cosa esté en su sitio... Me conformo. He conseguido aparcar justo al lado del laberinto de papel y papeles que espera sobre la mesa. Nunca fue la obligación tan obligada como en este momento. 
Pierdo la memoria y el hombre burlón y pendenciero se entretiene ordenando palabras, una tras otra, para que cuando la primavera de este otoño se convierta en invierno tener con que hacer una candela donde se calienten los sueños.


Sed felices y compartir la felicidad.