En el circo, tan redondo como el
cucurucho de un helado puesto boca abajo, hondeaban sus banderolas al aire
entrecortado que a veces soplaba hacia Hornachos y otras hacia Bienvenida... En
estos días de fiestas patronales los acontecimientos y eventos se suceden unos
a otros, por la mañana carrera de galgos, luego de bicis, por la tarde los toros, después la función de circo, mas tarde el baile... De tal forma que no se hacen competencia entre sí, de esta manera el
vecindario está entretenido y contento los tres días que dura El Cristo.
Las hermanas, Concha y Margarita,
expectantes, observan desde la ventana como el entoldado de banderitas que cubre el
cielo de la plaza, son de fino plástico, a prueba de chaparrón fortuito y de
tormenta asustadiza, son largas cuerdas de las que cuelgan banderas de España, de Extremadura, de la
Comunidad Europea y algunas intrusas de otros países. Ondean rozando el
aire. Antes, las banderitas, eran
triangulares, de papel y en un mismo cordel las había de muchos colores, y
estaban puestas mas juntas, sonaban de otra manera, y si llovía dejaban de ser
banderas y deshechas colgaban como hebras enmarañadas de papel... Normalmente las fiestas
del Cristo comienzan o terminan con un buen chaparrón.
Fermina, la vecina que las visita de
vez en cuando a las hermanas para contarles lo que otras no se atreven,
irrumpió en la sala donde Margarita y Concha
jugaban a poner y quitar frases y comportamientos absurdos en la boca y
en la vida de Amparo. Fermina sujetaba entre las manos una pequeña bandeja de
cartón con una blonda de papel blanco que asomaba por los extremos, estaba recubierta por un papel trasparente de
celofán que impedía que el azúcar de las rosquitas borrachas se derramara como
nieve dulce que cae no se sabe bien de que cielo o de que nube.
–
¡Buenos
días.... buenos días! Repitió dibujando en su cara una sonrisa mitad bondadosa
mitad forzada.
–
¡Buenos
días Fermina!... ¡Buenos días...! Contestó Concha sin mirarla mientras acercaba una silla a la ventana
entre abierta.
–
¡Que
tempranito vienes hoy!... Madrugaste, y eso que trasnocharías porque los fuegos
terminaron bien tarde... Le dijo Concha mientras se acomodaba en la silla.
–
Sí,
sí... bien tarde porque parece que la gente se ha acostumbrado a dejar para la
última noche de rifa todos los regalos... ¡Como si no hubiesen tenido noches de
rifa!
–
¿Y
que tal se ha dao este año? Preguntó un tanto indiferente Margarita.
–
Pues
no sé, no sé... Entre semana ha estado más bien floja, mucha maceta vieja y
demasiadas bandejas de dulces caseros hechos por las mujeres de los que están
en la directiva de la Hermandad.
–
Si,
vamos como todos los años... !Que si no fuese por las mujeres de los de la
Hermandad no sacarían en la rifa ni pa pipas! Dijo con tono insolente Margarita.
–
¡Mujer!...
No digas eso que también se donan otros regalos... Claro que antes se rifaban
hasta borregos, gallos, parejas de gansos, de patos... cestos de nueces, de
almendras y avellanas, pimientos de asar... y hasta costales de trigo. En la
cara de Concha parecían dibujarse aquellos recuerdos de su infancia y juventud,
hasta se emocionó cuando dijo: ¿Recuerdas?... Mama un año dio para
rifar un periquito azul que era muy escandaloso y que a ella la sacaba de sus
casillas....
Tras un momento de silencio, las mujeres se acomodaron delante de la
ventana, en medio de las dos hermanas Fermina sostenía sobre sus rodillas la
bandejita de rosquitas borrachas, creando en las hermanas la incertidumbre si
era un regalo para ellas o lo llevaba para otra persona.
–
Pues
este año se dijo, y hasta se enseñó por el Internet, un cuadro pintado al oleo de
la Virgen nueva... Pero al final dicen que no se ha rifao porque el Lalo, el pajarero, se
mosqueó con alguien de la Hermandad y no lo ha donao. Comenzó a decir Fermina con la intención
de contar a las ancianas el suceso... Todos, o casi todos los de la Hermandad sabían
que había pasado algo en la ermita del Cristo cuando estaban terminando de vestir a la Virgen.
–
Ufff...
yo eso del Internet, y de los telefonos sin cable no lo entiendo... ¡Son
armas que carga el diablo... como las escopetas! Dijo Concha dándole más
importancia al anuncio por Internet que a lo sucedido.
–
Ya,
ya... Aquí, en el pueblo, se ha dicho que el pajarero y su amigo, su novio, o
su marido... o lo que se sean... Son los que han mediado para traer la imagen
de la Virgen y que han estado con los de la hermandad haciendo y deshaciendo. Han
dicho que hasta uno de ellos ha sido el que la ha vestido para su bendición. Dijo Margarita claramente con la intención de que Fermina continuara narrando
la historia de lo que ya había insinuado.
–
¡La
gente habla mucho!... ¿Vas a hacer caso y vas a creer lo que digan? Dijo Concha, seguramente refiriéndose a la
conversación anterior en la que Amparo era la protagonista.
–
Margarita,
Concha tiene razón... han sido ellos los que con la complacencia de la
Hermandad han dispuesto como debía estar la Virgen para la bendición, por elegir... hasta las flores... Rosas
blancas y azucenas de color malva. Además
la estampa que repartieron en el besamano es de una foto que ellos hicieron...
Desde luego, voluntad y gusto tienen y saben crear opinión, porque intencionadamente,
o no, habría que preguntárselo, le pusieron a la Virgen Santísima un lazo
grande, muy grande caído sobre un lado de la saya, un lazo que no dejaba
indiferente a nadie… A mí me encantó
porque le daba a la Virgen altura, y eso que es grande, y un porte y un plante distinto a
la tristeza de los trajes a los que estamos acostumbrados. Claro que, como
siempre, nunca llueve a gusto de todos.
–
Me
imagino, y más en este pueblo que no somos muy dado a acoger modas... Claro que
ya la madre de uno de ellos, la hija del
pajarero, en su juventud pasaba por ser de las modernas del pueblo, de las que
marcaba tendencias y ponía de moda
trajes y peinados... Así que no me extraña que le ponga a la Virgen
cualquier cosa que a los demás nos parezca inusual. Pero aun así, me la imagino
espectacular, como una reina, vestida para la ocasión, para su bautizo, para su bendición... ¡Ya
tendrán tiempo de vestirla de luto cuando se celebre la pasión de su hijo! Además, ¿A quien en su bautizo se le viste de duelo?
–
Bueno,
bueno... ¿Y por qué el enfado de estos dos? Pregunto Margarita.
–
Pues
según ha contado uno, a alguien en La Cantamora, todo ha sido debido a un
desprecio y una desconsideración hacia ellos por parte de la Hermandad.
–
Bueno,
bueno... ¿Pero que se han creído estos dos... Que van a venir al pueblo a
cambiar nuestra manera de hacer las cosas y encima hay que rendirlos pleitesía?...
¡Hasta ahí podíamos llegas! Dijo enfadada Concha.
–
Que
no, mujer, que no... Que ellos no o hacen con esa intención, que están siempre dispuestos para cualquier colaboración y regalan su tiempo... su experiencia y yo creo que a veces hasta sus
dineros, para que se hagan cosas nuevas, o mejorar las que hay... Habrá que
tener cierta consideración, digo
yo. Y si no... Pues no haber contado con
ellos, o haberles dicho con claridad: ¡ ea... muchas gracias por vuestra
colaboración y hasta otra!... Pero no ha sido así,porque en el tema de la Virgen se ha contado con
ellos para todo.
–
!
Bueno, pero sigo sin enterarme el porqué del enfado!
–
Verás...
Te cuento lo que yo sé, que lo mismo hay más, o es de otra manera… A saber…
porque como lo exageramos todo o le damos la vuelta… A saber: resulta que el que hace las fotos
las tiene de todos los acontecimientos que se han ido produciendo relacionado
con la Virgen, tiene fotos de cuando la enseñaron a la Junta de la Hermandad
por primera vez, de cuando fue una representación a Córdoba a verla, de cuando
ha venido al pueblo, de cómo se le han ido haciendo la ropa, de cuando se ha
elegido la estampa, de cómo se ha vestido y como se estaba poniendo para el día
de su bendición... Le quedaba por hacer, precisamente, las de la bendición, y
con todas pensaba hacer un álbum y regalárselo a la Hermandad para que
tuvieran un reportaje de todo el proceso, una especie de historia de la llegada de la Virgen al pueblo. Pero en esto una de la Hermandad,
después de estar todos de acuerdo de que no entraba nadie mientras se vestía y
se ponía la Virgen en su sitio para la bendición, casi terminado todo esto, deja entrar a uno del
pueblo con su cámara para hacerle fotos, que según ella dijo era un reportaje particular y privado y que ella lo había autorizado porque era amigo
suyo. Fue entonces cuando el pajarero se enfada y dice que no está de acuerdo.
Y es que, al parecer, con ese vecino ha tenido ya sus más y sus menos, porque
le ha criticado mucho y ha llegado hasta sus oídos, así que le tiene dos dedos
de interés. Lo cierto es que los dos “artistas” se marcharon muy disgustados. !Menos
mal que todo estaba terminado!... y el vecino invitado, como un gran
retratista, se quedó para hacer un reportaje exclusivo del evento, a hacer él
las fotos del trabajo que los otros dos habían hecho.
–
!
Que poca consideración!
–
El
pajarero, cogió tal cabrero que incluso le dijo al Hermano Mayor que no
asistiría a la bendición. Al final si fue
porque su amigo, su marido o lo que le sea y el Hermano Mayor lo
convencieron... Las aguas volvieron a su cauce a pesar de que allí estaba el
susodicho aprendiz de fotógrafo haciendo gala de su exclusividad, pero la tranquilidad duró poco, si, si. si.... hasta el día siguiente cuando ve que el reportaje
privado y personal, según la de la hermandad, aparece en Internet, y
a la vez unos comentarios maliciosos, veladamente dirigidos a él que le causan
tal estupor y tal malestar porque parecen mofarse de él… como por ejemplo: Decía
Francisco de Quevedo "Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir". Refiriéndose a la donación del cuadro que después no se rifó, o en cuanto al discusión en la ermita: "Lo único capaz de consolar a un hombre por las
estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas".
–
¿Lo
ves?... Los ordenadores... ¡Como una escopeta carga por el diablo!
–
El
pajarero, se siente engañado y explota como cualquiera... y decide lo que decide...
que no quiere tener relaciones de ningún tipo con la Hermandad del Cristo,
incluida la rifa del cuadro de la Virgen. Lo que más le duele de todo, es que
le mintieran y encima lo hicieran delante del Cristo y de la Virgen... Él, que
dicen que es muy escrupuloso con estos temas de iglesia, pensó que esa manera de obrar no es digna ni cristiana y que se retiraba
llevándose intactos su amor y su devoción por el Cristo y la Virgen. Y no es de
extrañar este comportamiento cuando casi todos
los de la hermandad, incluidas esposas, habían presenciado y
escuchado la discusión, o al menos
sabían que había pasado algo, y en vez de
preguntar y actuar en consecuencia, guardasen silencio como si no fuese con ellos el tema.
–
¡Por
Dios!... Si es que esta gente que “son como son“.... Son tan... Tan... Sentimentales que todo les duele y a todo les dan tata importancia... Dijo
Concha complacida.
–
Si,
si... Pero eso se lo hacen a uno del pueblo “que no sea como ellos son” y terminan a
puñetazos dentro de la iglesia... ¡Nos conoceremos! Contestó Margarita.
–
Si
es que en este pueblo... Ya se sabe...
Tras
la conversación se hizo un silencio como el que se hace para reflexionar antes
de confesar los pecados, las tres
mujeres se miraron indicándose sin hablar que aquellos acontecimientos les daba
igual, que lo realmente importante es que la Virgen fue bendecida y que los
comentarios de unos y de otro terminaran como las rosquitas borrachas, que
permanecían en las rodillas de Fermina, envueltas en un papel trasparente que
impide que el azúcar sea nieve dulce por el suelo, o siendo manjar de paladares
sucios y de frases de otros puestas al
servicio de envidiosas intenciones.
–
Bueno ya me marcho, que voy a llevar esta bandejita
de rosquitas borrachas a la Antonia, a ver si se le endulza un poco el
semblante.
–
Bueno
pues adiós mujer... Muchas gracias por el ratito de conversación. Dijo Concha
sin apartar los ojos de la bandeja de dulces.
–
Cuando
vuelvas, tráenos una foto de la Virgen, que me han comentado que venden unas
muy bonitas porque se ve al Cristo dentro del aro de estrellas que la corona, y
si se le ve el lazo mejor que mejor, porque así podremos opinar con propiedad y no con imaginaciones.
Como
de costumbre las tres mujeres se despidieron con un sutil beso en las mejillas,
Fermina volvió a poner la silla junto a la mesa y, sin hacer ruido, cerró la puerta de la sala. Las
dos ancianas continuaron mirando el movimiento nervioso de las banderitas de la
plaza. El cielo gris era un presagio de agua.
(continuará)