!Avanza!
Y
si la tierra que buscas
aún
no ha sido creada, Dios hará brotar para ti
de
la nada
otros
mundos
que
justifiquen tu audacia.
(Schiller)
Cuando
las tardes de verano se hacen siesta, ensoñación o cabezada a la
sombra del moral, es el momento en que los recuerdos son agua de
manantial y bullen como las flores del almendro cuando llega el mes
de Marzo. En ese momento pienso que Dios se aleja en silencio, o que
se marchó a otro de sus mundos a esconderse tras un silencio
sospechoso de cansancio y decepción. Yo empeñado en hacerme el encontradizo con El, pienso en ese viaje que me inquieta y a la vez me complace.
Son
momentos para aprender, para entender, para comprobar que “la
gracia” de nuestro hoy es la suma de nuestras incertidumbres, del
inconformismo conformista , de los temores propios y ajenos que nos
asaltan. Son estas “visiones espirituales” las que, aún sin ser
conscientes de ellas, nos hacen buscar la savia vigorosa, la sangre
roja y luminosa de nuestro pasado y de las vivencias, -las vividas y
las soñadas- la experiencia. Si estamos atentos caemos en la cuenta
deque todas estas circunstancias, situaciones -y quizás
ensoñaciones- son la semilla de nuestro futuro. Es sin duda una
bonita oración que Dios, desde detrás de su ausencia y silencio,
agradece devolviéndonos el regalo de la tranquilidad de conciencia,
la serenidad de espíritu y la calma del agua resfrecándonos el
alma.
“...
Si quieres aprender a rezar, hazte a la mar”
El
mar. La mar hace feliz a quien le permite que su inmensidad se le
refleje en la mirada. El mar es la imagen y la presencia del
infinito mas cercano. Respira con suavidad aún con la inquietud de
las cansinas olas, la desmesura de sus tempestades, los enfados de
sus galernas. Si nos dejamos llevar por su aire escuchamos como el
universo nos habla de la vida, de la gratitud efímera de la belleza
-el castillo de arena- del miedo y la fuerza oscura que habita en sus
profundidades -laberintos sin salida-. El mar es como la eternidad en
movimiento que nos habla y nos hace pensar en fragilidad de nuestro
cuerpo y de nuestra existencia prestada. Nos invita a caminar hasta
su horizonte para que, incrédulos o asombrados o enloquecidos,
comprobemos que tras de él hay otro horizonte por alcanzar. O es el
mismo que huye de nosotros y se nos hace a cada paso mas lejano? El
mar pone profundidad al alma que tenemos escondida no sé donde, y
pone luz y tiniebla a la vez, atracción y espanto, vida y muerte. Es
un camino de agua donde podemos exaltarnos como la ola arrogante y
poderosa o agotarnos como el brillo de la luna cuando en el
horizonte deja de brillar la ultima estrella.
“...
Sin duda eso de rezar es un arte.... Hablar con Dios un privilegio”
“
… El hombre libre siempre amará al mar”
Ante
la palpitación de las aguas no me limito a mirar. Salgo al encuentro
de islas, de tierras lejanas y veo , o presiento, o sueño cómo
hasta mi llegan sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos,
ilusiones desconocidas, un presente incierto y un futuro aún mas.
Pienso, me pregunto, me respondo y en todo ese subir y bajar de
emociones, dudas y sentimientos aún no estoy seguro del poder tiene
la oración.
Dios -desde su silencio-
me habla con voz de agua y sal.
¿Reza
El o rezo yo?
Estoy seguro que el próximo viaje a Tierra Santa, en cualquier atardecer presentiré su presencia y mi alma y todo mi yo se verá recompensado.