Aguanté la respiración, lentamente fui dejando escapar el
aire por la nariz… sentí como el calor del alma se escapaba entre el frio de
aquella sensación que se alimentaba de recuerdos. Un instante, dos, tres…
muchos instantes que alocadamente giraban en cristal de las pupilas, traté de
atrapar una imagen del recuerdo, de ese recuerdo que de tan lejano no era ni
recuerdo. En mi interior, cosido a cualquier costura de la memoria sé que estaba
aquella presencia, por lo que en
realidad no me era ajena su imagen ni su sombra. Solo una mirada al fondo de
los ojos, solo un roce entre nuestras
manos…solo un abrazo prolongado que te corta la respiración porque en te olvidas de respirar. Un silencio, un
volvernos a mirar… volver a sentir el aire penetrando en el pecho y como del
calor del alma nuevamente eres dueño.
Algunas cosas,
algunos acontecimientos, no suceden “porque sí”, tienen “su porque” aunque no sepamos intuirlo en el
momento en que ocurren. Hay encuentros que son tan inesperados que
casi no merecen el nombre de encuentros, hay otros, que por lo esperados y deseados más que
encuentros habría que llamarlos de otra manera, si…quizás… “golpe de suerte”,
porque lo dejas todo en manos de un sentimiento extraño a caballo entre el
recuerdo efímero de pequeños detalles y la marca de agua que te estampa el alma
ante la evocación lejana de lo cotidiano.
En la distancia, frente a los abismos blancos de la oscuridad suena la música, se enreda el aire con el viento y pentagramas imaginarios vuelan como golondrinas negras, golondrinas que agitan el silencio, música que vuela hasta hacerse agua, cristal de los sonidos que son capaces de bordar melodías, de zurcir canciones y baladas, poemas y romances... La música es capaz de hacer que alguien aguante la respiración... lentamente dejar escapar el aire por la nariz... y sentir que las cuerdas del violín son las amarras rotas que dejan en libertad al alma y que te atan a los sueños. Se tu mismo... pero sé feliz... porque los que escuchan tus silencios se meren también ser felices muy felices.
En la distancia, frente a los abismos blancos de la oscuridad suena la música, se enreda el aire con el viento y pentagramas imaginarios vuelan como golondrinas negras, golondrinas que agitan el silencio, música que vuela hasta hacerse agua, cristal de los sonidos que son capaces de bordar melodías, de zurcir canciones y baladas, poemas y romances... La música es capaz de hacer que alguien aguante la respiración... lentamente dejar escapar el aire por la nariz... y sentir que las cuerdas del violín son las amarras rotas que dejan en libertad al alma y que te atan a los sueños. Se tu mismo... pero sé feliz... porque los que escuchan tus silencios se meren también ser felices muy felices.