Para no dormirme mintiéndome, una vez más,
me sorprendí hablando de mí conmigo mismo.
Es el momento en el que a tu
mundo no lo puede imaginar más grande que una canica de cristal encima de la
palma de la mano.
No sé porque comencé a
pensar en los pies, nos arrastran y nos
llevan… ¡son tan grandes para pasear por un mundo de esferita de cristal!, y , al momento caí en la cuenta de que casi nunca solemos recordar cuál fue nuestro último
pensamiento antes de dormir. Al despertar preferimos recordar el sueño y
dejamos a un lado, como si no tuviera valor, ese último pensamiento.
Yo, intentando conversar
conmigo, que nunca quise saber demasiado
de muertes pasajeras y de planos
astrales, de viajes al infinito, de trances mágicos e ilusiones. Yo sé que el
tiempo es una capa que nos cubre goteando pedacitos de instantes y momentos ya
vividos, que es un álbum de cromos aún incompleto y que por eso tiene lugares y espacios vacíos a la espera de que
peguemos en ello la estampa o la vivencia correspondiente.
Quizás al comenzar mi
dialogo conmigo mismo ya estaba entre sueños.
Y sé, sin saberlo, que es mejor ver las cosas, los acontecimientos, los
sentimientos, los pecados y las virtudes propias y las ajenas, de lejos. Separado de la realidad que suele rodearlas,
por lo menos a un paso por detrás, es, estoy seguro la mejor forma de observar
cómo crecen nuestro pensamientos y las emociones burlonas que nos hacen ser ladinos para con nosotros
mismos.
El mundo es una gran mentira
de mapas que no suelen ser ciertos y cuesta recordar, como los sueños.
Los años, que son la suma de
tiempos improvisados ya vividos, a cada
segundo, convertidos en recuerdos, quieren conversa con nosotros…Los años se
pasan porque son eso: una simple suma de tiempo, son unos estantes invisibles en los que vamos ordenando la
experiencia vivida y la soñada, como quien va completando una gran enciclopedia
fascículo a fascículo. Nuestros trocitos de vida, de tiempo, quedan allí ordenados para que nosotros y otros los veamos de cerca, a veces, ni tan
siquiera eso… solo se ve la estantería, la repisa, y no los trocitos de vida que vamos
ordenadamente poniendo en ella.
Comencé a imaginar mi mundo
pequeñito: las distancias entre las emociones, los silencios en la oración
temerosa y el de los pregones altivos, la verdad de los que siempre se la callan… Los relatos breves, los poemas
dedicados, la música sin partitura…las sonrisas, las miradas…Pero amigo, la
introspección es un país misterioso, tejida con temores, vergüenzas, propios y
ajenos, lejanos y próximos…pasados y venideros; te llena de verbos ausentes, te
hace no ver cuando estamos mirando, te colma de cosas inciertas, de tiempos confusos, de verdades a medias, de
orgullos baratos. Es cuando la memoria te resulta atractiva, porque la
presientes insistente e imperfecta.
Todo estos se siente en el
momento justo en que tu vigilia se hace sueño, y sé que es el instante en el
que la música miente a los sentidos…a los cinco, y la quimera de los sueños florece en todo su
esplendor dejando alrededor de nuestra vida ese perfume que nos hace ser únicos
al sorprendernos hablándonos a nosotros mismos.