Me
dejo caer. El aire de los sueños me arrastra al límite del límite… Flotan pompas de jabón con cien colores de tornasol, el aire vuela en la pluma de las palabras, en
las sensaciones que se asustan y no florecen en la mirada, el aire mueve
banderas blancas y malvas… la tarde se hace cometa temblona y túnica invisible
de ángeles y arcángeles caprichosos. Yo, continúo cayendo, sintiéndome semilla redonda y seca a la espera
de la dulce humedad de la tierra recién mojada, de la luz de la estrella
lejana capaz de cegar los ojos cerrados
de la cercana luna… Un cuento, una leyenda, una historia escrita en una
cuartilla con su blanco cuadriculado y su alma amarilla de tanto dormir en la
carpeta de los papeles olvidados. Me dejo caer en el recuerdo, en la ambición
loca de ser gaviota en lo alto de un escenario, de hacerme música que solo
escuchen los sordos, loca ambición de saber
decir en latín tres frases seguidas y entender su significado. Mira, mira… Tengo palomas blancas sobre mi
cabeza, sueños que me revientan las sienes… Palomas blancas , blancas, blancas,
tan blanca como la blanca paloma blanca con la que se disfraza mi tiempo de
espera y esperanza. Me dejo caer,
desciendo en mi altura, subo a lo más profundo, tiemblo y el agua del poeta me
envuelve hasta hacer que mi piel se siembre de escamas, caigo en el abismo
confortable del mar donde las sirenas cantaban para seducir a Ulises, pero de
pronto el Ícaro de mi egoísmo me hace
subir y subir para, nuevamente, dejarme caer sobre … Libélula de cristal,
pajarita de papel, caracola, grano de sal, silencio verde, susurro de ola,
caricia del viento que hace ondear la bandera malva y naranja con la que me
envuelve la tarde.