Te
estoy escribiendo, y tú, me estás leyendo.
Esperas que te
entretenga con una historia ingeniosa, con un poema en gris o con
algún comentario de esos que brotan desde la fantasía o de mi
sinrazón. No me censures si estas líneas no tienen un estilo
impecable, que sean literariamente perfectas... Tanto como mi respeto
hacia ti.
En honor a la
verdad, en esta ocasión, no hay historia, ni tan siquiera interés
en inventarla.

¿Qué busco? Normalmente, mi objetivo sería distraerte, comunicarme contigo y hacerte pasar un buen rato con un cuento, con una historia o con algún pensamiento y, a la vez lanzar palabras al aire con la intención de relajar mi espíritu y descargar esas tensiones que se van acumulando hasta que sentimos que “algo” nos está doliendo.
Si me lees a menudo,
te habrás dado cuenta de que yo no soy de filosofías profundas ni
reflexiones con cátedra, sino más bien de los que dejan en libertad
al alma y a la intuición para que mascullen cuentos o poemas, los
que no hay más objetivo que soñar despierto, y olvidarse del
minutero con el que el tiempo va marcando el ritmo de nuestras vidas
y de los acontecimientos, que sin ser conscientes de ello, se van
acumulando hasta convertirse en historia.
Ahora, si te robo un
poco de tu tiempo es porque estoy en blanco, en el folio de mis
intenciones no hay previsto que nazca ni un cuento ni un poema, esta
situación de desamparo o desesperanza me preocupa, comienzo a pensar
que lo que escribo no está bien escrito y además no le interesa a
nadie... Mis poesías místicas son un desastre, sin rima, sin
medida, sin principio y con finales muy tristes...Noto que me apago,
que me muero… y eso me asusta lo justo para desanimarme y no seguir
intentando ser un eco en tus pensamientos o en el de algún lector
desconocido. Es como no tener la casa preparada para recibir visitas,
solo de pensarlo te sonrojas por fuera y por dentro.
Tu estas en un lugar
privilegiado, yo no, desde luego. Pero si no hubiese quien baje hasta
aquí, si no hay quien sacrifique su minutero, su alma o su sudor,
¿qué sería de los que necesitamos al amigo, al escritor, al loco
parlanchín, al saltimbanqui de los versos, al hacedor de poemas que
no dicen nada... Para enriquecer nuestras vidas?...Quedaríamos
exiliados de las palabras. Huérfanos del ayer y náufragos en
nuestra propia historia... Seríamos unos lisiados sin el cálido
aliento de los sueños.
