domingo, 29 de septiembre de 2019

CUARTA ENTREGA DEL RELATO: "DEJA QUE DIOS SEA DIOS, TU SOLO ADÓRALE" """ J E R U S A L E N """


"יש אנשים עם לב של אבן
יש אבנים עם לב אדם "
הרב א. י. הכהן קוק

“Hay hombres con corazón de piedra
y hay piedras con corazón de hombres”
 Harav A. I Hacohen Kuk

“...Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén...”

El autobús serpentea por los páramos casi desérticos que unen el Mar Muerto, Qumram y Jerusalén. Una sucesión de cerros de arena blanquecina y rocas aún más pálidas  esconden palmerales verdes, oasis llenos de vida y kibus agrícolas o ganaderos. Alguna cabra “de cuerno retorcido” nos saluda desde su risco y algún caminante solitario y meditabundo “mira de reojo” a las ventanillas del bús, quizá supone  que el hermano viajero llega a su tierra para embarrarse con ella, porque sabe que en esa tierra y en ese barro está más cerca Jesús.


Subidas y bajadas y al salir de un túnel nos topamos de bruces con Jerusalén. El guía tenía previsto ese momento y había acordado con el grupo que cuando el avisara, es decir al salir del túnel, todos debíamos cantar aquellos de: “…Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén…”  Casi todos  aplaudimos con entusiasmos,nos levantamos de nuestros asientos con la intención de no perdernos esa primera impresión que hace historia en el recuerdo y permanece esperando ser evocada de tiempo en tiempo… La primera imagen y la primera sensación de Jerusalén. La emoción fue grande…”Por fin se me cumple un gran deseo” pensé.  Movía la cabeza de un lado a otro para no perderme ni una sola imagen,  ni una sola emoción, ninguna sensación y ni ningún sentimiento.

Jerusalén, a primera vista, me pareció simplemente DESLUMBRANTE. 

Desde el mirador donde paró el autobús el horizonte azul del cielo se mezclaba con torres, cúpulas, campanarios, almiraretes, cipreses… Los padres comenzaron a señalar y a identificar distintos lugares que visitaríamos:
     - Mira… ¿Ves aquellas dos cúpulas en forma de triangulo?... es el Santo Sepulcro.
     - Detrás de la cúpula dorada de la Mezquita está el muro de los lamentos.
     - Mira hacia allá… A lo más alto… aquellos árboles son Getsemaní.
    - Allí puerta de Damasco... Más o menos en aquel trozo de muralla...


El guía explico una costumbre, casi convertida en ley, que la agencia con la que viajamos repetía con cada grupo de peregrino: Repartió copitas de madera de olivo y uno a uno la fuimos llenando con vino de Canaa. Brindamos todos, unos por un deseo y otros por otros. Lo cierto es que el júbilo era como “un bailarín loco”, saltaba de uno en otro entre brindis, sonrisas, fotos y el más puro de los deseos: Shalóm… Shalóm, paz para Jerusalén y sus gentes.


Siempre habia imaginado a Jerusalén  como un hervidero de emociones, un desfile de creyentes, como la yuxtaposición de credos y creencias que entre todos hacen el camino hacia un único Dios.  Pensé que Jerusalén nunca decepciona porque en él están constantemente naciendo oraciones, rezos, ritos, ceremonias y cantos, todos se elevan sobre las torres de sus templos y sobre su cúpula dorada omnipresente.
Jerusalen es un laberinto de sentimientos, de cruces de calles empedradas por pecados y sus perdones, Jerusalén está más cerca de Dios que cualquier otra ciudad de este mundo, incluida Roma, por sus callejuelas se tambalea Jesús atado a un madero y Maria lo sigue con siete puñales de dolor  clavados en su pecho. Por su muralla, dias antes, se tendieron alfombras, se desdoblaron colchas y telas preciosas, se adornaron las puertas y ventanas con ramas de olivos y brotes frescos de las flores del valle de Hinón para recibir, como a un rey a quien después condenarían como un ladrón. Jerusalén es una ciudad compacta, cien veces derribada y mil veces reconstruida.

Desde el mirador de Rehavam, sitio sagrado para cristianos, judíos y musulmanes, en la cima del Monte de los Olivos, se ve un Jerusalén redondo, tanto como una perla, como una pompa de jabón que flota en un aire cuajado de brazos abiertos, de manos cerradas, de espadas en alto, de banderas y banderolas de mil colores. Un aire cuajado de historias, de profecías, de sacrificios y acciones de gracias. Jerusalén, es sin duda, la ciudad de Dios, la preferida por su Santo Nombre, es la Via Sacra del Cristiano que llevado por la Fe es capaz de recostarse en cualquier esquina y rezar, de sentir temblar sus manos al pasar la cuenda del rosario, de imaginar los pies descalzos de Jesús dejando atrás hilos de sangre, cuerdas de dolor, sogas de muerte. Luz de vida y redención. Como Jesús me siento amado, meto la mano en el bolsillo y acaricio el rosario de madera de olivo que llevo consigo, doy gracias por sentirme así. 


Es la ciudad de la muerte y la vida, de la muerte vieja y la vida nueva. ¿Porque eligió Dios esta ciudad? Me gustó la sensación de no sentirme forastero ni intruso, estaba en la casa de mi Padre, en la casa de mi Señor... Estaba en mi casa.

       “Desead la paz a Jerusalén:
            Vivan seguros los que te aman,
            haya paz dentro de tus muros,
            seguridad en tus palacios.
            Por mis hermanos y compañeros,
            voy a decir: «La paz contigo».
            Por la casa del Señor, nuestro Dios,
            te deseo todo bien".


Mis  recuerdos de Tierra Santa son demasiados precisos, demasiado preciosos, demasiados fieles, demasiado frecuentes y en demasiada  cantidad.




EL BARRIO VIEJO. 
EL ZOCO 

Había anochecido, la primera noche en la tan deseada Jerusalén, Un grupo de Peregrinos nos decidimos dar un paseo y así "acallar la curiosidad" que sentíamos a cerca de la ciudad.A buen paso íbamos callejeando por el Zoco, las tiendas ya estaban cerrando. Aquel lugar me lo imaginaba de día como una réplica del Gran Bazar de Estambul. Al día siguiente pude comprobar que estaba muy equivocado, que no había tal parecido. Mientras que en  el Zoco de Jerusalén se percibe que los comerciantes y los clientes propios y foráneos forman parte  de "el Todo", de la vida,de la riqueza y la pobreza, de lo bello y de lo que no lo es, de lo humano y de lo divino, el Gran Bazar de Estambul no pasa de ser "un gran teatro", una "gran fiesta de disfraces" donde nada es auténtico ni nada vale lo que marca su etiqueta o te susurra el comerciante. 
En algunos tramos las calles se estrechan, cuesta trabajo discernir si  los balcones son de una construcción o de la que está enfrente. El suelo, los adoquines está sucio, muy sucio, se diría que los millones de pisadas que a diario deben soportar, van dejando cada una su impronta, su aportación de suciedad... "en vano se esfuerza este comerciante por mantener su pequeño trozo de calle limpio"... Se llega a pensar al verlo con una manguera -igual de sucia que los adoquines- y un cepillo barriendo el agua en un intento -casi vano- de limpieza.


Las tiendas muestran en expositores recostados en la fachada y en sus escaparate gran variedad de género, es como si todo estuviera a la venta. Los collares, pulseras y llaveros se mezclan con los rosarios, unos de madera de olivo, otros de imitación de madera de olivo... los hay de cristal y de plástico brillante que imitan al cristal... Camisetas, pañuelos, pañoletas palestinas, incienso, incensarios, cruces, imágenes de la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de la ciudad, estampas, cuadros antiguos con láminas antiguas que -si te fijas bien- fueron pintadas y enmarcadas antes de ayer... Cajas de dátiles de casi todos los precios, especias que dejan libre su perfume y que- como una paloma de la paz- lo mismo envuelven al musulmán, al cristiano, al judío mas radica o al creyente menos creyente de todos los creyentes...  Bisutería fina, candelabros de plata... Ceniceros, azulejos, cajitas, platos, especieros, saleros, pimenteros, juegos de café, de té... todo hecho de cerámica, de barro cocido en hornos -casi todos- chinos, indios o filipinos. No sé, no sé si me olvido de algún producto, artículo o genero vendible... siiiii: las sandalias de cuero, los bolsos, mochilas, gorras, abanicos y los sombreros... Y todo lo anterior se va mezclando con tenderetes de frutas, verduras y hojas de parra, con alguna panadería donde también se venden botellas de agua fría y latas de bebidas con gas.


El Zoco de Jerusalén debe parecerse mucho a las puertas del cielo, porque seguro que allí se juntan -queriendo entrar- hombres y mujeres de cien religiones distintas, hombres y mujeres vestidos y desnudos de un color y de otro unos más claro de piel codo con codo con los de color mas oscuro. Hombres y mujeres que están llamados, como nosotros, a disfrutar de la gloria de Dios Padre. 
En la casa de Dios cabemos todos, y en Dios somos uno solo.


LA VIA DOLOROSA

EL camino recorrido por Jesús desde que fue sentenciado a muerte por Poncio Pilatos hasta que llegó -cargando el madero de la Cruz- al Gólgota-


Nosotros, peregrinos cristianos, que hemos estado viajando, conociendo y emocionándonos con lugares en los que -de una forma u otra- se  refleja y hasta se presiente de la cotidianidad de Jesús, al llegar a Jerusalen nos topamos con el último camino recorrido por El: "La Via Dolorosa". Durante los últimos 1.000 años es el camino que el penitente cristiano recorre la lo largo de la Ciudad Vieja. Será para el peregrino una nueva experiencia, aún madrugando mucho encontrará en las calles un caos de "ruido organizado", con dueños de tiendas y vendedores compitiendo por captar nuestra atención, algunos pregonan sus precios y exhibiendo sus productos. Estrechas calles de piedra y edificios de piedra a cada lado, hacen de esta una experiencia única donde se suman los diferentes olores de las especias con los colores de pañuelos, cintas y frutas y los sonidos de rezos y oraciones, música que sale de los labios asciende cuan incienso a un cielo que de tan azul parece el mar que vimos en Monte Carmelo.  

Fue aquí, en la Vía Dolorosa en la semana de Pascua, donde los romanos obligaron a Simón de Cirene a ayudar a Jesús cargando con patíbulum de la cruz (Marcos 15:21). Hay catorce estaciones marcadas a lo largo de este rocorrido de dolor. El primero es el Pretorio, donde Poncio Pilato condenó a Jesús y fue cargado con el madero horizontal de la cruz (patíbulum) (Marcos 15:15), En la actualidad encontramos un convento, en su sótano estan las losas de piedra, conocidas como Gabata (Juan 19:13), pavimento de piedra por donde los pies de Jesús deambularon de un lado a otro mientras esperaba la sentencia del Pretor. Debajo de este pavimento hay una gran cisterna de agua construida por Herodes el Grande, que podría haber saciado a los sedientos soldados romanos que se burlaron de Jesús (Mateo 27: 27-31).

Como no pretendo cansaros con la lectura de las peculiaridades de cada una de  las estaciones, he considerado que una imagen vale mas que mil palabras, de ahí que este Via Crucis en 
La Vía Dolorosa solamente os lo describa con imágenes. Tengo la seguridad que al ir viéndolas os asaltaran esas emociones vividas en las calles de Jerusalén al salir el sol.



¿ESTAS IMÁGENES ESTAN ORDENADAS POR ORDEN CRONOLOGICO? 
¿HAY ALGUNA QUE NO ESTA EN SU LUGAR?
¿LA VISTE?

Caminamos despacio, en el grupo hay personas mayores y con ciertas imitaciones para andar. Esta circunstancia originan que el grupo se divida y se hagan pequeños corros, nos van mas adelantados otros se retrasan. Lo que si teníamos todos por igual eran las de seguir con el máximo de recogimiento el camino que nos llevaba hasta el Golgota.
La imagen de aquella procesión que formábamos los 43 peregrinos, la llevábamos por dentro. Son momentos en los -estoy seguro- todos nos sentimos Nazarenos, todos con la carga de nuestros pecados, todos cargando con el pesado madero de ese momento, unos con el madero de la enfermedad, otros con el madero de la soledad, otros con el madero de... en fin, son tantos los maderos...

El camino del Calvario no solo fue recorrido por Cristo. La vía dolorosa también la recorre María, acompañando y consolando a su hijo como haría cualquier madre. Su compañía y consuelo son silentes y escondidos; desde un rincón de la calle, desde el portal de una casa,  desde detrás de un puesto ambulante... Presenciando todo el dolor de su hijo. 
  
Sin saber como mi recuerdo me devuelve 50 años atrás. Recupero del limbo de los olvidos el recuerdo de un Viacrucis que se rezaba a la Virgen Dolorosa. En todas las estaciones  se evoca a María y se la hace centro de y destinataria de nuestra oración. Creo que el rezo de este Viacrucis decaído -como tantas otros ritos, manifestaciones y celebraciones- en desuso. Me ha costado tiempo encontrarlo, porque estaba perdido en algún rincón oscuro de ese armario donde se cuelgan los "recuerdos olvidados", esos que todos llevamos cosido entre la entretelas del alma. 


VÍA CRUCIS DE LA VIRGEN DOLOROSA


Escrito por Madre Adela Galindo.

Primera Estación: "Jesús es condenado a muerte" Oh, Madre Dolorosa... ¿qué sintió tu corazón cuando escuchaste la sentencia de muerte que imponían a tu adorado hijo? Tú que le diste vida, que lo llevaste en tus entrañas, que lo amamantaste, que lo viste crecer, caminar, hablar... serías testigo de su muerte. ¡Qué dolor, Madre, para ti, verlo recorrer el camino pedregoso y estrecho que lo llevaría hacia su crucifixión! María, Madre del injustamente condenado, sé que hubieras querido tomar el lugar de Jesús, pero sabias que era el momento de su martirio. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Segunda Estación: "Jesús carga con su cruz" Oh, Madre Dolorosa... tú que has sentido el gran dolor de ver a tu hijo con una corona de espinas enterrada en su cabeza; tú que has visto su cuerpo con latigazos, sangrando, y su carne con llagas... ahora tienes que ver cómo, sin ninguna consideración, en esa piel tan herida y adolorida, le colocan una cruz. Tú, Madre, sientes en tu corazón el peso apremiante de ese madero que colocan sobre los hombros de tu amado hijo. Y tú, María, sin poder tomar su cruz, aunque eso era lo que tu corazón deseaba hacer. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Tercera Estación: "Jesús cae por primera vez" Oh, Madre Dolorosa... tú que viviste para cuidar a tu hijo, ¡qué duro fue para ti verlo indefenso! María, todo tu ser reaccionó y quisiste ir a recoger a Jesús, acariciarlo, mitigarle su dolor, igual que cuando niño se caía y lo limpiabas, lo curabas. Pero no podías hacerlo, debías solo orar y pedirle al Padre Celestial que le diera las fuerzas necesarias para continuar... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Cuarta Estación: "Jesús se encuentra con su Madre" Oh, Madre Dolorosa... tú corazón no aguanta más el deseo de darle un poco de cariño a tu hijo. Entonces te adentras entre la multitud gritando el nombre que tantas veces llamabas para que fuera a comer, a estudiar: "¡Jesús, Jesús, mi hijo...!", y por fin logras llegar a donde está tu hijo Jesús. Tus ojos llenos de lágrimas y angustia… sus ojos llenos de dolor, de soledad, mendigando de los hombres un poco de amor... En ese momento tomaste fuerzas del amor que le tienes y con tu mirada silenciosa, pero mucho más elocuente que las palabras, le dices: "Adelante, hijo, hay un propósito para todo este dolor... la salvación de los hombres, de aquellos a quienes quieres devolverles el poder ser hijos de tu Padre Celestial. Y regresas, Madre, silenciosa a tu lugar, escondida entre la muchedumbre, guardando todo esto en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Quinta Estación: "Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz" Oh, Madre Dolorosa... qué alivio sentiste cuando viste que un hombre iba a ayudar a tu pobre y destrozado hijo a cargar con esa cruz tan pesada. No sabes quién es ese hombre, sabes que no lo hace por amor o por compasión, pues lo están obligando a llevar la cruz de tu hijo. Lo único que sabes es que jamás olvidarás el rostro de aquel hombre que alivió el dolor de tu hijo... Por eso oras y pides a Dios que mientras carga la cruz, la sangre de Jesús, que corre por el madero, toque su corazón y le haga comprender cuánto amor se revela en esa cruz, cuánta misericordia se manifiesta en ese evento del cual él está siendo partícipe. Y tú, Madre, recordarás por siempre el rostro de aquel extraño que desde ese momento se convirtió para ti en un hijo. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Sexta Estación: "Verónica limpia el rostro de Jesús" Oh, Madre Dolorosa, has estado orando y suplicando al Padre que mueva el corazón de alguien para que generosamente corra a auxiliar a tu hijo. Deseabas que fuera una mujer, para que con su delicadeza maternal aliviara la aspereza y brusquedad que ha recibido Jesús. Y cuando ves a la Verónica acercarse a limpiar el rostro desfigurado de tu hijo, sientes que tu corazón va a estallar. Ves cómo su velo blanco y limpio se posa sobre el rostro sangriento y sudado de tu amado Jesús... Y sabes, Madre, que ante una acción tan amorosa, tu hijo va a dejar una huella de su presencia... El rostro de tu hijo, grabado en un velo blanco... así como está grabado en tu Inmaculado Corazón. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Séptima Estación: "Jesús cae por segunda vez" Oh, Madre Dolorosa... sientes que con Jesús también vas a caer... Tratas de ir a socorrerlo, pero un soldado te detuvo. Tu corazón parece que va a desfallecer; puedes imaginarte el dolor que debe sentir tu hijo Jesús al caer y volver a caer sobre las piedras, rasgándose las rodillas y abriéndosele más las llagas de los azotes. Madre, ¿qué sentías, qué deseabas...? Solo si pudieras llegar a donde estaba tu amado hijo y le dieras un poco de agua, un poco de ternura... Madre, tú querías darle todo con tal de aliviar su sufrimiento y su fatiga... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Octava Estación: "Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús" Oh, Madre Dolorosa... tus lágrimas han ido humedeciendo el camino tan seco y árido que recorre tu hijo; tus lágrimas de amor y sacrificio van mezclándose con la sangre de tu hijo que cae sobre la tierra. Sufres al ver la frialdad de los hombres ante un espectáculo tan doloroso, pero de pronto ves que unas mujeres lloran de compasión al ver a tu hijo tan destrozado y descubres que Jesús se detiene ante ellas... Les dice que no lloren por El, sino que lloren más bien por ellas y por sus hijos... Quizás ellas no entendieron, Madre, pero tú sí comprendiste la profundidad de aquellas palabras de tu hijo. Sabías en tu corazón que El las llamaba a un arrepentimiento verdadero, a que lloraran más bien por sus propios pecados. Tu amado hijo, en medio de su gran sufrimiento, seguía siendo el gran maestro de los hombres... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Novena Estación: "Jesús cae por tercera vez" Oh, Madre Dolorosa... ves cómo los soldados obligan a tu hijo a apresurar el paso para acabar con tan incómoda misión. Lo hacen caminar tan rápido, que Jesús, en su debilidad y agotamiento, tropieza y cae de nuevo. Los soldados le gritan y lo golpean para que se levante... y tú, Madre sufriente, lo único que deseas es susurrar en el oído de tu hijo aquellos cánticos de amor, aquellos versos tiernos y dulces que le cantabas por las noches cuando era un niño. Deseabas abrazarlo y ayudarlo a levantarse para que llegara a su meta final: la cruz. Ya le queda muy poco, y tu corazón está tan desgarrado de compasión por tu hijo, que lo único que deseas es que ya llegue a su descanso... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima Estación: "Jesús es despojado de sus vestiduras" Oh, querida Madre Dolorosa... en este momento recuerdas ese glorioso momento cuando tuviste a Jesús por primera vez en tus brazos, en medio de la pobreza del portal de Belén. Lo envolviste en pañales y lo colocaste en un pesebre. Querías que no pasara frío, que no estuviera desnudo, sino que esa ropita que le habías hecho con tanto amor cubriera su inmaculado cuerpo. Qué dolor para ti, María, ver a tu hijo despojado de su ropa... tú que viviste para cubrirlo, protegerlo y cuidarlo, hoy lo ves indefenso, desnudo... muriendo en la misma pobreza en que nació. Y de pronto ves, Madre, en el rostro de Jesús un gesto de profundo dolor, y es que al quitarle la túnica, también arrancaron pedazos de su cuerpo que se habían pegado a la tela... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Undécima Estación: "Jesús es clavado en la cruz" Oh, Madre Dolorosa... te preguntas si no es suficiente todo lo que le han hecho, pues todavía falta más... Ves cómo colocan a tu hijo en la cruz; ni siquiera podrá pasar sus últimos momentos con algún descanso. No, ahora ves cómo amarran a la cruz su cuerpo herido. Pero, Virgen Mártir, tu corazón se detuvo al oír los martillazos que atravesaban sus huesos. Sus manos y sus pies estaban completamente taladrados por esos clavos. Tú, María, recibes esos clavos como si verdaderamente te los clavaran. Quisieras decirles a los soldados que todo eso no era necesario... No tenían que usar clavos para mantener a tu hijo Jesús en la cruz, pues su amor por los hombres lo hubiera sostenido allí, en la cruz hasta la muerte... Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Duodécima Estación: "Jesús muere en la Cruz" Oh, Madre Dolorosa, estás al pie de la cruz de tu hijo... firme, de pie como toda una reina. Al lado de tu hijo, ofreciéndote como sacrificio de consolación. Y ves cómo un soldado traspasa con una lanza el corazón de tu hijo... y tu corazón, María, en ese momento fue traspasado espiritualmente por la misma lanza... La unión indisoluble de tu corazón con el corazón de Jesús queda revelada para toda la eternidad. Tu corazón recibe místicamente los efectos del traspaso físico del corazón de tu Hijo. Oh, Madre, tu hijo ha muerto, y sientes el dolor, el vacío, la soledad, pero también el descanso de saber que ya el mundo con toda su hostilidad no le puede hacer más daño... Qué grande eres, María; tú, igual que tu hijo Jesús, llegaste hasta el final. Es en la cima del monte Calvario, en esa cruz donde tu hijo es elevado en su trono de rey, que te conviertes en reina. Tu reinado, María, lo alcanza tu gran amor y tu fidelidad en el dolor. Todo parece acabado... y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima tercera Estación: "Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre" Oh, Madre Dolorosa, ahora sí puedes tener a tu hijo en tus brazos. Te parece mentira que aquel niño que tantas veces acunaste, arrullaste y estrechaste contra tu pecho, se vea en ese momento como un despojo humano. Pero lo único que te importa es tenerlo de nuevo en tus brazos maternales. Sabes que no puede sentir tus caricias ni tus besos, pero aun así lo besas y lo acaricias... con tu ternura y tu amor quieres borrarle el horror de lo que los hombres le hicieron. Madre, cómo lo estrechabas, cómo abrazabas ese cuerpo tan desfigurado... Sabías que El había llevado sobre sí toda nuestra culpa, que con su dolor había sanado las llagas de nuestros pecados, que con su ser destrozado había devuelto la belleza a nuestras almas... Y al mirarlo inmóvil en tus brazos solo pensabas que El vivió para amar y ahí estaba la prueba más grande de su amor. Por eso... todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón... ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima cuarta Estación: "Jesús es colocado en el sepulcro" Oh, Madre Dolorosa, nunca dejas a tu hijo, vas con los que lo llevan a enterrar, pues quieres acompañarlo hasta su tumba. Quisieras arreglar su cuerpo, vestirlo, ponerle un manto blanco, suave y perfumado, pero nada de eso se te permite hacer. Recuerdas en ese momento los nueve meses que lo tuviste en tu vientre. Donde lo guardabas con tanto amor, cuidándolo del maltrato del mundo. Y es así como lo depositas en la tumba. Es hora de dejarlo y de cerrar la puerta del sepulcro. Qué dolor, Madre, saber que El se queda ahí y que tú debes continuar aquí en la tierra, enfrentándote a la oscuridad, a la burla, a la indiferencia y al desprecio que aun después de muerto sigan haciéndole los hombres. María, tú caminas despacio, como si no quisieras separarte de tu hijo, pero una gran paz envuelve tu corazón traspasado de dolor... La paz y el gozo de saber que tu hijo muy pronto RESUCITARÁ.


¡¡ QUE EL AMOR TRIUNFE !!
*

EL MURO DE LAS LAMENTACIONES O DE LOS LAMENTOS

Después de pasar por varios controles militarizados, pero sin problema alguno porque enseñas el bolso, la mochila y pasas, llegamos a una gran plaza y al fondo, como si fuese un gran decorado de piedra, de pura piedra y oraciones en todos los credos se alza "El Muro de las Lamentaciones", "El Muro de los Lamentos"... El Muro de los Lamentos es sagrado para los judíos debido a que es una de las pocas partes que quedaron en pie despues que los romanos destruyeran el Templo de Jerusalén.

Repasando la historia se concluye que el Primer Templo, o Templo de Salomón, fue construído en el siglo X adC, y destruido por los babilonios en el 586 adC.
El Segundo Templo fue reconstruido por Esdras y Nehemías a la vuelta del Exilio de Babilonia, y vuelto a destruir por los romanos en el año 70 de nuestra era, después de la  denominada "Gran Revuelta Judía". Así que cada templo se mantuvo en pie por unos 400 años. 

De acuerdo con la leyenda, cuando las legiones del emperador Tito destruyeron el templo, sólo una parte del muro exterior quedó en pie. Se dice que Tito dejó este muro para que los judíos tuvieran el amargo recuerdo de que Roma había vencido a Judea (de ahí el nombre de Muro de las Lamentaciones).
Durante los tiempos del Primer y Segundo Templo, los Judíos de toda Israel peregrinaban a él tres veces al año. De 1948 a 1967, durante la ocupación árabe de Jerusalén, a los judíos les fue prohibido acceder al Muro. Con la liberación de Jerusalén, en 1967, el lugar quedo abierto para que el pueblo Judío pudiese orar en su lugar más sagrado. 
Me pareció un gran espacio, un gran teatro donde unos y otros -árabes y judíos- representan sus intereses, hacen valer su voluntad, hieren en su orgullo al que no es como ellos y hacen de lo individual, de su individualidad, el arma más importante para imponerse a la voluntad de los demás... Para ellos "los demás están de más"... Pienso que quizás nos utilicen para practicar con nosotros la caridad y así silenciar sus conciencias altivas y arrogantes...

Para acercarse al muro, una vez que estas dentro del recinto de la plaza, tienes que evitar cientos de miradas, tanto que es como si presintieras que en cualquier momento te van a gritar o a insultar, al menos esa fué mi impresión. Obligatoriamente, como señal de respeto, tienes que poner sobre tu cabeza la Kipá. En el mundo occidental, es habitual quitarse el sombrero cuando nos cruzamos, encontramos o hablamos con una persona importante para nosotros. En cambio en el judaísmo es al contrario, de modo que cubrirse la cabeza es señal de respeto. La singularidad del cubrirse la cabeza en un judío esta insinuada en la bendición que recitan cada mañana, agradeciendo a Dios por "coronar a Israel con esplendor". El propósito del uso de la Kipá es recordarnos que Dios que es la Autoridad Suprema "por encima de nosotros". Las acciones externas crean nuestra conciencia interna; usando un simbólico y tangible "algo por encima de nosotros" reforzamos esa idea de que Dios siempre está observando. La kipá es un medio para exteriorizar nuestro sentimiento interno de respeto por Dios.

Dice el código de leyes judías. 
"esta prohibido caminar cuatro codos con la cabeza descubierta".

 Los cristianos también usamos a Kipá, solo que el nombre es distinto y lo llamamos SOLIDEO.
El concepto, misión y significado es coincidente con el de la Kipa judia. La principal diferencia es que para los judíos puede ser de cualquier color y tejido, para el cristianismo el color del solideo se vincula a la jerarquía del portador. El papa lo usa de color blanco; los cardenales en tono púrpura; los obispos violeta, y las otras jerarquías, si lo desean, negros.

Como conocedor de esta "costumbre/obligación" de llevar Kipá si te acercas al Muro de los Lamentos, desde que salí del hotel la llevaba puesta. Al principio caminabas como si a cada aso se te fuese a caer, al rato se supera esa sensación y te olvidas que la llevas puesta. Para mi, los ritos, los signos externos, reverencias y otras manifestaciones tanto gesticulares como de vestimenta siempre han sido importante por consideraros parte de la liturgia con la que nos acercamos, oramos y mostramos respeto a Dios. 
Me acerqué con respeto, con mucho respeto hasta aquellas piedras milenarias, casi con el mismo respeto que sientes dentro y exteriorizas cuando te acercas a comulgar. El contacto de mis manos con la superficie rugosa de la piedra fue agradable. Sentí que se me estremecía algo dentro de mí. Una sensación de vacío que se llena. No hacia falta abrir los ojos y mirar, tocando aquellas piedras se ve con los ojos del alma... los ojos del cuerpo son ciego para con las emociones interiores, para las sensaciones de bienestar que te llueven como agua fresca desde no sabes donde... Miras al cielo y descubres que no hay nubes. Sentí un gozo que se expandía dentro de mi como la luz del candil en una habitación oscura. Sentí ganas de llorar de tanta alegría.
Recé, recé la oración del Padre Nuestro y tuve que comenzar su rezo en varias ocasiones había algo -quizás un sentimiento no experimentado hasta ese momento, que me hacia tener escalofríos, mis manos temblaban y mi reverencia hacia la piedra y el infinito cielo hizo que me sintiera pequeño, muy pequeño.



Jamás, nunca, de ningún modo podré olvidar ese momento. Saqué mi rosario de madera de olivo y lo apreté entre la palma de mi mano y la piedra... María, mi madre del cielo y Emilia, mi madre de la tierra, se hicieron presentes. Fué un momento de felicidad, de mucha felicidad. GRACIAS DIOS. 


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Para tí, Emilia, mi madre en la tierra.
Se que si aún estuvieras entre nosotros te sentirías orgullosa al leer esta experiencia en Tierra Santa.  
Hoy hace 9 años que te fuiste, pero sabemos que estás entre nosotros porque nuestro cariño día a día te hace presente. 
Intercede por nosotros.