MONTE
DE LOS OLIVOS
La iglesia del Dominus flevit «El Señor lloró» está construida en la zona alta del Monte de los Olivos. La denominación de la iglesia recuerda el llanto de Jesús ante la ciudad de Jerusalén, episodio conocido como DOMINUS FLEVIT es decir "El Señor lloró sobre ella", como se narra en el Evangelio de San Lucas,19, 41-44) la tradición de unir a este lugar el episodio evangélico se remonta al siglo XVI. El interior de la iglesia está dominado por una gran ventana colocada sobre el altar mayor, desde donde se puede contemplar Jerusalen.
Se explica en los Evangelios que en el Domingo de Ramos, durante el cortejo de su entrada triunfal en Jerusalén, cuando pasaba en las proximidades del Huerto de los Olivos, Jesús se detuvo por un momento. Tenía delante de sí toda Jerusalén, se destacaba el majestuoso Templo. Sus portales habían sido cruzados a lo largo de los siglos por generaciones de fieles, y sobre todo Profetas, Reyes y grandes personajes de nuestra historia antigua.
En medio de la multitud, Jesús se detuvo para, como otras muchas veces mirar a la ciudad, sabedor de lo que debía ocurrir… ¡Entonces, lloró!
Exclamó Jesús:
"Oh, si tú al menos en ese día que te es dado, conocieseis lo que puede traerte la paz. Pero no, eso está oculto a tus ojos. Vendrán sobre ti días en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te sitiarán y te apretarán por todos lados" - (Lc, 19, 40)
El templo, concebido con el formato que evoca una gota de lágrima, fue edificado en 1950 sobre las ruinas de un pequeño oratorio de los primeros siglos de la era Cristiana, del cual se conservan algunas ruinas.
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas los profetas y apedreas aquellos que te son enviados! ¡Cuántas veces yo quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas... y tú no quisiste!" (Mt. 23, 37)
Detrás del altar y como si se tratase de un hermoso retablo, una amplia ventana permite al Celebrante, así como a los fieles, contemplar a lo lejos la ciudad Santa de Jerusalén, en la misma perspectiva que lo hizo Jesús hace dos mil años.
El lugar y su entorno están bien cuidado, cuenta con distintas capillas y dependencias donde se puede celebrar misa, ya que son numerosos los grupos de peregrinos los que visitan el lugar. Los jardines y los olivos, así como cipreses, almendros y algunas plantas olorosas conforman un ambiente sereno que invita al descanso y sobre todo a la contemplación de Jerusalen.
Para nosotros los peregrinos el gran atractivo de
viajar a la Tierra Santa es la
posibilidad de visitar muchos de los lugares donde se supone ocurrieron
acontecimientos recogidos en la Biblia, en los Evangelios y en la tradición.
Sin duda uno de los lugares más emblemáticos y fidedigno es el jardín donde
Jesús oró tras la última cena, la noche antes de ser arrestado. Este lugar –Huerto
de Getsemaní- se localiza a los pies del Monte de los Olivos. Un lugar que
tanto Jesús como sus discípulos visitaban con frecuencia para rezar. La
entrada al huerto es por la calle que sube al monte de los Olivos, y, a través
de él, se llega a la basílica de la Agonía, por el camino impresionan los
olivos –en la actualidad son ocho- que se cuidan como verdaderas reliquias
vivas. Sus troncos de enorme grosor y el aspecto milenario que presentan no
permiten dudar de su antigüedad.
La Basílica de Getsemaní, de la Agonía o de las
Naciones –tres nombres para un mismo lugar-
es una iglesia cristiana, terminada de construir hace menos de un siglo,
con anterioridad era una iglesia bizantina que se construyó en el siglo VII, y
luego una capilla que los cruzados levantaron en el siglo XII. Es regentada por los franciscanos. Tiene una
planta de tres naves cubierta por un techo con doce bóvedas, cada una con su
cúpula, construidas con la aportación económica de doce países, de forma que
ahora cada cúpula interior está dedicada a cada uno de dichos países. En el
centro frente al altar, en el suelo, una gran piedra donde se dice que oró
Jesús tras finalizar la Última Cena, antes que Judas “el traidor” lo entregara
con un beso a los soldados romanos. En el interior sentí la sensación del
recogimiento que dan el bosque de columnas y los demás elementos junto a la
penumbra violácea producida por las vidrieras, todo ello parece que ayudan al
espíritu a situarse en aquella noche triste de la agonía de Jesús. Las once
cúpulas recubiertas de mosaico azul oscuro, contribuyen a dar la sensación de
pesadez y postración bajo un cielo estrellado medio oculto por las ramas de los
olivos. Seis columnas esbeltas con fustes monolíticos separan las dos naves
laterales de la central, sin apenas cortar o ensombrecer el espacio.
Adelante del altar está la roca de la agonía. La
artística corona de espinas que la rodea es un regalo de Australia. Todo aquí
invita al recogimiento y al silencio, a sentarte en algunos de sus bancos, a
respirar profundo, cerrar los ojos y decir en voz baja: Aquí me tienes señor… Este
momento es de los que yo considero como “un
momento mágico”, te debates entre el sí y el no, entre lo aprendido y lo por
aprender… Entre alma y espíritu… Te ayudas de la respiración y piensas (quizás con
otras palabras) ¡Que fuerte, Dios mío…Que fuerte! Y te sientes tan pequeño como
una de aquellas teselitas que componen el gran mosaico bizantino que tienes
enfrente… y sigues pensando que poca cosa, una tesela de nada entre tantas miles,
cientos, millones…Y en voz baja Dios te hace llegar a la conclusión que si
faltara tu tesela en el gran mosaico, éste, estaría incompleto y por tanto no
sería tan bello.
(Uffff perdonad… me emociono. Pero quiero compartir
con todos el estado de animo que me impregnó la Iglesia de la Agonía.)
A este alucinante, fascinante y hermoso lugar de
oración volveríamos aquella misma noche para celebrar, junto a un grupo de peregrinos
mexicanos, La Hora Santa. Con ellos también coincidimos en la Misa en el Santo
Sepulcro. Una hora alrededor de la
corona de espinas que circuncida la Santa Piedra donde por última vez rezó
Jesús. Fueron, también, sesenta minutos
alucinantes, fascinantes y hermosos… El silencio: Iba y venía… Se escuchó algún suspiro huir de
recuerdo de alguien. El silencio: Subía y bajaba… Algún Amén se escuchó como un
eco lejano de una oración que termina. El silencio: Se hace mudo, no habla, no
molesta… Llega y te abre las manos, se hace latido y juega con tu corazón,
vuelve a tus manos y te las llena a rebosar con emociones y sentimientos. Tu,
yo, seguimos callados esperando oír el susurro que deja tras de sí la palabra “oración”.
Sin dudas, ese momento es un momentos
feliz… Jesús te hace ser feliz y, lo mejor, te prestas a ello.
Sin duda hicieron faltas en nuestra peregrinación
más momentos como este, como la oración en el del Lago Tiberiades, por la tarde
en la barca y como el roce de las manos con las piedras del “Muro de los
Lamentos”.
Bajando del
Huerto de Los Olivos, te encuentras con un frontal de iglesia del siglo XII, en cuanto
pasas la puerta te das cuenta que no es una iglesia propiamente dicha, sino que
te encuentras con una larga y ancha escalera que a los lados tiene unas
capillitas pequeñas y adornadas profusamente con lámparas y candelabros.
Es
escalera de piedra conduce al fondo de un gran gruta, y donde en un rincón
encuentras una gran piedra. Envuelta en ricas telas y con un altar con la
imagen de la Virgen de Jerusalén. En el techo cientos de lámparas -de las
llamadas “turcas”- cuelgan tratando de dibujar una simetría casi imposible. Se
dá la vuelta al altar y se puede besar la piedra que dicen que tapa la tumba de
la Virgen. Para los cristianos que visitamos el lugar es solo un signo de
respeto, nuestra fe nos lleva a creer que la Virgen no murió sino que fue asunta,
elevada, ascendida al cielo y por eso no debe tener tumba. Los bCristianos Ortodoxos,
por el contrario, creen que sí murió y por eso van a visitar su tumba,
mayoritariamente son turistas rusos y griegos.
La iglesia actual es greco-ortodoxa y apostólica
armenia, si bien también se permite el culto a ortodoxos coptos, a sirios
ortodoxos y a etíopes ortodoxos. Además de la tumba de la Virgen, también se
encuentran en el mismo sitio las tumbas de sus padres, Joaquín y Ana, y de su
marido, José.
En estos momentos, cuando estoy revisando esta publicación, me llegan noticias de MATY y DOLORES. Las dos han salido bien "del traspié de salud".
A ellas quiero dedicar esta página. !!Poneros pronto pronto buenas!! que LA ABUELA INES nos invita a una magnifica paella...
GRACIAS DIOS.