sábado, 19 de octubre de 2019

TRES CUENTOS BREVES y la oración de mi "yo" radical.

LA ECHADORA DE CARTAS.

... Cuentan que en Usagre, que siempre fue pueblo de brujas, sibilas y veedoras, había una "echadora de cartas" que cada cierto tiempo se dejaba ver por la plaza o por alguna esquina . Se contaba que en su casa convivía con extrañas pájaros, garzas zancudas con plumas rizadas y de muchos colorines y gatos adiestrados en el arte del disimulo, lo mismo cazaban ratones que a vecinos y forasteros y su dueña -"la echadora de cartas"- pudiera vivir cómoda y tranquila, adornándose la frente con flores de loto y bebiendo té importado... Cuentan... cuento que...

Estaba en la esquina, justo debajo del letrero luminoso que encendía y apagaba sin descanso una cruz verde. Me pareció que esperaba a alguien, quizás a alguna vecina que aún no había sido despachada en la farmacia. Me miró. Aquella mirada me inquietó, interiormente una especie de escalofrío me subió desde el ombligo hasta la garganta... Tragué saliva sin dejar de pensar en aquella mirada. No sé a cuento de que decidí cambiar de rumbo y comencé a subir la calle Nueva en vez de dirigirme hacia la calle conejo.


A la altura de la tienda de Narci, donde te hacen una fotocopia en blanco y negro o en color, e que tu elijas, o te venden un ramillete de rosas falsas, de esas que no huelen y no se marchitan y son especiales para cementerios, o te recomiendan una bobina de hilo negro de esas de mil metros o mas, o te encargan un marco de madera -con cristal y todo- para encerrar en el la foto -la imagen muerta y disecada- de una novia, novio, de un marido, de una viuda, de una abuela o de un primo que vive en Alemania. Decía que a a altura del comercio de Narci volví la cabeza, mi curiosidad así me lo ordenó y yo obedecí, y allí estaba, mirándome a la nuca, siguiendo mis pasos, sin casi pestañear y -por si fuera poco- sonriendo, sí, sonriendo como una echadora de cartas cuando vuelve la ultima del montón y sale el as de oro.
Continué calle arriba y a la altura de la casa de Loli Berzal, vecina y hasta cuidadora en sus últimos meses de vida de mi recordada tia Micaela. "la dama de los jazmines" me gustaba llamarla, en su casa no había otro olor que no fuera el del aroma dulzón y empalagoso del jazmín. Decía que ya mediada la calle detuve mis paso y volví nuevamente a mirar hacia atrás. Como supuse, allí estaba. Unos pasos mas cerca que la vez anterior en la que me volví y miré. Continuaba con los ojos fijos en mi y su sonrisa -entre picante y picarona- que parecía invitarme a que esta vez fuera yo quien diera la vuelta a la ultima carta del montón. La echadora de cartas extendió su brazo y en la palma de su mano un manojo de naipes dados la vuelta esperaban  que mis dedos levantara el último del montón... "el as de espadas". La extraña mujer se inquietó y un sobresalto invadió todo su cuerpo, yo lo pude notar porque su mano se contrajo y agarro con fuerza el mazo de cartas, sin duda aquella baraja no estaba bien barajada o se había declarado en rebeldía ante su dueña.
Decidí preguntar la razón por la que me estaba siguiendo y el porque de aquel extraño comportamiento, no tuve tiempo, la echadora de cartas dio media vuelta y casi arrastrando sus chancletas -a toda prisa- enfiló calle abajo. Yo me detuve, quise ver donde se detendría. Y sí, allí se detuvo en la esquina de la farmacia. posiblemente a la espera de algún incauto -como yo- que preocupado por su salud necesitara más de la consulta de un adivino que de un médico. 

Primero el "as" de oro, y después el "as" de espadas... De lo bueno a lo malo... Ya decía yo que me dolía mucho la cabeza.



CUANDO VUELVAN LOS ÁNGELES.


Los Ángeles se fueron hace tiempo, ribera abajo llegaron a Tagareta, y entre la flor de los guindos y de los cerezos desaparecieron. Eran tiempo de agua gresca, limpia y saltarina que jugando entre el mastranto, la zandaula y los juncos seguía su cauce... Luego llegó el alperchín de los molinos de aceite, luego el depurado sin depurar de la depuradora... La sequía, la falta "de miras" de previsión y de conservación de un entorno que durante generaciones ha sido "el pan nuestro de cada día" en Usagre, y por último la "séptima plaga!: El silencio, el silencio mas callado y más cómplice de todos los silencios... el de la autoridad.

Cuando vuelvan los Ángeles algunos  vendrán montados a caballo, otros volando, desplegando sus alas de aire azul y verde, dibujando crisoles como los de las vidrieras de las viejas catedrales .


Hay quien dice que traerán las manos prendidas de fuego y que lo lanzarán contra los pecados de los pecadores con más pecados.
Vendrán volando y serán los campanarios y las torres sus castillos y sus palacios, dicen que desde allí ordenarán a la luna empalidecer su brillo y al sol nublarse con sedas rojas y doradas. 
Otros vendrán vestidos con traje de demonio, con cuernos de cristales y se adornaran con coronas de laurel y flor de almendro. Estos pasaran inadvertidos, sin ser vistos por ningún vecino ni por ningún bebedor de anís, se asomaran a través de la ventana del Bar de Rubio o del Bar de la Cantamora  para ver que por uno de los cuatro caños de la fuente sale menos agua. Son Ángeles que de tan curiosos les ha brotado plumas de platas en las palmas de los pies.
A Usagre los Ángeles venideros llegarán del pueblo que hay "de la vía pa ya"... porque en el campanario de la la Iglesia y en el Camarín de la Virgen de los Milagros no caben más. Traerán lápices de colores para dibujar sonrisas a la Virgen de la Cruz, y a poner en su carne de piedra fría el calor que una madre da a su hijo cuando lo lleva en brazos. Hasta dicen que uno de ellos, el que como jefe da las ordenes y está vestido con encajes blancos y enaguas de seda azul mar, trae una cruz dorada, hecha con filigranas en las fraguas del cielo para adornar al campanario de la ermita que, hoy por hoy está huérfano de cruz.
Cuando vuelvan los Ángeles algunos vendrán montados a caballo, otros volando... !Como los Ángeles¡ 

LA PERLA DE USAGRE. 


Las malas lenguas dicen que todo fue un montaje y una fábula inventada por un Cronista de la Villa, ya fallecido. Yo no creo que Pepito Larrey inventara nada, más bien creo que lo recató, lo recuperó lo enriqueció y lo expuso para que el pueblo digno, magnánimo, sabio y soberano de Usagre se sirviera de esta leyenda. Fuese como fuese podemos presumir que tenemos leyenda... lo de puente romano en fin... No es tan seguro. 


Una joven mujer, una bella doncella, una adolescente alta rubia y de ojos encendidos como el azul del agua del mar y cola de escamas de plata y relámpagos de tormenta, se pasea por la rivera. Va y viene a un manantial, a las madres del agua, que por hacer un puente para que pasaran los tractores y las maquinas de cosechar de cuatro aprendices de señorito, se la cargaron. Por lo menos ya no es lo que era, y la Luná, si, con acento en la "a", de manantial fresco vivo y generoso se ha quedado en fuente enmarcada por cuatro hileras de ladrillos antiguos por donde la tierra -de vez en cuando- "escupe un chorrito de agua".

!Es que no lleve!...
!Es que no lleve lo suficiente!...
!Es que con la cantidad de pozos y sondeos que se han hecho para regar arboles que nunca se han regado -los olivos- como para haya agua de sobra y que la tierra la vomite a  borbollonees!


Pues sí, allí dicen que estaba la casa de la Cantamora. Estaba, digo, porque ha sido desahuciada, se ha negado a pagar su canon de agua, ya -en la noche de San Blas- no sale y se hace la encontradiza con los jóvenes para asustarlos, ni mete miedo a los niños asomándose a los brocales de los pozos en los corrales... Las mocitas que buscan amoríos no se resbalan sentadas sobre un pañuelo sobre la piedra resbaladiza, que dicen que es el tejado de su casa. La pobre Cantamora es cada vez más leyenda olvidada que sirena encantada y encantadora que ata, cose, une la historia a la tradición y a la fantasía, y se aparece en los sueños de jóvenes y mayores... Nuestro nietos, seguramente, cuando oigan -por casualidad- el nombre de "La Cantamora" pensaran que es el nombre de un grupo de música de los años sesenta. 
La Cantamora tiene una perla, una perla escondida entre sus dos pechos, una perla de agua, de grano de granada en grano. Una perla de nácar y aire, de hierba buena de la rivera y piedra de pizarra de los caminos. La Cantamora tiene un tesoro, una perla hecha con el polvo de alguna estrella caída, con el humo de cien volcanes muertos. 
¡Ah, si yo hubiera sabido que la muerte es un país donde no se puede vivir!...  ¡No me hubiese dejado llevar por el agua del manantial, ni por el amor del joven cristiano que me pretendía, ni por el tesoro con el que Alá premia a las mocitas vírgenes!
Así se queja la Cantamora, en silencio, así, con la boca cerrada y los labios abrochados con botones invisibles cosidos con hilos de agua y de aire. 
La Cantamora tiene una perla que solo la ven los enamorados en la noche de San Blás, claro si es que nacisteis en Usagre.




Oración de mi yo radical.

Hay momentos en los que las palabras se caen de los labios. A mí me sucede cuando cierro los ojos y me traslado a la ribera y me arropo con la sombra  siempre apetecible de la higuera o del  noble  algarrobo. Allí  me entretengo en perseguir a la mañana que pasea por los caminos polvorientos, o en dar caza a la tarde. La tarde es el pedestal de la noche, sostiene la luz oscura, a la ausencia de luz, al brillo temblón de las estrellas, al esplendor de la luna cuando está de buen humor.  La tarde es, desde mi manera de ver las cosas y los acontecimientos, donde comienza la vida y se inauguran los sentimientos, las emociones, los sueños, las alegrías y el antes y el después de la vida.
Gracias Padre Dios, gracias María Madre. Agradecido Hermano Jesús porque vuestra presencia en lo que me rodea me hace sentir acompañado y protegido.
 Amén.