lunes, 28 de marzo de 2022

En la con - sulta del Cardio...logo.


Despertaba. 

Me temblaron los ojos como los pétalos de la amapola que es zarandeada por los piropos del trigo.

Los abrí despacio, serenamente, disfrutando la sensación de despertar a un mundo deseado. La luz de la habitación estaba apagada, solo el vuelo tenue de la sombra de las cortinas as de las ventanas llamó mi atención. Al momento las libélulas, que habitan en los contornos cálidos del alma, se hicieron presente. Eran un ejército de ángeles diminutos que acercándose iban  transformando la oscuridad en luz nerviosa y pasajera. Me quedé quieto, tan inmóvil como la libélula en la punta afilada del junco, a la espera de una nueva sensación, de una nueva derrota o de una triste esperanza. Las luciérnagas ascendieron y dando media vuelta regresaron al mismo sitio de donde vinieron. Aquel ejercito de paz solo era una imaginación como otras tantas, de esas que sin darme cuenta me florecen -sin permiso- al rededor de mi sombra. 


Cerré los ojos. 

Me vi por dentro, volví a sentir mis pulsos y a ser consciente de que el sueño del que acababa de despertar  me lo arrancaron las luciérnagas y se lo llevaron consigo. Ni tan siquiera una desobedeció la orden, ni se  inmutaron,  ni salieron en mi defensa. Era un ejercito bien adiestrado y yo el más sumiso de los humanos.  Hay noches en las que es mejor permanecer dormido y no despertar por nada del mundo. Hay madrugadas en las que las sombras de las cortinas de la ventana se tornan laberinto de tela que huelen a mortaja. Me deprimo y no soy capaz de asomarme al borde de ningún olor y menos de ningún hedor, todo lo que rodea a mi oscuridad juega en mi contra, hasta las emociones, esas que tengo domesticadas desde niño, que van y vienen conmigo en mis bandazos de alma y en mis viajes astrales, incluso cuando me son tan infieles como las libélulas. 


Tengo que dejar de fumar.

 ¿Qué digo?, ¡Si lo dejé hace más de doce años!

 El tiempo, obsesión en otros tiempo que me entretuvo en poemas imposibles, vuelve a traerme segundos de dudas y desencantos. Hoy fui a la consulta de cárdiologo. Esperé a la puerta de la consulta un buen rato, justo el tiempo para imaginarme que me diría el buen doctor: 

-"usted necesita un corazón nuevo" 

-"Le doy permiso para vivir tres años más"- 

-"Le recetaré las píldoras de los "entresueños" para que pueda entretenerse en planificar su futuro.

Cuando me nombró la enfermera y crucé la puerta de la consulta me miré en los ojos del doctor,  sus ojos decían:

-"muchas gracias, por ser valiente y ser sincero en las respuestas a las preguntas que le hice mientras esperaba"-


 En ese momento reprimí una lágrima y me sentí dócil, me di cuenta  que me había puesto una etiqueta: “la de los medianamente capaces”. Ahora compruebo que mi lugar es similar al de la libélula, estar parado, inmóvil, anclado, como pegado en la punta del junco observando como corre el agua de la vida esperando la lengua pegajosa de un sapo, que me lleve hasta el limo verde desde donde ponen música a su espera.


Y las luciérnagas se marcharon al lugar de donde vinieron y andan dibujando con su luz las orillas de mi alma.



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lalo@usagre.es