miércoles, 30 de marzo de 2022

TARDE PARA LA TARDE

            

    La tarde es el pedestal de la noche. En ella se sostiene la luz oscura, la ausencia de luz que hace que se vea el brillo temblón y dulzón de las estrellas. Es ella, y no la noche, es la que da esplendor a luna porque le dibuja, por delante y por detrás, decorados con nubes y columnas invisibles de color celeste y malva.  La tarde es, desde mi manera de ver las cosas y los acontecimientos, donde comienza la vida y se inauguran los sentimientos, las emociones, los sueños, las alegrías, las penas, el antes y el después.

     Sentados en el filo del cielo, a los ángeles se le caen las palabras de los labios cuando ven que la tarde se desnuda de gasas y sedas, y la que era doncella virgen y respetada pasa a ser la mujer puta engañadoras de hombres sin escrúpulos que llevan el oro pegado en la palma de sus manos. Los ángeles se ruborizan, gritan en el nombre de cualquier virgen de cartón y rezan letanías en latín y en hebreo. La tarde hace que los serafines recen, que los valientes se tornen cobardes, los listos torpes, los mentirosos sinceros y los caballeros en viles sirvientes de cualquier secta.

            La tarde hace que la muerte sea un país donde no se puede vivir. Que la mañana sea una hermosa dama que arrastra un rosario hecho con semillas de cañacoro que, con el uso y el paso del tiempo, va perdiendo su color marrón oscuro para tornase del mismo tinte transparente con el que nacen los carámbanos en las mañanas invierno. En alta mar sus orillas son de oro y azul, del chillido de silencios que traen las gaviotas y la oscura claridad de ola sin domesticar. En el mar, en alta mar, la distancia es redonda como la luna cuando brilla o cuando duerme arropada con la sal del agua, y es la tarde quien la hace dormir para hacer que los sueños de la noche sean como los cuadros de Greco.

             En la tarde, en mis tardes, pierdo las ganas de odiar, me entra el hambre que trae la soledad y que hace sentir el escozor que da el roce de las perlas blancas cuando amansadas se torna collar o pulsera de esclavitud consentida. 

            Cada tarde en la que las nubes se deshacen en elefantes blancos y medusas de humo y agua, yo con mi tarde decido que es tarde para la tarde, tarde para la noche, tarde para los sueños y tardes para las auroras de soles afeminados por poner tanto rosa en el horizonte, o en mi tarde sin horizonte.

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