jueves, 1 de junio de 2023

DÉJAME CONTARTE...

     Déjame que te cuente... No, no me tapes la boca con el caramelo de miel de los sueños, o con el velo blanco de la novia que no dejó de ser virgen. No, la boca no me la tape con el sabor de la tarde cuando deja de serlo y se hace noche, con la alegría del beso de unos labios mentirosos. 

    Déjame que te cuente que en mi huerta de la Ribera de Usagre los chopos se han secado pero que aún hay ruiseñores en sus ramas que llenan la madrugada de óperas y sinfonías, solo para que yo los oiga. O contarte que como en lo seco más seco del campo seco se citan los mas hermosos lagartos verdes para decidir que montón de piedra debe ser la de cada uno. Contarte, sí, contarte cuentos de otros tiempos, batallas de otras guerras, aventuras de otros caribes... Cantarte las nanas que escribieron poetas desgastados por el recuerdo y por sus vidas hechas balas sin disparo.

    Esta noche, en la que las estrellas parece que vuelan, traerá una madrugada blanca y tibia, la parirá en la orilla de cualquier brillo, o en el interior del cántaro que, sin agua, quedó hecho barro seco, tierra sin mojar tan marchita y estéril como el rastrojo que no alimenta al ganado. Será una madrugada donde vuelen preguntas montadas en aviones de papel, donde sembré las semillas de palabras que -con el tiempo y un poco de agua- van a florecer y jugarán a ser cuentos, nanas o canción del aprendiz de poeta que hace que lleve dentro la soledad de la madrugada.

     Serán -son- los años, esas horas que se hacen días, semanas, meses, son -serán- lo que encienden mis alarmas para avisarme que los ruiseñores de los chopos secos de mi huerta, aún sin que yo los oiga van cada madrugada a cantar, solo por cantar. Es entonces cuando el leve eco del sus conciertos se eleva y, haciéndose complice del la brisa, asciende hasta ese hormiguero de brillantes hormigas al que llamamos cielo. Sí, son los años los que ponen solera al vivo y  coronas de flores a la vida. Yo, mientras tanto, me arropo con la madrugada e intento decirte algo que tu no me hayas contado.

    No me dejes sin voz, sin las tormentas que rajan el corazón y dejan de hacerse trueno y se hacen nana, canción, suspiro de agua y viento que llaman a las ventanas, que mecen las cortinas de las estrellas apagadas, las que dieron su luz a cambio de las miradas de los amantes en las madrugadas.  Vuelvo a sentir tu voz, tiene aristas fríos como los límites de hielo antes de ser agua. Voz de agua que me empapa y deja en mi el olor fresco de las celindas blancas y las hortensias azules. Tu voz se hace yo, yo me hago tu y los dos tormenta que raja nuestro corazón.

    Déjame contarte que te siento tiritando en los eslabones de la pulsera que siendo tuya ahora es mía. Que sepas que le arranqué las medallitas con motivos egipcios que colgaban de ella. Sólo dejé los eslabones porque quise que en vez de ser pulsera fuese cadena que me ate, que me sujete a tu recuerdo. Soñemos con el mar, con playas que sin ser de oro a nosotros nos lo parece, con largas tardes de lectura o de juego de naipes que se hacen eternos si no los entretiene con un sorbo y otro de anís con hielo.

    Tu hija esta bien, Barbie y tus gatos del Campito también.


Shalom.