miércoles, 20 de septiembre de 2023

Adorado y venerado Cristo de la Piedad. Dame la fuerza necesaria para afrontar sin miedos, esta soledad que quiero convertir en palabras, en emociones, en recuerdos. En una oración que a ti te llene de gloria, y a mi de humildad, al atreverme a pedir Tu bendición Adorado y Cristo .


Dame fuerza para afrontar sin miedos esta oración que quiero dedicarte. Sean mis emociones las que me hagan llorar en tu hombro, como lo hacen los buenos amigos. Permitemé, Santo Cristo, hablar de ti, para ello imploro tu bendición y que me des el ánimo suficiente para hacerte llegar esta oración.


Que la alabanza de todos los que aquí estamos reunido ascienda en el aire como el humo del incienso, se enrede entre las espinas clavadas en tu frente, y te cause el mismo sudor y dolor que el del pétalo de rosa blanca que Tu Santa Madre nos lanza desde el cielo.


Te pido que las palabras que pronuncian mis labios las sepamos entender todos los que estamos aquí porque son una oración de gloria y amor por Ti y para Ti.


Dedicarte esta oración de gloria y de amor por ti. Que nuestras manos sepan desenredar las zarzas que atan tus pies a la madera de Tu cruz. Que la sangre de nuestras manos sean el remedio para curar tus arañazos y tus heridas. Que hagan sanar los latigazos, que te limpien de escupitajos y salivazos que lanzaron a tu rostro desencajado y dolorido.


Que mis pensamientos sean de recogimiento, de oración, de respeto, de súplica… Que sean, con tu ayuda bendita, la acción de gracia que desde mis comportamientos te intento, solo intento, ofrecerte a diario.




Y viene la noche y se van las estrellas… ¿Qué más da que vengan las estrellas y se vaya la noche?.. ¿Qué más da si tus ojos se llenan de luz y son capaces   de ser flor de almendro, lágrima, grano de trigo o uva que se hace racimo? ¿Qué más da si la veneración que siento por Ti es como lo eres Tu… Una nada… que se hace todo.



María Santísima de la Piedad, Madre desconsolada, Madre apenada, Madre Triste, me cuesta mirarte y ver como esos hermosos ojos se llenan de amargura, de pesadumbre y dolor, aún sabiendo que esa aflicción solo pueda sentirla los ojos de una madre a la que le han arrebatado a su hijo.


María Madre regálame una pizca de dulzura para que ninguna de mis palabras sean corona de espina ni cruel lanzada en el costado de tu santísimo hijo.


Bendito Cristo, que mis labios solo pronuncien palabras que, desde mi devoción incondicional a ti y por ti, mi Cristo, lleguen a los clavos que taladran tus pies y tus manos, pidiéndote un trocito, solo un trocito de tu infinita e inmensa gloria.


Venerado Cristo de la Piedad, dame tu amparo para afrontar con verdad y sin miedos, que la oración que te ofrezco, mejor dicho, que te ofrecemos llegue, desde el diminuto cielo que es esta ermita hasta la grandiosa gloria desde la que velas por nosotros.



Dios Bendiga tu nombre y tus lágrimas.

Dios ponga en tu frente encaje de flores blancas,

y cintas amarillas y que el viento las enreden 

mientras gritan: ¡Madre que guapa eres. !



Padre, Hermano, amigo, vecino… Ser tu pregonero, tu vocero, tu anunciador, es sin duda, el honor más alto y sublime que un usagreño, como yo, cristiano y con su devoción puesta en TI, pueda tener y disfrutar. Así lo pienso, así lo vivo y así te lo digo, con el alma encogida, con el recuerdo en mi memoria de mucho que te quisieron, y que te llevaste a tu lado porque sabías que te harían buena compañía y estarían felices contigo. Así lo siento. Y te confieso que estoy inquieto, por la incertidumbre de hacerlo bien o no también… Pero tú me respondes: Lalo, Rezar, y ten la seguridad de que nunca sobra rezar también por los demás. Y me sigues diciendo: “Continuas inquieto, exaltado, calma tus sentimientos, no sigas con esa duda de saber si tu oración llega hasta mi… Piensa que eso es lo de más y lo menos... ¿no

sientes? ¿no oyes como los que te están escuchando también están compartiendo conmigo y contigo sus emociones?


Me atrevo a rezarte  en voz alta, al igual que los hacían los primeros cristianos, y antes, los Esenios, y los profetas a los que Dios ungió para que hablaran en su Santo Nombre. Yo, para bien o para mal, no me atrevo a mirarte a la cara. Permíteme compararme al niño que por simple respeto, sumisión, obediencia o admiración, esquiva la mirada de su padre, y así pone de manifiesto su cariño, cariño , sin pactar, un amor consentido y libre entre un Padre y su hijo. Entre un Usagreño, o una Usagreña con su Santísimo Cristo de la Piedad.



Deja, deja que se acerque una ola… Sí

una de esas que juegan a salirse del mar que traen arena con olor a mar,que son como el grito del marinero o la voz en el olivar cuando se avisa la hora de comer…Deja, deja que se acerque una ola o mil o un millón porque nunca serán suficiente para que su sal y su arena borden  tus ojos de lágrimas..



Ahora... Recordad, recordemos, alguna historia que, como todas, tienen algo de mentira y algo de verdad. Nos han contado que allá por 1.514, Don. Gonzalo Rico y su esposa Doña María Mayor de Cepeda, dotan a la Orden Concepcionista del capital e infraestructura suficiente para establecerse como Comunidad Religiosa en Usagre. Permanecen aquí, y aumentando su patrimonio, influencia social y relevancia gracias al rico término municipal, y a las donaciones de devotos nobles. En 1.723 reciben la orden de traslado a Bienvenida. Por aquellos tiempos las decisiones políticas ya tenían nombre y peso, y la obediencia consistía en acatar el orden y mando de la Iglesia. Y amparándose, posiblemente, en los acuerdos entre decisiones políticas y eclesiásticas, tomando como excusa la situación de epidemia e insalubridad de Usagre, los consiliarios, y primados de las monjas del Convento de La Concepción, aconsejados o instando por otros intereses, seguramente de índole económicos y políticos. ordenaron el traslado de la comunidad de Usagre a la nueva creación de un convento en Bienvenida.


Estas religiosas en su apresurado traslado, intencionadamente, quizás no tan intencionadamente, se olvidaron de ti Santo Cristo. Eso solo ellas lo saben. Lo cierto es que en su huida en 1723 a tierras, que decían más sanas, te quedaron atrás, En ese año se produjo una situación muy parecida a la que estamos viviendo en estos días: que el agua de la rivera dejara de correr, que los manantiales, la y las fuentes dejaran de manar, que el cauce siempre vivo del agua limpia y potable fuese conquistado por el lodazal insalubre y la ciénaga que eran la madriguera de insecto que traían y llevaban enfermedades.



Los bajaron de las cúpulas y de lo alto de las columnas a todos los ángeles. Estaban maquillados con el polvo que no se les limpiaba en años.

Los bajaron, sus torsos, sus alas de plumas fingidas de distintos colores, eran como las que se les pintan a las figuritas del Belén. Los arrancaron de las nubes grises y blancas, esas que están hechas de escayola, yeso y cartón piedra queriendo simular algodón. Los bajaron, los llevaron a cuestas, por el camino los colgaban en las ramas altas de los olivos… Ángeles de gloria vestidos con telas de raso y falsa seda. con los ojos dormidos por llevar años y años despierto, vigilando, quizás, como luces y sombras se adueñan de la ventana del coro . Ángeles que se retuercen y nos dejan ver sólo sus cabellos enmarañados, o sus diadema de hojalata que simulan plata de las minas de azogue, o de esas antiguas galerías escondidas en las tripas de Usagre, que son un laberinto de piedra y agua por donde corren los secretos de los ángeles de las alturas del cielo imaginario del altar mayor de cualquier iglesia. Llena eres de Gracia, lleno de azotes y sangre el fruto de tu vientre.


El agua limpia que hasta entonces manaba a borbotones, era abrevadero de los animales, donde se lavaban las lanas de toda la comarca, y que hacía florecer las huertas y a sus arboleda que le ponía el rojo a las guindas y el hueso a las alberchigas… Ese agua poco a poco fue muriendo, contaminándose de insectos, larvas, gusanos y hasta los valientes Gamusinos y la hermosa Cantamora, enfermaron. Mala agua que contagian al usagreño, que, de una manera u otra, vivían de la frescura y riqueza de su rivera.


Cuentan que, no más de una veintena de religiosas, emprendieron el camino en una madrugada de luna llena y estrellas huérfanas y mudas. Dicen que, como la santa Compañía de las ánimas errantes, se alumbraban con carburos y candiles. Mientras cantaba la luna llena por los olivares se iban, y a lomos de una recua de mulas se llevaban todos sus enseres a cuestas en baúles, en serones, en cestas, en arcones, en cajas en atillos. Ellas, las monjas, rezaban y  cantaban letanías en latín , a la soledad se unió la luz triste de aquella luna pálida que entre las sombras de los olivos les  señalaban el camino al nuevo convento.


Venerado Cristo de la Piedad, solicito Tu amparo para rezarte sin miedos y decirte palabras, que desde este pequeño cielo de tu ermita, lleguen hasta la inmensidad de tu gloria. Quizás mi fe, o la que se encargaron de enseñarme, solo me deje ver la corona de espinas hiriendo tu frente, en vez de ver la de la de laureles, como las que se les pone a los vencedores..Y tu, mi señor fuiste capaz de ganar la batalla de las batallas y vencer a la muerte. Quizás, también, mi pasión por ti solo me dejan ver la cruz en la que con clavos en los pié y en las manos, sujetaron a la fría piedra del Calvario el madero de la cruz. y no me dejan ni ver ni sentir esas rosas blancas que con las que los Usagreños y Usagreñas te sujetan a su corazón.



Se escuchan golpes en la alameda.

Parecen que están cortando de raíz  los chopos más altos.

Escucha como el hacha llora, mira como el escoplo se esconde, como la sierra huye y como los clavos se han caído a la rivera con tal de que con esos dos chopos no hacer la cruz en la que  crucificarte, aunque saben que tu cruz es nuestra gloria.

Madre, tu llorando, sigue lavando la mortaja para que cuando lo envuelva en ella  huela a melocotón, a limón y al azahar de los naranjos del cielo.



María Madre, te vuelvo a pedir que me hagas decir palabras y que ninguna de las que pronuncie sean ni corona de espina ni lanzada con la que Longino atravesó el costado de tu Santísimo hijo. 


Monjas caminando de madrugada por los olivares… Mi confianza en ti, Jesús, me dan la seguridad que a alguna de ellas, posiblemente a la más humilde, de dijeras al oído: No me lleves, no me metas en el arca de madera, ni me tapes con ese paño de altar bordado con hilos de oro. Déjame olvidado aquí, en algún sitio de este convento, en la alacena, debajo de tu jergón, entre el hueco de la pared y la ventana, tapado con una manta en el huerto. Ten piedad de mí y no me lleves… porque tengo un milagro que hacer… “el de salvar de la enfermedad y la muerte al pueblo de Usagre”.


Y la monja te obedece, te hace caso. Y por Piedad se olvidó de ti. Sanar al pueblo que estaba enfermo por culpa de la poca agua y la contaminación de la rivera. Aguas que siendo manantial de vida se fueron pudriendo hasta convertirse en dolor y muerte. Agua clara de fuente en agua turbia de charca y lodazal. Aguas donde las sanguijuelas de las enfermedades devoraron a las libélulas sanadoras de la vida.


No tengo dudas que Tú obraste aquel milagro, que fuiste Tu quien sanó a los usagreños que en vez de salir corriendo pusieron su fe en ti. Y pudieron celebrar como las aguas volvieron a su cauce, como las del Río Jordán para bautizar a sus hijos. Bendito olvido, bendito mandato a aquella monjita que, seguramente temerosa te hizo caso aunque sufriera en sus carnes, en su camino hasta la vecina Bienvenida, los arañazos de los cardos y de las abulagas.


Bendito, Bienaventurado, Santo, Santísimo Cristo que el pueblo te llamó y proclama con la advocación de La Piedad. Piedad para el pecador, Piedad para el que sufre por culpa de sus malas decisiones, piedad para que soporta la tiranía, la homofobia, el racismo, el dolor y la

enfermedad. Piedad para el que está o se siente solo, para el que le falta un consejo de un padre, de una madre o de un hermano, para el que no encuentra consuelo en sus lágrimas, ni en su llanto ni en su angustia. Piedad para quien le quita el sueño su desazón, para quien no

puede con el peso de su pesadumbre. Piedad para quien no encuentra consuelo en una sonrisa o en un abrazo. Para el que siente congoja, desesperación, preocupación, inquietud, pena, tormento, tristeza.



 Tu, Señor, sabes que hay sepulcros que se llenan de luz y mañanas llenas de muerte. Son esos instantes en los que tu interior proclama que tu mano, tu amor, tu entrega venció a la muerte. La muerte muerta que nos engaña con la vida, una vida que no es nuestra, que es tuya porque solo tu, tu solo, solo tu… ganaste por nosotros.



Usagre siempre ha sido -y lo seguirá siendo- tu casa, tu trono y tu cruz. Y los Usagreños. un ejército de hombres y mujeres, felices de celebrar que tienen de su lado al Santísimo Cristo de la piedad. A la Virgen de la Cruz, a su Señor Orando en el Huerto, a la Su Virgen de los Dolores, a San Lucas, a San Pedro y a nuestra querida Virgen María Santísima de la Piedad.


No quiero terminar este recuerdo sin hacer presente a alguna de los que “prestaron”, convirtiéndose por unas horas en el alma de algo tan antiguo, tradicional y propio de nuestro pueblo como es la Rifa del Cristo. 



Ya vienen, ya llegan las mujeres cantando. 

Las más niñas traen un puñado de cintas de colores para atarlas a las panderetas. Las mayores trenzan con juncos y cerezas, collares que simulan perlas, collares y gargantillas… hilo de seda del que usan las novias para bordar sus enaguas.  Y tu, Virgen, virgen, virgen, virgen de la santa cruz te miras y te remeras porque ni tu ni nosotros que tambien miramos, miramos y volvemos a mirar no vemos ninguna cruz, Solo tenemos ojos para mirar al niño que llevas en brazos… y claro, ni tú, ni él, y menos nosotros imaginamos que sera crucificado en esa  cruz que estaban haciendo el la alameda y que nosotros y tu, Maria, escuchábamos los porrazos.



Están anunciando el comienzo de la rifa,este año parece que la va a hacer Olivia Larrey, que aún siendo muy joven quiere iniciarse en este noble oficio: 


“El siguiente regalo es anónimo, se trata de un gallo y una gallina jabá, que salen a subasta por de cinco pesetas…. Pero valen mucho más … ¿Quién ofrece seis pesetas?… Venga animaros que un gallo y una gallina nunca están demás en el corral...¿quién da más?”


Un momento de silencio, y la voz de la joven, da el tiempo justo para que los interesados valoren su puja. Al fondo de las sillas se levanta una mano y dice: !siete pesetas!… apenas ha terminado de hablar se levanta otra mano y dice. ¡siete pesetas y dos reales!… Nuevamente se hace el silencio y la vocera, la mirada inquisidora al público y dice: “valen más”... vuelve a decir algún chascarrillo sobre los animales: “miradla miradlas bien, traen el buche lleno, eso es que han estado bien alimentadas”.


Se vuelve a guardar silencio y tras otra mirada al público, dice: “¡El gallo y la gallina a la una…!” El público guarda silencio, vuelve a vocear la pugna un par de veces. el vocero, vuelve a repetir a la una, a las dos...En ese momento una voz se levanta y dice: “¡Quince Pesetas!…. ¡Un oh, oh…!” Se deja oír por lo bajo. Y continua… “¿Quince pesetas a las dos… ?” Y cuando es consciente y está segura que la puja no va a subir más dice…”¡Y quince pesetas a las tres”… adjudicada a Antonio el de las escuelas. 


La gente hace sus comentarios, unos a favor otros no tanto. Es un tiempo de tregua que sirve para comentar y subir al escenario el siguiente regalo. Una bandeja de perrunillas, o de gañotes o de rosquitos de vino, o una maceta de pilistras, otra de Colio, o de ficus, o una esparraguera fina, una caja de pimientos de asar, o tres botellas de vino de las Bodegas de “la Pelina” o una de vino dulce de las Bodegas “Luna”…. ¡Y quién sabe cuántos regalos más suben al escenario para que sean subastados!… Hay noches que son más de veinte. No quisiera terminar este recuerdo sin nombrar a algunos y algunas de los que “prestaron” su voz al Cristo convirtiéndose por unas horas en el alma de algo tan antiguo, tradicional y propio de nuestro pueblo como es la Rifa del Cristo.


Gracias Epifanía, seguro que desde el cielo Hipólito disfrutó con cada uno de tus chascarrillos, de tus ocurrencias y de tu gracia al poner nombre y adjetivos a los regalos.

Gracias Visi tu entrega a cualquier actividad que engrandezca a nuestra Iglesia te reconforta y te hace grande, no solo en estatura sino también en corazón.


Gracias Virginia Ortiz, que aún estando lejos sigues con anhelo y pasión los nervios de cada rifa, preguntando a tu padre , a tu madre o a tu hermana como fue la de la noche anterior. estoy seguro que desde la distancia vives esa emoción que supone sacar del fondo del pozo de los recuerdos emociones que te hacen cada día , sin duda, ser aún mejor persona.


Gracias Olivia…¿Que decir de ti?... Que dichosa la rama que al tronco sale, que tu genio te hace ser un ramillete de flores silvestres sin espinas, una libélula con alas de tornasol. Una cestita de guindas para echarlas en aguardiente. Y que al igual que a tu padre te quiero y te respeto.


Gracias Sonia, a ti, y tu ángeles por se tan buena animadora, y en “tu despiste” olvidarte el nombre de las macetas, o de los dulces...Y tu amabilidad para hacer de un regalo que -ni fu,ni fa- sea atractivo a los ojos de los que lo pujaban. Gracias, muchas gracias por ser hasta capaz de gatear a la cruz, arrancar el cartel de INRI y en su lugar poner otro que diga “Cristo Vive”.


Gracias Manoli, La Canaria, tu forma de ser, desprendida y alegre como unas castañuelas, te hacen grande, muy grande y digna de estar al lado de nuestro Cristo, de tu Cristo.


A ti, querido Boni, no te doy las gracias, porque tendría que en nombre de Cristo agradecértelo todo. Pero sí quiero desearte que sea el mismísimo Cristo de la Piedad quien guíe tu vida y sea por siempre tu protector.


Y para concluir, esta lista de personas que te prestaron su voz, quiero nombrar a un usagreño al que le decían “Guitarra. Él también puso su garganta y su arte al servicio de la Rifa. Yo,como muchos de vosotros no lo conocí. Lo mismo que a un barbero, Ramón Fernández, que le decían “el Chuta”. Seguro que si tenía pecados le fueron perdonados y que se ha ganado, como el “buen ladrón” del Calvario, estar al lado de nuestro Santísimo Cristo.


La rifa termina con la puja del ramo que el Cristo, llevará a sus pies durante la procesión. Después toda la gente se inquieta. Los fuegos van a comenzar. Primero un cohete alcanza altura y explota sin más...luego, al rato estalla el segundo… Y a los pocos minutos retumba el Tercero. Para ese momento quien más y quien menos ya está en su sitio. Los más listos han calculado de donde viene el aire y hacia dónde caerán las chispas y las varillas de los cohetes.


Un zambombazo tras otro, una palmera verde, otra roja, otra azul, otra como si fuese de lentejuelas otra, otra más, una traca que simula una cortina de brillos. Luego una serie de esos cohetes que solo son de luz y que no explotan. Los pirotécnicos corren de un lado a otro, encendiendo las últimas mechas. Una carraca, otra de esas que no suben y terminan con el estruendo más ensordecedor. Para dar por finalizado se ha colocado un cuadro del Cristo, colgado en la esquina de la ermita, está rodeado de bengalas de colores que cuando dejan de chisporrotear forman un marco de brillos y en el centro aparece la imagen del Cristo rodeado de luz y color. Al terminar tan artística representación de pólvora y color el gentío aplauden y aplauden, pero sin perder el paso bajan hasta la plaza para hacerse de algún buen velador desde donde se vea y escuche bien a la orquesta. Algunos, cuando otros están llegando, ya están bailando los primeros pasodobles.



… Y se hace luz lo oscuro, la estrella se encoge y se nubla en su brillo.

Arriba, en lo alto, en lo más alto se clavan los ojos de todos el pueblo, un pueblo que espera, un pueblo que hunde su corazón en el deseo de que el fulgor del cohete y el ruido de la pólvora basten para ser perdonados por tanta alegría.

Y se hace luz lo oscuro y ahora es el alma la que se encoge y hace que el brillo brille más, que tu gozo sea más gozo y tu alegría oración que escuchen desde los pueblos vecinos.

 ¡Viva el Cristo de la Piedad !... y la pólvora responde: ¡¡Viva!!



Este año han contratado a la orquesta “los Hermanos Carmona” para que amenicen la noche principal del baile. Como siempre comienzan con pasodobles para ir animando al personal, luego las rumbas que intercambian con algunos de los boleros de moda y terminan tocando y cantando la música moderna, la que se escuchaba en los discos dedicados de la emisora Radio Badajoz, emisora sindical.


En los veladores las botellas de Mirinda, de La Pitusa, de la Fanta… se van relevando, otros prefieren un vermut o una copa de vino.  Cuando el repertorio de canciones va llegando a su fin, es el momento de guardar fila en los churros, y allí en la esquina del herrador unos años, y otros frente al bar Rubio, en la esquina de la calle Santa Ana, Genara y o su hermana Josefa bordaban en el aceite con masa de harina y agua jeringos  para el café con el que muchos terminan la noche del Cristo.



Que repiquen las campanas. Que la cal y los ladrillos de esta ermita griten tu nombre, que el usagreño de bien acudan a tu rifa, participe de la alegría -que con tu sufrimiento en la cruz- nos regalaste. Que los fuegos sean cohetes que asciendan hasta tus pies como flores de trueno y fuego, flores de sangre, palmeras de mil colores, guirnaldas de oraciones y jaculatorias que paisanos y forasteros enredan entre tus pies y así pedir tu compasión, y solicitar tu Piedad, Santo Cristo.


Y Tú, Nazareno, que afligido estás en el huerto, debajo del olivo, del naranjo, del peral, del manzano… con la única compañía de ese  Ángel, que según lo mires te puede parecer hombre guapo o hermosa mujer, Tu, mi Señor, oras en el huerto sabiendo que aunque lleno de miedo jamás defraudará a Tu Padre, mantén tus manos suplicantes, tu mirada al cielo, bebe del cáliz de la pasión y hazla tuya y de los Usagreños. Hijo de Dios que te dejaste crucificar para hacernos renacer del pecado y celebrar contigo la vida haznos digno de tu sacrificio y  de nuestra salvación. Haz el milagro de que nuestro ejemplo, de los que estamos ahora aquí, bendiciendo Tu nombre, seamos capaces de  mover la montaña de los que con desprecio, desinterés o incredulidad, se alejan de la fe y de tu santa voluntad. Haz posible, si nos preguntan por ti, que sepamos responder con nuestro ejemplo.


Que repique tu campana, que la cal y los ladrillos de esta ermita te griten: Jesús ten Piedad y que tu Santísima Madre, como una madre buena sientas dolor y a la vez gloria para que los que en ti ponemos nuestros amor y respeto nos sentimos reconfortados tan solo con que nos mires.


Santísima Madre que llevas en tu mano un pañuelo con el que enjugar las lágrimas de los que a ti, en silencio, con la humildad con la que se apaga una vela, acudimos y ponemos a tus pies ni flores de cera, ni de escamas de sal, sino de roció mañanero con el que se cubren las espigas y las amapolas, intercede ante tu hijo por nosotros, para que desde el corazón puesto en Tí y la confianza puesta en el cielo seas “abogada nuestra” como se dice en la letanía del Rosario.


Tu, Madre, que llevas en tu mano un rosario con las cuentas de nuestros pecados, haz que se conviertan en alabanza, en oraciones y den glorias, no solo por tu dulzura de Madre, sino también por la grandeza de tu corazón. Divina Madre de Jesús, perdóname, perdónanos porque a veces nos puede la tentación, y lo peor es que, en muchas ocasiones, el orgullo no nos deja reconocerlo.


Que repiquen las campanas, las de la Iglesia, las de la Virgen de la Cruz, que su capilla, ya sea invierno o verano, no deje de oler a jazmín. Porque ese perfume forma parte de su piedra y del triste recuerdo de quien la vio atada con una soga rodando calle abajo.

Perdónalos, perdónanos Que las campanas toquen a arrebato, que griten que hay fuego, fuego en los corazones de los Usagreños y de las usagreñas porque su señor, su Santísimo Cristo de la Piedad está aquí

dispuesto a disimular con perlas la grieta que dejó en tu cuello aquella cruel apostasía, que hoy tu pueblo te corona de jazmines y alrededor de tu santo cuello gargantillas y collares del humo del agua, cuando en tus manos y en la de tu niño, el  fuego se quema de ser tanto fuego y el amor también arde y se convierte en rosa blanca. Jesus, el Cristo de la Piedad, ya está subido en su trono de flores, dispuesto a que nuestros ojos lo miren, nuestra alma le rece y nuestras oraciones le den gracias, preparado  para salir por las calles de su pueblo al encuentro, como en Jerusalén, con el fervor y el abrazo de todo Usagre.


Que repiquen las campanas, que se escuchen en todo el pueblo, en todos los corazones, que su eco lleguen a ensordecer sus calles y hasta la estación del tren, y hasta “el punto de mira”, y hasta la Castellana, hasta Matanegra, hasta los confines de los olivares, y hasta el Donadio, y hasta el Ventorro, y hasta las Veredas de Córdoba, y hasta las tinajas y las viñas en flor del Raposo. Que suenen, que resuenen, que repiquen... que hagan del 14 de Septiembre el día de fiesta más grande que en tu nombre y por tu gloria ,se celebre en Usagre.


Es una lástima que tu camino no transcurra por todo esos lugares que he nombrado y otros que por falta de memoria se me quedan atrás.. Lástima que el pueblo, y año tras año, no te reciban por Puente, por Los Hotelitos, por los Candiles, por la barrida del Depósito del agua, por San Marcos, Por el Cerro La Pina… Lástima, porque es nuestro Cristo, es de todos, y todos queremos que bendiga, al menos, el umbral de nuestras casas.



Antes dije, y ahora vuelvo a repetir, que este pregón pretende ser una oración, una fiesta, una conversación en voz alta contigo, Mi Cristo. Y que deseo que escuchen, los que como yo, ponen en Ti toda su confianza.


Cuando entro en tu ermita , enciendo una vela, y siempre pienso si esa vela se apagará o no antes de que terminemos nuestra conversación… Por si acaso me doy prisa porque veo como la llama va tiritando, dibujando y desdibujando sombras en la pared blanca y haciéndose humo entre Tu mirada y la mía…

¡Sé que no soy digno, pero Señor aquí me tienes! Sana la enfermedad de mi alma y de mi cuerpo como sanaste a los Usagreños de aquellas enfermedades que sufrieron hace 300 años.


Santo Cristo me dejo caer en tus manos, en los clavos forjados en la fragua de Machuca, y en el soplete de Antonio Grillo. En las espinas del algarrobo de la huerta de El Pajarero. Me dejo caer en la herida de tu  costado, que de tanto silencio y dolor gritan a las flores del campo que se hagan  miel y bálsamo para ser curada!.


¡Bendecid al Señor!… Señor, Santo Cristo, rezo un Padre Nuestro, y otro, y otro, hasta que la madera del banco, dura como las astillas de tu cruz, me dice sin hablar: “levántate, Cristo te ha escuchado… ten la confianza de que se hará lo mejor que sea para ti”. Y pienso… “muchas veces no caemos en la cuenta de que Dios escribe con renglones torcidos.” La vela continua tiritando, su pábilo es cada vez más débil, al contrario que mi fe en Ti, que se hace más grande y su llama es más roja y más alta.


Salgo de tu ermita y esos silencios que han sido nuestra conversación, se van disipando, asciende hasta que llegan a ti, como ese olor a nardo que durante toda mi oración me ha envuelto asegurando que tu presencia hecha olor, ha estado a mi lado.


En el camino hacia la plaza, voy haciendo memoria. Regresan a ella mis recuerdos de niño. Pantalón nuevo y camisa de manga larga, porque por el camino de las huertas, de madrugada con la humedad del cau refresca. Voy a ratos andando, a ratos metido en el sereno de la mula de Paco Sopa. Olor a higos frescos a peros de invierno a las de las últimas ciruelas, a pimiento rojo de los de asar en el

horno de Eustaquio.


Otras noches son las estrellas las que señalaban el camino hasta Tagareta y me imagino a la cantamora escondida en la noria de Feliciano o en la puerta del molino de Casaquilla alisando su pelo con peines de plata. Ensoñaciones de niños, ilusiones o quizás certezas de oraciones de antes de dormir… Cuatro esquinitas tiene mi cama… cuatro angelitos me acompañan…


  • ¡Pajarero que bien acompañado vas!


Y el Molino Blanco se llena de risas de los que aún sentado en su pollete, tan blanco como un rosque del Domingo de Pascua, disfrutan del fresquito de la noche, de una botella de vino y una buena conversación.


- “¡Chacho, chacho! fíjate las horas que son, y mañana toca madrugar, hay que regar con la fresca los tomates, los pepinos, las acelgas y por la tarde preparar la venta, porque en Bienvenida no hay fiesta y sí hay mercado.”


Nuevamente las risas y los deseos de buenas noches, se escuchan al pasar por debajo del moral de la huerta del Ran. Los perros de Feliciano salen al camino pero en cuanto nos huelen y nos reconocen dan media vuelta y buscan el agujero de la valla por donde se escaparon.


Algunas noche -aunque ella no era muy de ir a fiestas- Maria la Loba me lleva de la mano, me avisa si había algún hoyo en el camino o alguna piedra y así evitar el tropiezo. Para mi, Maria la Loba era una mujer de fe y espinas clavadas allí donde más duelen, en el alma y en el que dirán.


Camino de ida al pueblo con la puesta del sol,camino de vuelta cuando la luna se envuelve en un largo camisón de seda y nubes. Y tu, Santo, Santísimo Cristo, desde más arriba de las estrellas que encienden de luz al oscuro cielo, vigilas para que no dé un mal paso la mula, para que las ranas no dejen de cantar, para que el ruiseñor y la oropéndola estén quietos y temerosos entre las hojas y las nueces del nogal para que la luna se despoje de su vestido de nubes y su chilaba de seda y poner su luz de plata en los límites del cau y a las paredes del camino.


Hoy, cuando he entrado en tu ermita, y sabiendo a lo que venía y lo que me esperaba, al verte a Ti y a tu Santa Madre, he pensado en que daría, por un momento, por sentir el escozor de esos clavos hechos zarzas que te atan las manos, que deben oler a la zandaula, a la yerbabuena y a la albahaca. Y el clavo de tus pies perfumando con olor a mastranto y a lirio blanco estas palabras que no quieren ser ni espina de cardo ni  escozor de ortiga ni lamento de agua que corre por la rivera como quien huye del trueno que la tormenta, en ocasione, nos pone entre pecho y espaldas. He deseado ser la quemazón de la ortiga, el arañazo del junco y el susurro de agua con el que poder ser, un poco, solo un poquito TU. 


A Tí, a Tí mi Cristo de los Cristo, te declaro públicamente mi devoción, mi entrega y mi corazón. A Ti, que eres la excusa del regreso del usagreño que vive lejos, del forastero que vino por Usagre, como mi padre y se quedó aquí, del pariente, del hermano, del primo, del vecino, del pastor, del hortelano que hace años marchó a Cataluña o a Bilbao en busca de un futuro mejor.


A Tí, mi Cristo, piedad  de huerta sembrada de hortalizas,  Piedad de alameda de chopos y olmos blancos. Donde anidaban cientos y cientos de pajarillos que a falta de que comer también emigraron. A Tí, mi Cristo Piedad de la hortelana que lava el pañuelo sudado de tanto sudor, del polvo que arrastra el remolino en el rastrojo de la sanara. La encina y el olivo se hacen hermanos, ninguno quiere ser madera en tu cruz.  A Tí, mi Cristo,  ten piedad del recuerdo del rastrillo y la espuerta, del pico y la azada, del escardillo, de la pala y la horquilla de madera de aventar la era, del carro de mi abuelo Fulgencio que, antes de la novena había que vaciar y dejar la paja  en el pajar. ¡Lágrimas no… es una brizna de jaramago que se me ha entrado en los ojos!


Medio pueblo expectante.  Temen que las espinas de tu corona se queden trabadas en la pared del arco por donde sales y por donde entras a la ermita… 


¡Con lo chico  que pareces y lo grande que eres!


  Un cohete… es el segundo toque… antes de la novena la campana guarda silencio… Hasta el hierro fundido huye del badajo, o al revés… ¡Qué más dá!. Tu novena, tu función, tu misa Mayor del día 14, que siempre termina con el canto de tu himno unas veces recitado, otras cantado a viva voz, con los habituales desafinos, que no se tienen en cuenta porque todos sabemos que salen de la garganta y no del corazón. 

Las parihuelas se cubrían de verde, unas veces de romero otras de laurel, de hojas Yedra,  de ramas de olivo, de enredaderas, y flores amarillas que siempre daba la señá Gregoria “la Pelicha”.  de oscuro ciprés, de encina, hojas de álamos blancos que por detrás parecen de plata.  ¡Otra brizna de paja se me ha debido meter en los ojos… casi se me hace agua este recuerdo!... Y encima las flores, cada año de un color o de varios, dependía del gusto de quien las ponía, las costeaba o de quien con autoridad, pero con el permiso de su mujer o de las hermanas Lázaro lo dispusiera. (todo mi recuerdo y cariño hacia ellas… No, esta vez no hay brizna de paja en los ojos,  hay directamente la lágrima de quien le duele llorar de cariño y amistad, igual que el recibido por María la del Molino, mi tía Ana, Oña… !Dios!... Cuánta gente se me queda atrás… ¡Hasta parece que nací por estos caminos, quizás debajo de alguna mimbrera o un zarzal !


A tus pies, el gran ramo de rosas que fue sorteado la noche anterior: Procesión que unos años lleva banda de música, otros sin ella, Unos años te van  acompañando militares, otros por la Guardia Civil. En medio del gentío, es el sacristán el que se afana en poner un poco de orden. El Sr. Cura no pierde puntá, vigilante al tanto de quien está y de quien no hasta que la comitiva enfiló  la Calle Convento abajo. 

A Ti, Señor, se te ve en las alturas, rodeado de gloria, de las invisibles oraciones y del tintineo de las cuentas de los rosarios de las señoras de bien, como se decía entonces de las personas que tenían capital.


Una vez formada la procesión, los hombres van por una acera, las mujeres por la otra. Las autoridades, el alcalde, el Sr. Cura,  el Hermano Mayor de la Hermandad y los que le ayudan van detrás de las andas.

Al frente, delante de todo el cortejo… ¿Quién debe ir?… ¿Los que van  descalzos, llevando alguna vela?...  ¿Los que van cumpliendo alguna promesa?...  Tu en medio, el pobre más pobre, el digno más digno. El que en vez de llevar corona fundida con espinas de oro debía llevarla de laurel.


De vez en cuando las mujeres entonan alguna canción de Iglesia, sobre todo al llegar a la plaza, porque las que medio saben cantar es donde más se lucen. Era hermoso, muy hermoso cuando el Santo Cristo, en tres o cuatro paradas, cruza la plaza. Parece como si todas las banderitas se pusieran de acuerdo para moverse y hacerse oír a la vez. Al paso de la procesión las puertas de los bares se cerraban, señal de respeto, los hombres salían a la calle guardaban silencio e incluso dejaban de fumar. De vez en cuando alguien con buena voz gritaba: 


¡¡Viva el Cristo de la Piedad!!... Y el pueblo respondía: ¡¡Viva!!


Algunos, los más jóvenes y los que estaban a punto de ir al Servicio Militar, juntaban la procesión del Cristo con la otra procesión:  la de ir de barra en barra de los bares. Se iban preparando para gatear por la cucaña. En lo más alto del palo embadurnado con tocino para que resbalara,  brillaba, como una estrella de navidad, una paletilla de guarro que costeaba el ayuntamiento, o la Hermandad o alguno que se iba a la Mili y la tenía ofrecía al Cristo.


Todos estos acontecimientos eran entrañables y novedosos para mí, lo más, como ya he comentado, el camino de regreso del pueblo a la huerta. Sin estar acostumbrado, se trasnochaba, se vencía la tentación de cerrar los ojos o de decir “yo quiero irme”...y hasta después del café con churros, ya bien entrada la madrugada, no se disponía el regreso. Aún sabiendo que al día siguiente había que cargar el serón, las aguaderas y las cestas de mimbre y varitas de olivo… 


Recuerdo los madrugones de mi tía Esperanza o de Antonia la mujer de José María Casaquilla, de Juanito el Corcha, de Seña Maria Fernanda. de Morales, de Juan de Dios, de María del Señor, la mujer de Laguna, de Diego Lázaro, de Graná, de Guillermo, y de María que vivía con su hermano y su madre en la última huerta de la Rivera, y ahora viven en una de las primeras casas de Usagre según se viene de la Gina. A Mi tia Pilar, la mujer de Tiracharcos y Josefa la Pinda, que mientras Paco Sopa hacia la venta en Bienvenida, ellas vendían leche al granel y quesos frescos. Algunas veces Dolores la Llerisca, cuando Feliciano no tenía caza que vender, se unía a ellas y a Dolores Cabeza en la venta de queso fresco, calostros y leche a granel, de puerta en puerta, recién ordeñada. La Grilla vendía alberchigas. Melocotones, peritas de San Juan, ciruelas blancas que se empapelan y  duran todo el invierno, cuando había espárragos se vendían en macetas, y cuando no los había manojos de berros. Josefita ,también los vendía y las brevas y los higo chumbos y los huevos. Y por supuesto el recuerdo siempre emocionado de Rafael Escurca que, año tras año, le rezaba al Cristo cantando.


¡Que feliz éramos y lo poco que necesitábamos!


Regreso a un recuerdo familiar, al de mi abuela Matilde, que por herencia lo único que me dejó fue la receta de las bollas de chicharrones o la del gallo del corral en escabeche. Comidas que por las fechas del Cristo no podían faltar, era una forma de festejar el cumpleaños del abuelo que coincidía con el día del Santo Cristo, y sobre todo la reunión de toda la familia.



Santo Cristo, la lejanía en el tiempo y la nostalgia propia de la Semana Santa nos hace sentirte lejos, por un lado, sintiéndote sufriendo, azotado, condenado a muerte y por otro lado, ahora, en Septiembre, haciéndonos hace sentir la alegría y la certeza de que aquel martirio nos hace disfrutar y viviendo la fiesta, la gran fiesta de tu gloria, que nos hace estremecernos y vibrar de alegría.

Después de todas estas emociones caigo en la cuenta de que estoy en tu ermita. La puerta está abierta, de tarde en tarde entra alguien, una genuflexión , un breve momento de silencio y se marcha. Ya cumplió su promesa: la visita diaria al Cristo.


Hoy, quizás por ser hoy un día tan especial para mi, me he quedado más rato sentado en tu ermita… sentir que me santiguo, que me bendices, que me miras, y te miro. Es cuando el silencio y la soledad casi se tocan y se hace oración. Nos miramos, y tu madre María Santísima hace un nuevo milagro, uno de esos que ni se ven, ni se escriben, ni se cuentan, de los que casi ni se notan… Pides a su Santo Hijo el encuentro de mis pecados con su perdón… Y nuevamente un hilo de olor a nardos nos vuelve a unir. En ocasiones, cuando estos encuentros tardan, porque tu cielo está lejos de mi infierno, los ojos se llenan de agua, el alma de suspiros y, nuevamente puedo casi tocar ese silencio que gracias a Ti se transforma en “Padre nuestro que estás en los cielo” .


¡Que ya viene el Cristo, que la procesión está ya por el molino de aceite!

Se escuchan cantos a lo lejos, se ven prisas por ponerse en la fila de la procesión,  se vuelve a mirar al  suelo y al llegar a tu altura Santo Cristo no se sabe si rezar en alto o en silencio mandarte una mirada con toda  nuestra devoción.  ¡Cómo brillas!... ¡Eres la luz entera que baja del cielo para a tus piés hacerse flor.!

¡Que ya viene el Cristo!... ¡Silencio, silencio… por amor!



El cielo de la plaza se llena de banderas, son las banderitas del Cristo, un regalo que te hacen Los Usagreños para festejarte, para darte la bienvenida, para que estés ondeando en el aire y recordar a los usagreños que estamos celebrando tu fiesta, la bienvenida que te dieron cuando bajaste de Jetsemaní, del monte de los olivos, al corazón de Jerusalén gritaban tu nombre, te tiraban flores y hasta besaban tus pies… Banderitas para celebrar una boda, la de Canaán, cuando con tu

primer milagro convertiste el agua en vino. Banderitas cuando devolviste la vida a Lázaro tu mejor amigo. Banderitas que fue lo primero en ver el ciego al que devolviste la luz en la piscina de Betsaida. Las banderitas de tus milagros. Banderitas que aquí en Usagre, casi todos los años se mojan…


Ojalá que este año obres el milagro de que también tus banderitas se mojen y salgamos a la plaza a celebrar que beben nuestros campos y que nuestra rivera viene con agua, y que las plagas como las de hace 300 años se hayan disipado como el arco iris en el celeste del cielo.

Banderitas en la plaza y alrededor de la fuente, banderitas de papel que saludan tu imagen y ponen alegría y color a tu fiesta, a nuestra fiesta a nuestra pasión por Tí.


Tu, sin duda, Cristo mio, Cristo Nuestro, sentirás el júbilo, la felicidad, la alegría en nuestros corazones. que tu pueblo cante, baile y ría, y grite tu nombre: ¡Viva el Cristo de la Piedad!


La plaza es un gentío, como aquel mercado de Jerusalén en el que María y José en un descuido te perdieron. La calle del Convento una procesión de gentes que vienen y van, que pasean y a cada tres pasos se paran para saludar a alguien que hace tiempo que no ven, o a ese familiar que en estos días ha regresado para reencontrarse con familiares y amigos.


Antes de la procesión ,unos suben otros bajan, se han vestido con sus mejores galas, camisas blancas y pantalones de pana fina, o de tergal con su raya bien marcada. Ellas estrenan vestidos hechos con telas del comercio de Agustín Mendoza, otras, las mas pudientes, han ido a Zafra a comprarlas, o incluso a Sevilla. Para que Ramona la grilla o sus tres hijas, Edelmira, Severiana y Consuelo les haga el traje de pana fina para ellos, y el vestido que ley para ellas el que más les ha gustado de un figurín de moda de las revistas. Otras se conformaban con quitar o poner un volante o una puntilla y el traje del Cristo del año anterior, o al de la última boda y así parecería nuevo. No cesan esos recuerdos de niño, van y vienen, quizás porque mi madre, que era muy presumida y me llevaba con ella a todos sitios.


Los niños juegan alrededor de la fuente, otros, como si estuviesen castigados, están sentados con sus padres en los veladores del bar de la Campanera. Se están comiendo una bolsa de pipas y un cucurucho de papel de estraza lleno de chochitos que previamente se ha encargado la madre de repartir. Y en una esquina de la plaza, unas veces, otras al principio de la calle del Convento, el puesto del turrón, con su algodón de azúcar de colores manzanas con unos palos largos largos para no mancharte con el rojo rojo de tanta azúcar hecha caramelo. 


Sobre el mostrador cestillas con fruta escarchada, y una pila, de varios pisos, de tabletas de turrón, unos blandos, otros duros, otros con trozos de frutas. En una esquina las tabletas de turrón con la almendra molida, en la otra las tabletas de almendra con almendras enteras, esas, tardaban una eternidad en deshacerse en la boca. Los paquetitos  transparentes de garrapiñadas se juntaban con los de diez caramelos Sugus y con otros de monedas de chocolate. Algunas veces había trozos, gajos mal partidos, de coco. Flotaban, como peces blancos, en el agua de un barreño de lata.


Era una obligación comprar turrón, sobre todo cuando tenías que cumplir con algún familiar o con algún forastero. El puesto y el mostrador estaba limpio como una patena, Allí quien mandaba, pesaba,

vendía, envolvía, organizaba,y cobraba era la turronera. Bajita, regordeta, siempre sonriendo y con un delantal tan blanco tan blanco como una azucena recién abierta.


En la misma calle, antes de llegar al cine de verano, la caseta de los tiros con carabina. Tenía varios niveles y dificultades, todos repletos de palillos de dientes, en ello estaban pinchados cigarrillos de distintas marcas, llaveros, chocolatinas, chicles, palotes de caramelo, y hasta pequeños muñecos. La gracia estaba en disparar al palillo, quebrarlo y que el premio que sostenía cayera… entonces -a pesar del mal semblante del feriante- el premio era tuyo. Era difícil, tenía su truco, a pesar de tener buena puntería, debías darte cuenta que el punto de mira señalaba para Sevilla en vez de señalar a Fuente de Cantos. Así, de esta manera, era casi milagroso acertar a darle al palillo y llevarte el premio… entonces ya sabias que debías enfrentarte a la mala cara del feriante


“Cinco, cinco balines, cinco tiros, dos reales,... once, once balines, una peseta! … “Voceaba el feriante entre trago y trago de vino peleón.


Más arriba, casi en la fachada de la casa de Don Lucito Cámara, frente a la fachada de la casa del Sr. Conde estaba la tómbola.


Los regalos se apiñaban unos sobre otros en una esquina del mostrador y también por debajo de éste, sobre aquella tabla desgastada, varios baños contenían unos sobrecitos azules, de esos que se abren con mucha facilidad y que una vez comprobada la mala suerte, con cierta rabia de tiraban al suelo, lo cierto que delante del mostrador se formaba una parva considerable de mala suerte.


De las tablas y alambres más altos colgaban juegos de sartenes, junto con otros de ollas esmaltadas en rojo a las que llamaban “de San Ignacio”. En un piso inferior juegos estampados de seis vasos, unos altos otros bajos, algún escurreplatos, jaulas para los aficionados a los jilgueros, algunas plantas de plástico que simulaban con una realeza digna de admirar a helechos y plantas de aureolas. En el centro de la estantería y por tanto más visible que en ningún lado, estaba el regalo más deseado: el regalo de moda, el regalo estrella: un molinillo eléctrico de café, el incauto colgaban juegos de sartenes, de ollas, de paquetes de media docena de vasos, algún escurreplatos y el regalo estrella un molinillo eléctrico de moler café.


Y Tú, Cristo de la Piedad, sin que nadie se dé cuenta, seguro, seguro que estás celebrando la suerte del niño al que le tocó el balón, de la niña que se conformó con el diábolo, de quien se llevó a casa media docena de platos de duralex, o de quien pudo gastar y gastar hasta que le tocó el molinillo de café, porque era la ilusión de su mujer o de su hija que ya había empezado a juntar el ajuar. Otros, tu bien lo sabes, se tuvieron que conformar con aquello de “no,nos ha tocado pero tenemos la suerte de tener trabajo y salud”.


Por supuesto que no había fiesta del Cristo sin cunitas ni voladoras. Los castillos inflables aún no se habían inventado, la reina de las atracciones eran las voladoras y las cunitas. La primeras te alzaban los pies del suelo y te hacían girar y girar sobre su eje, abrías los brazos y sientes la sensación de estar volando, Las cunitas eran unos columpios que se balanceaban y dependiendo de la fuerza de quien desde el suelo la empujaba y la destreza de los que en ella se habían montados, subían más o menos.


En esto consistía lo que hoy se llama, en cualquier feria “La calle del infierno”, aquí en Usagre ocupaba los escasos doscientos metros de un solar al que se accedía por la misma plaza, lo que hoy es- más o menos- la puerta de la Piscina. Con los años se fueron sumando algunas atracciones más, que ocupaban más espacio y había que buscarles otra ubicación. 


- “Este año me han dicho que viene el látigo!…

- ¡que vá! … ¡Viene un carrusel y los caballitos!… 

- ¡Pues yo quiero que vengan los coches de  choque y el tren de la bruja!”


El Cristo, El Cristo con sus luces y sus sombras… Recuerdos y emociones que si las comparamos con las que podamos sentir ahora distan mucho entre sí… Pero no todo lo de antes era peor ni todo lo de

ahora es mejor.


Permitidme que después de este rato de feria vuelva a mi oración.

 

Se resiste la voz a hacerse aire y palabra, diálogo sordo y mudo entre Tu y yo. Solo mi alma grita: Señor, Cristo de la Piedad dame fortaleza y valentía para hacer que mi vida sea útil, que mi familia tenga el sustento necesario del día a día. Que mi salud mejore y el dolor se quede en las manos de Pilatos, en ese agua revuelta con la que pretendió callar su conciencia y lavar su pecado. Señor, Cristo de la Piedad, da fuerzas y decisión a quien la necesita para superar ese problema que le hace ser prisionero de sí mismo porque sus vidas transcurren en voz baja.


Señor, Cristo de la Piedad que tu infinita bondad preñe a las nubes de agua y así nuestros campos verdeen y den fruto, que la espiga se multiplique por cien sus granos. Que los almendros sean ramos de novia, que la aceituna ponga el amargor justo y necesario a las ensaladas y los bizcochos caseros. Que en la rivera el agua salte entre los riscos, y la limpie de limos, llene los caus y sosiegue la sed de los frutales. Que el moral se llene de moras rojas como si fuese un árbol de navidad.


Señor, Cristo de la Piedad, que las rosas que adornan tus pies no sean de cera ni de escamas de sal. Que sean del color de la mañana cuando  el sol, porque Tú se lo mandas,  nos de la vida en un nuevo día.



CRISTO HERMOSO, CRISTO BELLO,

ME LLENA DE FELICIDAD GRITAR

A LOS CUATRO VIENTOS: 

“VIVA EL CRISTO DE LA PIEDAD”

AMÉN.

*

Usagre, 4 de Septiembre del 2023.