jueves, 28 de septiembre de 2023

COMO CADA AÑO, POR ESTAS FECHAS, UN RECUERDO PARA MI MADRE -EMILIA- QUE SIEMPRE DIJO QUE YO ERA UN NIÑO ESPECIAL.

 Buscaba perlas en las noches de luna clara. Tenía una habilidad especial para ello, miraba y allí donde ponía su mirada encontraba una. Se decía a sí mismo -porque nadie escuchaba sus silencios- que donde más perlas se pueden encontrar es en el cielo de las madrugadas de invierno, por encima del cerro de los almendros y los huecos de las alamedas de la rivera. Las perlas de mas brillo se alimentan del frío y del hielo, de esa escarcha invisible que se hace agua y silencio  cuando el sueño es ausencia y el olvido se hace el presente que casi puede rozarse con los dedos. Nadie comparte su afición, y cuando sale a buscar las perlas de la noche es la soledad quien lo acompaña. Con ella habla, le cuenta sus cosas, comparte inquietudes y hasta sonrisas, porque la soledad, de tarde en tarde, lo agarra de las manos y volando se lo lleva hasta lo más alto del olivar. Allí sienten como el aire se enreda entre sus dedos, y como aún sin ser de noche alguna que otra perla se le cae del pecho o del bolsillo de la camisa, o del pantalón de sus sueños. Es, sin dudas, su sitio preferido, siempre huele a aceituna fresca y a hojas de anís, y a amapola azules que de tan azules parecen rojas. 

    En todos los pueblos hay un niño así, y si no hay un niño que busca perlas en la noche, hay una niña que colecciona las conchitas y caracolas que van dejando caer las nubes escondidas entre los brillos del primer sol y las sombras de la luna en el cielo. De ese cielo del amanecer  que de tan azul parece el agua transparente de una ola.

    Son niños especiales, te miran y no te ven, te escuchan pero no te hablan, te besan y sus besos son caramelos que te guardas en el bolsillo de la camisa o el pantalón porque son una perla hecha de brillo de estrella o una caracola pequeñita hecha de humo de nube.

  ¿Recuerdas cuando en las tardes de silla baja y piés en el pollete, debajo de la morera de nuestra huerta, jugábamos a inventar historias o leíamos algunas páginas de aquel libro de pasta de cartón duro y hojas de papel de seda que se titulaba "La Buena Juanita"?

    Sabes que estas ocurrencias tan tontas la escribo pensando en ti, y que no dejo de hacerlo cada año cuando llegan estas fechas, en algunas ocasiones hasta me atrevo a compartirlas en un intento de que también otros a los que les importaste te echen de menos.  

    Ya son muchos los años pero es como si fuera ayer, te sigues escondiendo detrás de la medalla de tu virgencita esperando que el juego de la vida te lleve a ser una perla de mil brillos o una conchita de nacar fina. Gracias madre por parirme así y enseñarme a  hacer de tu recuerdo mi recuerdo.