Cuando siento la tranquilidad de la cálida humedad de lo más profundo de mi, los labios dejan de hablar, los ojos se duerman entre pestaña y pestaña, y los párpados caen pesados en el silencio más intenso, es cuando en el pecho se encienden las estrellas que emborrachan mi firmamento con alcohol que huele a lirios blancos y jazmines azules. Entonces, sólo entonces, mis sueños se despiertan. ¿Será porque lleva la Navidad?
El alma, la mía, tan invisible como la tuya, asciende y hace del aire su fiel cómplice para conquistar la libertad sin antorchas ni pedestales. Los andamios de la realidad se desvanecen y, sin darnos cuenta, ascendemos a mundos nuevos, a tierras sin tierra, a mares sin agua ni sal y nos sentimos maravillosamente plenos. Es cuando sentimos que los sueños son los hilos de los pensamientos que no se piensan, hilos que se enredan con la magia de la imaginación y nos arrastran sin esfuerzo, sin restricciones, volando tan alto como nos dejen los ángeles que guardan de demonios y malas vibraciones el Portal de Belén.
En los sueños, al menos en los míos, las leyes y el orden del tiempo y del espacio no existen. Me hacen viajar por días antiguos y noches futuras, hasta me permite encontrarme cara a cara con la quimera y la realidad que vivimos de nuestros antepasados. O nos deja mirar al futuro, dibujar imágenes que aún no han tomado forma, que son simplemente un proyecto porvenir o un sueño ajeno por soñar. El presente se mezcla con los recuerdos y futuras expectativas, crean una mezcolanza de vivencias que nos despiertan la curiosidad y nos empujan a ascender más, a explorar más, a ser más uno mismo, a sentir a familiares y amigos, a los que se fueron y no están, más cerca. Entre el corazón de carne y el alma de aire.
Es en los sueños donde podemos romper los grilletes de la realidad que nos esclaviza. Nos hacemos seres mágicos, capaces de enturbiar las nubes, de ser pez de cien colores que nada en los océanos más azules y de bailar en los escenarios donde las estrellas juegan con sus brillos y hasta prestan sus destellos a soles muertos. No hay límites porque nada ni nadie nos los pone, siempre podemos ser quienes deseamos ser. Eso pedimos a los Magos que llegan de Oriente, que la luna siga siendo la luna y las estrellas corona de una Virgen recién parida.
Pero así como los sueños nos transportan a infinitos de belleza y encuentros con la felicidad, también pueden convertirse en espejos cóncavos que reflejan nuestros miedos, nuestros temores, nuestras desesperanzas y hasta el dolor intenso que pone límites a nuestra alma. Son capaces de hacer que nos perdamos en laberintos sin salida, que nos sintamos perseguidos por sombras que nos arrastran hacia los oscuros abismos de la angustia. Pueden convertirse en un testamento sin fecha ni firma que nos hace endeudarnos, y aún así, desear la pesada herencia. Aunque sea una herencia de Cruz como la que aceptamos cuando nos bautizamos. Sin embargo, incluso en esos momentos de oscuridad e infinitos silencios, los sueños pueden ser una chispa de esperanza. Nos empujan a explorar nuestros miedos, a superar los obstáculos que nos inmovilizan en la vida real. Nos enseñan que somos más fuertes de lo que creemos, que la luz siempre puede brillar en medio de la adversidad. Luz convertida en "buen ladrón" que nos dice que la Fe, que la verdadera Fe, la que se escribe en mayúsculas, siempre estará esperando en nuestro corazón a que la invoquemos desde nuestro más íntimo deseo.
Incluso en medio de la oscuridad, los sueños nos enseñan que somos valientes, que podemos confrontar nuestros miedos y superarlos con fortaleza y determinación.
Convierten el amor en una fuerza desbordante, en un manantial que fluye con pasión y a la vez con ternura. Una mirada basta, el roce de una mano, el beso efímero, el momento en que decidimos prescindir de algo nuestro y darlo sin pedir nada a cambio.
Hay que ser avaro y atesorar cada uno como un regalo especial, como una invitación a explorar nuestra propia mente para descubrir nuevas caras de nosotros mismos. En los sueños no hay límites y no hay juicios, nos convierten en seres libres, capaces de imaginar, de crear, de transformar. Son la puerta hacia un universo distinto y distante donde los deseos se despliegan como alas de libélulas y las pasiones encienden lejanos purgatorios.
Así son los sueños, un inmenso lienzo en blanco que espera ser pintado con los colores de nuestra imaginación. Una ventana abierta hacia cualquier paisaje, hacia sensaciones y emociones que escapan a la lógica y huyen de lo cotidiano. Pienso que hay que atreverse a soñar sin límites, sin juicios, y descubrir el poder de nuestra fantasía porque parece como si estuvieran ahí, esperando a que los abraces y los hagas tuyos.
Para los que, como yo, hacen cortas las madrugadas y eternos los día.
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