sábado, 15 de junio de 2024

Reflexión. ¿Rezar es Hablar con Dios o es Escuchar a Dios?


!Avanza!

Y si la tierra que buscas

aún no ha sido creada, Dios hará brotar para ti

de la nada

otros mundos

que justifiquen tu audacia.

(Schiller)

Cuando las tardes de verano se hacen siesta, ensoñación o cabezada a la sombra del moral, es el momento en que los recuerdos se hacen agua de manantial y bullen como las flores del almendro cuando llega el mes de Marzo. En ese momento pienso que Dios se aleja en silencio, o que se marchó a otro de sus mundos a esconderse tras un silencio sospechoso de cansancio y decepción.

Son momentos para aprender, para entender, para comprobar que “la gracia” de nuestro hoy es la suma de nuestras incertidumbres, del inconformismo conformista , de los temores propios y ajenos que nos asaltan. Son estas “visiones espirituales” las que, aún sin ser conscientes de ellas, nos hacen buscar la savia vigorosa, la sangre roja y luminosa de nuestro pasado y de las vivencias, -las vividas y las soñadas- la experiencia. Si estamos atentos caemos en la cuenta de que todas estas circunstancias, situaciones -y quizás ensoñaciones- son la semilla de nuestro futuro. Es sin duda una bonita oración que Dios, desde detrás de su ausencia y silencio, agradece devolviéndonos el regalo de la tranquilidad de conciencia, la serenidad de espíritu y la calma del agua cuando nos refresca la boca y el alma.



“... Si quieres aprender a rezar, hazte a la mar”.

El mar. La mar hace feliz a quien le permite que su inmensidad se le refleje en la mirada. El mar es la imagen y la presencia del infinito más cercano. Respira con suavidad aún con la inquietud de las cansinas olas, la desmesura de sus tempestades, los enfados de sus galernas. Si nos dejamos llevar por su aire escuchamos como el universo nos habla de la vida, de la gratitud efímera de la belleza -el castillo de arena- del miedo y la fuerza oscura que habita en sus profundidades -laberintos sin puerta de salida-. El mar es como la eternidad en movimiento que nos habla y nos hace pensar en fragilidad de nuestro cuerpo y de nuestra existencia prestada. Nos invita a caminar hasta su horizonte para que, incrédulos o asombrados o enloquecidos, comprobemos que tras de él hay otro horizonte por alcanzar. ¿O es el mismo horizonte el que huye de nosotros y se nos hace a cada paso mas lejano? El mar pone profundidad al alma que tenemos escondida no sé donde, y pone luz y tiniebla a la vez, atracción y espanto, vida y muerte. Es un camino de agua donde podemos exaltarnos como la ola arrogante y poderosa o agotarnos como el brillo de la luna cuando en el horizonte deja de brillar la ultima estrella.

“... Sin duda eso de rezar es un arte, pero hablar con Dios un privilegio”

El hombre libre siempre amará al mar. Salgo al encuentro de islas, de tierras lejanas y veo , o presiento, o sueño cómo hasta mi llegan sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos, ilusiones desconocidas, un presente incierto y un futuro aún más. Pienso, me pregunto, me respondo y en todo ese subir y bajar de emociones, dudas y sentimientos aún no estoy seguro del poder tiene la oración. Algo me dice que en próximo viaje a Tierra Santa sentiré en mi alma el frescor de su presencia, porque en este momento Dios -desde su silencio-me habla con voz de agua y sal... Intento aprender a escuchar porque  ¿reza El o rezo yo?