lunes, 9 de septiembre de 2024

SIN AVISAR.

    Miraba fijamente a la pared, dijo que buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal. Se acercaba y recorría la superficie lisa y blanca con sus dedos, los movía en círculos y de cuando en cuando detenía su mano y apuntaba con el índice a aquel lugar, se le alteraba el animo y exclamaba: "aquí hay uno, está aún cerrado, pronto comenzará a salpicar al aire con su olor dulce, con es aroma triste a alas de las mariposas de los gusanos de la seda". Siempre decía lo mismo.

    Una tarde, cuando la luz se duerme en el horizonte y se arropa con los colores de la noche, la pared blanca se tiñó de un color oscuro casi negro: del agua cuando es profunda y fría, del dolor cuando te despierta del sueño, del miedo a pasillo de hospital, de violeta marchita a los pies de cualquier virgen guapa... Si, el color del dolor es casi negro,  agrio como el vinagre y triste como una vela apagada. El color de los nardos de dolor es casi negro, casi insultante, como el de la muerte que no llega, como el de la agonía de la esperanza, solo lo ven los poetas y lo que se sienten peregrinos en caminos sin brújulas ni nombres.  Aquella pared dejó de ser varita de nardos blancos, de ser cal limpia de tan blanca para hacerse adobe de barro y ceniza que arrastra el viento de esos incendios interiores que se intentan disimular, o tal vez apagar con alguna lágrima o un rosario de suspiros.

    Nuevamente abrió los ojos y casi a gritos le dijo al silencio, al suyo que le envolvía y al mio que me rodeaba, que ya no buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal, que ya era mayor y que había dejado de ser poeta, que ahora era marinero, que su pared era un mar azul y verde, un tornasol trasparente donde navegar sin herir ni sus dedos ni sus sueño.

    Continuó mirando la pared hasta que el color blanco se difuminó en un suspiro largo largo que le enmudeció lentamente. Un sueño -sin color y sin dolor- lo arropó con  abrazos de cal,  de sal y caracolas de nácar y algas de caramelo.

Llegó y se fue sin avisar, como la fe y la gloria de Dios. Amén.


(Los NARDOS sin olor son simples flores, tristes y casi blancas, puestas en fila en una varita verde y quebradiza).