miércoles, 16 de octubre de 2024

LA LETANIA DE MARIA. (Relato finalista en el VIII Certamen de Relatos de la FUNDACION FOMENTO HISPANIA)

Al fondo del salón de estar, sentada en uno de los sillones frente a la
ventana, anclada a un asiento que, en alguna ocasión, soñó con ser banco de
parque, taburete de bar, sillín de bicicleta loca, butaca roja de cine o teatro, o trono
tapizado con falso cuero. En la cristalera los visillos se mueven, se contonean con la
caricia que trae y lleva el viento, y como si tuvieran alma, sus hilos bailan al compás
de la música improvisada por María. Se entretiene tarareando no se sabe bien qué
canción, o qué cuplé, siempre la misma, a cualquier hora, en cualquier momento. A
ella siempre le suena como si la tarareara por primera vez. Alguien opina que es un
bolero que tiene algo que ver con el desamor de un marinero y un tatuaje. En otras
ocasiones se deja llevar por la liturgia fastidiosa del silencio, o reza una letanía
larga, lenta, interminable, a la que nadie contesta con un “ora pro nobis”:

 

- El tiempo se burla de las voces del pasado, invade las sombras, se cuela en
los recuerdos, y se marcha convertido en olvido.
- El tiempo convierte sentimientos en recuerdos, los rostros se pierden, los
nombres se olvidan, las estampitas de santos valientes y vírgenes guapas se
desdibujan.
- El tiempo arrastra consigo latidos, miradas y fe. Te arrastra, y cuando
despiertas ya es tarde, olvidas que olvidaste.
- El tiempo no espera, no llora, engaña, entierra, desgarra, arrincona,
esconde, acorrala, se hace soledad.
- El tiempo sigue su camino sin mirar ni hacia atrás, ni a su izquierda ni a su
derecha, ni tan siquiera al presente.
- El tiempo deshace los recuerdos, es sal o azúcar en el agua de la vida,
borra las huellas, hace que el mar de la memoria rebose de sus playas, transforma
los corales en abismos y en precipicios repletos de los peces del miedo.
- El tiempo solo sirve para olvidar.

 

Como todos los sábados y domingos el sillón de al lado lo ocupa Antonio, su
marido. Su visita es un recital de poemas. Cada mirada a María es un verso nuevo
escrito en una antigua, lejana y casi olvidada vida. Antonio le coge la mano, le da
un beso en la frente, la mira, se mira en sus ojos. María, sin decir nada, va
hilvanando las sombras a su olvidada memoria. Un ligero temblor entre sus dedos le
dice a Antonio que aún lo recuerda, que aún lo quiere, que aún forma parte de la
hebra con la que cose y descose su historia. Lo mira, se deja acariciar por aquellas
manos sensibles y delicadas. Sólo él consigue robarle algunas sonrisas sin
lágrimas.

 

Al fondo del salón, frente a la ventana, cuando los visillos están descorridos,
juegan a sembrar en el aire conversaciones en voz muy baja, casi cuchicheando,
María, lo mira como si lo conociera de toda la vida:
- Mira aquella nube. ¡Mírala! Parece una mujer preñada.
- Sí. ¡Mira aquella otra! Tiene la forma de un elefante de espuma.
- No, no, es un caballito de humo. ¿No ves que no tiene trompa?

 

Alguien tose repetidamente y, como alertados por cantos de sirenas, María y
Antonio, también Tomás, Felisa... y 10 o 12 octogenarios más giran la cabeza, fijan
la mirada en el carrito empujado por una joven con uniforme y delantal blanco, muy
blanco, tan blanco como la antigua inocencia de quienes con su mirada parecen
empujar al carrito hasta el centro del salón. Es un barco, también, de velas blancas
que llega al puerto, o un barquito frágil de papel fondeado al filo de la memoria que
trae los zumos, el vaso de leche, el paquetito de galletas María y algunas frutas de
temporada. Los sillones van lentamente cambiando de rumbo, sin necesidad de
brújula ni rosa de los vientos que se lo marque. Es el ritual que se repite diariamente
a las cinco de la tarde, hora en la que reciben la visita de algún familiar. Liturgia
diaria que apenas dura lo que una misa rezada. Después la rutina vuelve a ser la
zarza que todo lo ata. El silencio vuelve a pasearse entre ellos, sus bocas
enmudecen a la vez que vuelven a abrir los ojos del alma para suponer, para
imaginar, para ir dejando poco a poco de vivir.

 

Con la ternura de la niña que viste y desviste a su primera muñeca, María,
coge la mano de Antonio, le dice:
- Mira, mira... ¿A qué se parecen aquellas sombras?
- No, no son sombras, son trocitos de papel de seda que bailan en la luz
apagada de la tarde.
- ¡Qué bien hablas! Pero no, son nubes.
- Son las sombras de poemas escritos en el viento para que vuelen libre
entre el azul y la nada.
- Qué bien hablas. ¡Me das tanta envidia!
Sentado al lado de María, Antonio espera que el milagro de la virgen de la
estampita de cartón logre cambiar su muerte en vida.
- Dame la mano. ¡Dámela!
- Ya sé, ya sé. Me quieres dibujar un corazón en la palma de la mano.
- Sí, un corazón de amapolas rojas, un corazón de hojitas de laurel y
cascarita de limón.
- ¡Que bien huele tu corazón!

 

El tiempo convierte sentimientos en recuerdos. Los rostros se desdibujan, se
difuminan, son de niebla, los nombres se olvidan, arrastra consigo los latidos, las
miradas, las horas, la vida.
Y así, como una letanía, pasan las horas para María.

lunes, 9 de septiembre de 2024

SIN AVISAR.

    Miraba fijamente a la pared, dijo que buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal. Se acercaba y recorría la superficie lisa y blanca con sus dedos, los movía en círculos y de cuando en cuando detenía su mano y apuntaba con el índice a aquel lugar, se le alteraba el animo y exclamaba: "aquí hay uno, está aún cerrado, pronto comenzará a salpicar al aire con su olor dulce, con es aroma triste a alas de las mariposas de los gusanos de la seda". Siempre decía lo mismo.

    Una tarde, cuando la luz se duerme en el horizonte y se arropa con los colores de la noche, la pared blanca se tiñó de un color oscuro casi negro: del agua cuando es profunda y fría, del dolor cuando te despierta del sueño, del miedo a pasillo de hospital, de violeta marchita a los pies de cualquier virgen guapa... Si, el color del dolor es casi negro,  agrio como el vinagre y triste como una vela apagada. El color de los nardos de dolor es casi negro, casi insultante, como el de la muerte que no llega, como el de la agonía de la esperanza, solo lo ven los poetas y lo que se sienten peregrinos en caminos sin brújulas ni nombres.  Aquella pared dejó de ser varita de nardos blancos, de ser cal limpia de tan blanca para hacerse adobe de barro y ceniza que arrastra el viento de esos incendios interiores que se intentan disimular, o tal vez apagar con alguna lágrima o un rosario de suspiros.

    Nuevamente abrió los ojos y casi a gritos le dijo al silencio, al suyo que le envolvía y al mio que me rodeaba, que ya no buscaba nardos dibujados en el blanco de la cal, que ya era mayor y que había dejado de ser poeta, que ahora era marinero, que su pared era un mar azul y verde, un tornasol trasparente donde navegar sin herir ni sus dedos ni sus sueño.

    Continuó mirando la pared hasta que el color blanco se difuminó en un suspiro largo largo que le enmudeció lentamente. Un sueño -sin color y sin dolor- lo arropó con  abrazos de cal,  de sal y caracolas de nácar y algas de caramelo.

Llegó y se fue sin avisar, como la fe y la gloria de Dios. Amén.


(Los NARDOS sin olor son simples flores, tristes y casi blancas, puestas en fila en una varita verde y quebradiza).







viernes, 30 de agosto de 2024

Rosas rosas a la espera de agua.

     No espero que llegue el agua y mientras bordo rosas rosas, las pinto con hilos de pintura, con hilos de tinte y agua sobre la pared que, como una tela blanca, imposible de hacerse sábana, es capaz de ser muralla entre la calle y mi patio, una muralla bordada en punto de cruz.

    Otras veces, con el pincel en la mano y la mirada del corazón puesta en el Cerro de La Solana, espero que llegue el agua, hasta rezo por ello mientras voy llenando los miles de cuadritos con las miles de equis que el dibujo me demanda. Es un juego, la rosa parece que se mueve, lo hace al compás de la música trasnochada que va y viene entre el aire y el sofoco de la calle, 34 grados a la sombra.

    Sí, espero que llegue el agua. Algún vecino me pregunta si terminaré de dibujar rosas antes que las tormentas sean las que desdibujen el azul cielo. Yo pienso: ...que lleguen, que lleguen y traigan agua bendita, o que venga  un chaparrón en pecado...

  Que llegue el agua aquí la espero. Así tendré la certeza de que mis rosas serán tan inmarcesibles como la rosa de "El Principito".


sábado, 15 de junio de 2024

Reflexión. ¿Rezar es Hablar con Dios o es Escuchar a Dios?


!Avanza!

Y si la tierra que buscas

aún no ha sido creada, Dios hará brotar para ti

de la nada

otros mundos

que justifiquen tu audacia.

(Schiller)

Cuando las tardes de verano se hacen siesta, ensoñación o cabezada a la sombra del moral, es el momento en que los recuerdos se hacen agua de manantial y bullen como las flores del almendro cuando llega el mes de Marzo. En ese momento pienso que Dios se aleja en silencio, o que se marchó a otro de sus mundos a esconderse tras un silencio sospechoso de cansancio y decepción.

Son momentos para aprender, para entender, para comprobar que “la gracia” de nuestro hoy es la suma de nuestras incertidumbres, del inconformismo conformista , de los temores propios y ajenos que nos asaltan. Son estas “visiones espirituales” las que, aún sin ser conscientes de ellas, nos hacen buscar la savia vigorosa, la sangre roja y luminosa de nuestro pasado y de las vivencias, -las vividas y las soñadas- la experiencia. Si estamos atentos caemos en la cuenta de que todas estas circunstancias, situaciones -y quizás ensoñaciones- son la semilla de nuestro futuro. Es sin duda una bonita oración que Dios, desde detrás de su ausencia y silencio, agradece devolviéndonos el regalo de la tranquilidad de conciencia, la serenidad de espíritu y la calma del agua cuando nos refresca la boca y el alma.



“... Si quieres aprender a rezar, hazte a la mar”.

El mar. La mar hace feliz a quien le permite que su inmensidad se le refleje en la mirada. El mar es la imagen y la presencia del infinito más cercano. Respira con suavidad aún con la inquietud de las cansinas olas, la desmesura de sus tempestades, los enfados de sus galernas. Si nos dejamos llevar por su aire escuchamos como el universo nos habla de la vida, de la gratitud efímera de la belleza -el castillo de arena- del miedo y la fuerza oscura que habita en sus profundidades -laberintos sin puerta de salida-. El mar es como la eternidad en movimiento que nos habla y nos hace pensar en fragilidad de nuestro cuerpo y de nuestra existencia prestada. Nos invita a caminar hasta su horizonte para que, incrédulos o asombrados o enloquecidos, comprobemos que tras de él hay otro horizonte por alcanzar. ¿O es el mismo horizonte el que huye de nosotros y se nos hace a cada paso mas lejano? El mar pone profundidad al alma que tenemos escondida no sé donde, y pone luz y tiniebla a la vez, atracción y espanto, vida y muerte. Es un camino de agua donde podemos exaltarnos como la ola arrogante y poderosa o agotarnos como el brillo de la luna cuando en el horizonte deja de brillar la ultima estrella.

“... Sin duda eso de rezar es un arte, pero hablar con Dios un privilegio”

El hombre libre siempre amará al mar. Salgo al encuentro de islas, de tierras lejanas y veo , o presiento, o sueño cómo hasta mi llegan sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos, ilusiones desconocidas, un presente incierto y un futuro aún más. Pienso, me pregunto, me respondo y en todo ese subir y bajar de emociones, dudas y sentimientos aún no estoy seguro del poder tiene la oración. Algo me dice que en próximo viaje a Tierra Santa sentiré en mi alma el frescor de su presencia, porque en este momento Dios -desde su silencio-me habla con voz de agua y sal... Intento aprender a escuchar porque  ¿reza El o rezo yo?

domingo, 9 de junio de 2024

ME ESTOY VOLVIENDO VIEJO

Te estás volviendo viejo me dijeron. 
Has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario. 
No, respondí. 
No me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio. 

He dejado de ser lo que a otros agrada, para convertirme en lo que a mí me agrada ser. He dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo. He dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad. 
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, de personas, de costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones. No es por amargura, es simplemente por salud. 

Dejé las noches de sueños de almohadas por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas. Guardé en una caja de zapatos los estereotipos impuestos, costumbres y obligaciones impuestas, y enterré la caja en un lugar bello pero lejano. 
Dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente y mi alma. Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo viejo, pues llevo en el alma lozanía, y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre. Llevo en las manos, la ternura de un capullo de gusano de seda que, al abrirse, su mariposa expandirá sus alas buscando sitios inalcanzables para aquellos que solo buscan la frivolidad y lo material. 
Llevo en mi rostro, a veces, la sonrisa.. a veces la seriedad, que se escapan y atraviesan la simplicidad de la vida, de la naturaleza. Llevo en mis oídos el mensaje de los ruiseñores cuando juegan a poner música a la madrugada, pero no lo demuestro porque a nadie debe importarle. 

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado. 
Me estoy volviendo menos prudente, intento dejar atrás los arrebatos que nada enseñan. Estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y para que florezcan ilusiones. No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario. 
No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento. No es por vejez, por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque, no a toda palabra hay que hacerle eco. No, no me estoy poniendo viejo, ahora estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa. 

  (de una página de facebook más algunas aportaciones)

miércoles, 20 de marzo de 2024

¿QUÉ ES "ESTO"?

A veces te preguntas, con un nudo en la garganta o un vacío silencioso en el alma, si vivir es “esto”.
 
Y “esto” quiere decir minutos, horas, días, meses, años de nubes y sol, de risas y llantos, de amor y desencanto. De vida que viene y muerte que se va, de cuentas que debes pagar, o deudas que no terminas de cobrar. De obligación, de ese “no hay más remedio” que te esclaviza, el sueño sin soñar que te lleva embrazos a la mañana y suena el despertador o tocas, con la planta de los pies el suelo sin ser consciente que la libertad de los sueños es sólo eso: un sueño de libertad. 
“Esto” es sinónimo de la rutina, de los platos sucios en el fregadero y un cerro de ropa esperando el calor liso de la fría plancha caliente, es un ¿Qué comemos hoy?

“Esto” significa las prisas, el apuro, la falta de tiempo, el tener que dejar alguna palabra por escribir o un beso que dibujar en una mejilla o en unos labios. Es, tal vez, esa preocupación constante por el hijo, la hija, su futuro, su salud, sus estudios, su futuro, y no te das cuenta que lo tuyo va quedando atrás, en el andén de alguna estación por la que quizás no vuelva a pasar ni la suerte ni un tren en el que poder huir. 
Te preguntas si vivir es “esto”, y no miras tus manos a no ser que las tengas atadas por un arco iris o sumergida en el agua clara de alguna lágrima. no miras que tus pies que pueden caminar sobre trébol o espinos blancos, que depende de ti. No miras tu cuerpo si está sano, sólo si está enfermo le dedicas una mirada para ver que pastilla conviene tomarse. Nunca piensas que tus brazos pueden abrirse y ser acogedores, o cerrarse y ser cárcel, cuando abrazas a tu otro yo, a tus hijos, a quien amas, a un amigo… A quien te perdonó o a quien perdonas.
 
“Esto” es también el olor del verano que se acerca, el calor de la siesta, el trino del ruiseñor que pasa las noches cantando para complacer a su hembra, el verde de la higuera, la cereza después de ser flor pasajera, el agua que se hace camino entre el junco, el mastranto o el berro.

“Esto” es sentir profundamente todo, la pena y la alegría, la riqueza de quien no tiene nada propio y tu egoísta pobreza porque guardas y guardas. Es salir de los abismos disparado hacia el cielo, dejar que el alma se nos escape y vuele invisible recortando las nubes del azul del cielo. Es cerrar los ojos cuando la realidad es dura, y sin abrirlos volver a caminar por los senderos con las cunetas sembradas de margaritas, camino que fueron hermosos porque tienen piedras, y charco cuando llueve y huellas grabadas a fuego de tierra y a tierra de fuego.
“Esto” es luchar y luchar por lo que amamos y porque ese “esto” signifique que estamos vivos, que tenemos pies y manos para dejar esas huellas en los cominos y manos para sembrar las flores que ponen color a los lados del camino.
“Esto” son sensaciones nuevas con la las que la lluvia de la vida te moja y pone en tu corazón esperanzas porque el “esto” de la vida sea siempre nuevo.

         ¡!Feliz ESTO ¡!

 

 


lunes, 19 de febrero de 2024

El sueño de María


María está cansada, suelta el bolso y el abrigo y va a su habitación. Entreabre la ventana. Se le cierran los párpados,  sus piernas  no soportan su poco peso, su fatiga hace que sin pensarlo se deje caer en la cama. Por un momento se siente como piedra lanzada al agua, ella piedra y colchon agua. Tras unos instantes recobra algo de fortaleza y comienza a desvestirse. alarga el brazo y de debajo de la almohada saca el camisón que por la mañana dejó allí doblado. Un esfuerzo más, se lo pone  sin mirar pero acierta que ojal corresponde a cada botón,  y casi nunca se pone lo de atrás hacia adelante. Se mira de pasada en el espejo del tocador mientras va hacia la ventana que está cerrada.


Lentamente, una pasada y otra, con suavidad se cepilla el cabello. Vuelve a sentirse agotada y hasta ahogada.  Entreabre la ventana. Respira aliviada mientras se dirige a la cama y separa la colcha, la dobla hacia los pies. Abre las sábanas, como de costumbre inspira como queriendo aprisionar en su nariz el frescor que destilan. Se sienta, se quita las zapatillas e introduce las piernas  entre las sábanas. Se abroga hasta el pecho y apaga la luz pulsando el interruptor de pera que cuelga a un lado del cabecero niquelado de la cama. Se acomoda y cierra los ojos a la vez que abre todo su cuerpo y su alma para ser poseída por el sueño.

Es de noche.  El cielo está oscuro, y a pesar de ello, no se ven demasiadas estrellas. La luz de las farolas de la calle se come los reflejos del cielo, se alimentan de brillos ajenos como los peces de las profundidades oscuras de los océanos.

Es una luz moribunda, sin latido, con demasiado sosiego la que se cierne entre las rendijas de las persianas que juegan a ser cine, proyectan en la pared tramos de sombras y tramos de claridad, como cuando va a comenzar una película.

María presiente a las sombras al acecho a través de la ventana, entrando de modo traicionero, reagrupando tinieblas en los pliegues de las cortinas que tiemblan por la brisa, o quizás de miedo.  Su desaliento le hace dirigirse hacia los velos que caen de la altura, son un dosel del trono celestial o quizás una simple tela con flores estampada  que cuelga para separar sus sueños de su persona realidad, su deseo de descanso de la fatiga, sus anhelos de la caricias.

El señor del sueño crece, aparece entre la luz y la sombra, se hace presente y sus jadeos se dejan sentir  en la nuca de María,  rozando sus cabellos como el vuelo de un ángel que se deja descubrir sentado en el relente de la brisa que entra por la ventana.


María, barajando pestañeos en la oscuridad, por unas horas, se embarca para navegar por en ese mar de luces y negrura del sueño reparador al que, en silencio, besa al sentirlo a su lado, recostado en la almohada o tapado con sus sábanas..


"No entiendo nada de lo que escribes. Tampoco entiendo nada de lo que dices. Parece todo muy bonito pero no tengo ni idea de lo que quieres decir" (Me dice la madrugada)


María se quita la bata, se viste el camisón, peina su cabello, abre las sábanas, se recuesta en la cama y apaga la luz. 

Cierra los ojos  y se vacía de ella y de todo para dormir, hasta del olor intenso a los membrillos del frutero de la cocina.


martes, 16 de enero de 2024

DE DISPARATE EN DISPARATE.

    Desperté. 

    ¿Qué hago despierto si aún no me he dormido? Sentí un tiro en la sien, como si una bandada de grullas quisieran posarse todas en la misma rama. ¿Era locura o era el principio del sueño antes de hacerse pesadilla? No lo sé. Ahora ya no sé si estoy despierto o soñando, lo cierto es que mi corazón suena igual que las olas de un mar sin playa.

    Abro los ojos.

    La luz está apagada y solo el vuelo tenue sobre el techo de la sombra de las cortinas de la ventana llama mi atención. En ese momento las libélulas, que habitan en las lindes del alma, se hacen presente. Son un ejército de ángeles diminutos que se acercan y van transformando la oscuridad en luz nerviosa. Me quedo quieto, tan inmóvil como la libélula en la punta afilada del junco, a la espera de una nueva sensación, de una nueva derrota o de una triste esperanza. La luz, las luciérnagas, emprenden la huida al mismo sitio de donde vinieron y la libélula sólo era una imaginación, como otras tantas... Cierro los ojos para por dentro, vuelvo a sentir mis pulsos y a ser consciente de que al sueño me lo arrancaron las luciérnagas y se lo llevaron consigo. Ni tan siquiera la libélula se inmutó, ni salió en mi defensa. 

    Hay noches en las que es mejor permanecer dormido y no despertar por nada del mundo. Hay madrugadas en las que las sombras de las cortinas de la ventana se tornan laberinto de tela y huelen a mortaja. Me deprimo y no soy capaz de asomarme al borde de ningún olor y menos de ningún hedor, todo lo que rodea a mi oscuridad juega en mi contra, hasta las emociones, esas que tengo domesticadas desde niño y que van y vienen conmigo en mis bandazos de alma y en mis viajes astrales, incluso cuando me son tan infieles como la libélula. 

    Tengo que dejar de fumar... ¿Que digo?... ¡Si lo dejé hace más de diez años!... El tiempo, obsesión en otros tiempo que me entretuvo escribiendo en poemas imposibles, vuelve a traerme segundos de dudas y desencantos o algún recuerdo furtivo o prisionero en la jaula de los recuerdos: Hoy fui a renovar el carnet de conducir... solo me lo dieron válido para tres años. Me miré en los ojos de la médico que me hacía el reconocimiento y "me" dije: Gracias, muchas gracias, por ser valiente y ser sincero en las respuestas a las preguntas y, a ti doctora, gracias por ser tan buena profesional y aplicar las normas a rajatabla, tengo mucho que aprender de usted. En ese momento reprimí una lágrima y sumiso me dí cuenta de que me había puesto una etiqueta: “la de los medianamente capaces”.  

    Ahora compruebo que mi lugar es el de la libélula, estar parado, inmóvil, anclado, como pegado en la punta del junco observando al agua corre la vida, esperando la lengua pegajosa de una rana -o de un sapo-  que me lleve hasta el limo verde desde donde pone música a su espera.

  Y las luciérnagas huyeron, se marcharon resplandecientes, ignorándome y andan dibujando con su luz las orillas y las lindes  de mi alma.  Siempre pensé que nací marcado por el amor, era una suposición que me hace ser feliz, que me permite coleccionar momentos alegres y únicos. Algunas veces, cuando despierto, me reconozco porque imagino en mi antebrazo tatuada la rosa de los vientos, más abajo la rosa del desierto y en la palma de mi mano izquierda el pico de un ruiseñor. Vuelvo a soñar, a temer por mi vida que, detrás de su apariencia y vestida de aburrida cotidianidad, se esconde sigilosa y temerosa porque quiere, a toda costa, que nadie vea las lágrimas que me quedan por derramar. Siempre se llora por los demás o por algo o algún dolor... a mi me gusta llorar por mi. 

    A veces creo que es bueno apagar el sol, encerrarlo entre los paréntesis del silencio, echarle agua encima, agua y más agua hasta que las sirenas aprendan a cantar nanas. Si, creo que sí, que es bueno sentir que el sol se nos apaga y que el sueño vuelve a ser sueño.

    Lalo, déjame abrir los ojos. Necesito dejar de soñar.


                                                                         Por si me quieres decir algo mi E-mail: lalo@usagre.es




domingo, 31 de diciembre de 2023

ULTIMA NOCHE, ULTIMA MADRUGADA DE ESTE AÑO LADRON.

    
    El cielo está oscuro. 
La madrugada es un templo en medio de un desierto de arenas negras. Un santuario que se alza majestuoso. Sus atalayas son brazos suplicantes que se alzan al cielo, suplican, suplican y vuelven a suplicar que los velos negros se sisipen como la niebla de la mañana que lo cubre todo de misterio y de calma, hasta que el sol pone orden y luz, y el dia se va despertando. Es madrugada, la última de este año ladrón de hermanos y almas. Casi solo en la madrugada de la vida, eternamente acompañado de mi mismo, me disipo, me hago niebla a sabiendas que hay corazones que me darían sus latidos y manos que curan el dolor. Ellos están, vosotras no.

    Casi sin respirar envuelvo mi cara con las manos, presiento  que los susurros del viento se vuelven suspiros y se hacen eco en cada rincón de la habitación oscura de mi alma. La noche, esta madrugada, es un lienzo de sueños desdibujados, de líneas de horizontes  viejos y nuevos mezclados sin orden ni concierto, de realidades imaginarias y sonrisas de labios rojos. Las estrellas son las  pinceladas que dan vida al paisaje y  cada constelación me cuenta una historia, una leyenda que me conecta con el cosmos. Hago mía a la madrugada y a la noche.Siento como los sentidos se agudizan y mi corazón se despierta. Los ojos se acostumbran a la penumbra y descubren un universo hasta ahora oculto. El oído se va durmiendo con el sonido de una nana lejana, con el susurro de agua  de rivera que corre entre juncos y mastrantos… rivera de mi imaginación, rivera de un recuerdo de barquito de papel hundido en la corriente.
   La noche también es el refugio de aquellos que buscan conocerse a sí mismos. La calma permite que los pensamientos fluyan en libertad, son horas en las almas solitarias encuentran consuelo y las mentes inquietas hallan respuestas casi prohibidas por la fe. Cuelgo en una pared blanca una foto enmarcada. Así quiero recordarte: con ese color de pelo y una sonrisa bailando en los labios. 
    La noche también tiene su lado oculto. En su oscuridad, los miedos y las pesadillas acechan, y las sombras se vuelven cómplices de nuestros temores. Es en estas horas  cuando la imaginación se desborda y el pasado se entremezcla con el presente, se crea un mundo alternativo donde lo desconocido convive con lo familiar. Vuelvo a tener fé. Me pregunto si realmente cuando te fuistes la pedí. 
    La noche es testigo  de los momentos en los que la magia de los recuerdos te hace escuchar viejas canciones o leer algún poema de esos que  nunca aprendiste de memoria.  Así es la noche, la última del año, mañana -a esta hora- lo actual será solo un recuerdo fuera del almanaque. 
    !Feliz año nuevo… ¡Feliz año nuevo!  habrá que escuchar, soportar y hasta decir procurando que la lágrima se convierta en sonrisa, la sonrisa en olvido y el olvido en una infinita oración. ¡Feliz año nuevo!... La letanía aprendida me hace caer en la cuenta de ese profundo olvido que es y no es.
    
    Venid de vez en cuando a recordarme que ese “casi solo” es una mentira que yo me creo para darme pena, o para entretener las horas de noches y madrugadas como esta.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

En Navidad: DE SUEÑO EN SUEÑO y de DESEO EN DESEO


    Cuando siento la tranquilidad de la cálida humedad de lo más profundo de mi, los labios dejan de hablar, los ojos se duerman entre pestaña y pestaña, y los párpados caen pesados en el silencio más intenso, es cuando en el pecho se encienden las estrellas que emborrachan mi firmamento con alcohol que huele a lirios blancos y jazmines azules. Entonces, sólo entonces, mis sueños se despiertan. ¿Será porque lleva la Navidad?


El alma, la mía, tan invisible como la tuya, asciende y hace del aire su fiel cómplice para conquistar la libertad sin antorchas ni pedestales. Los andamios de la realidad se desvanecen y, sin darnos cuenta, ascendemos a mundos nuevos, a tierras sin tierra, a mares sin agua ni sal y nos sentimos maravillosamente plenos. Es cuando sentimos que los sueños son los hilos de los pensamientos que no se piensan, hilos que se enredan con la magia de la imaginación y nos arrastran sin esfuerzo, sin restricciones, volando tan alto como nos dejen los ángeles que guardan de demonios y malas vibraciones el Portal de Belén.

En los sueños, al menos en los míos, las leyes y el orden del tiempo y del espacio no existen. Me hacen viajar por días antiguos y noches futuras, hasta  me permite encontrarme cara a cara con la quimera y la realidad que vivimos de nuestros antepasados. O nos deja mirar al futuro, dibujar imágenes que aún no han tomado forma, que son simplemente un proyecto porvenir o un sueño ajeno por soñar. El presente se mezcla con los recuerdos y futuras expectativas, crean una mezcolanza  de vivencias que nos despiertan la curiosidad y nos empujan a ascender más, a explorar más, a ser más uno mismo, a sentir a familiares y amigos, a los que se fueron y no están, más cerca. Entre el corazón de carne y el alma de aire.

Es en los sueños donde podemos romper los grilletes de la realidad que nos esclaviza. Nos hacemos seres mágicos, capaces de enturbiar las nubes, de ser pez de cien colores que nada en los océanos más azules y de bailar en los escenarios donde las estrellas juegan con sus brillos y hasta prestan sus destellos a soles muertos. No hay límites porque nada ni nadie nos los pone, siempre podemos ser quienes deseamos ser. Eso pedimos a los Magos que llegan de Oriente, que la luna siga siendo la luna y las estrellas corona de una Virgen recién parida.


Pero así como los sueños nos transportan a infinitos de belleza y encuentros con la felicidad, también pueden convertirse en espejos cóncavos que reflejan nuestros miedos, nuestros temores, nuestras desesperanzas y hasta el dolor  intenso que pone límites a nuestra alma. Son capaces de hacer que nos perdamos en laberintos sin salida, que nos sintamos perseguidos por sombras que nos arrastran hacia los oscuros abismos de la angustia. Pueden convertirse en un testamento sin fecha ni firma que nos hace endeudarnos, y aún así, desear la pesada herencia. Aunque sea una herencia de Cruz como la que aceptamos cuando nos bautizamos. Sin embargo, incluso en esos momentos de oscuridad e infinitos silencios, los sueños pueden ser una chispa de esperanza. Nos empujan a explorar nuestros miedos, a superar los obstáculos que nos inmovilizan en la vida real. Nos enseñan que somos más fuertes de lo que creemos, que la luz siempre puede brillar en medio de la adversidad. Luz convertida en "buen ladrón" que nos dice que la Fe, que la verdadera Fe, la que se escribe en mayúsculas, siempre estará esperando en nuestro corazón a que la invoquemos desde nuestro más íntimo deseo.


Los sueños, a veces  son efímeros,delicados, hermosos, van y vienen bailando en el aire y nos susurran al oído sonidos, imágenes, sensaciones, sumergiéndonos en historias que van más allá de las palabras, la lógica y la censura. En los sueños, el tiempo se deforma y se enreda, se hace ovillo o madeja, nudo o larga hebra. Los colores en los sueños se vuelven más brillantes, las texturas más reales. Soñando podemos saborear el dulzor de la miel o el amargor de la almendra verde, sentir la bofetada del aire frío o la brisa acariciándonos. Nos hacen experimentar la vida en su estado más puro aunque no seamos conscientes. En ocasiones se nos desdobla el alma y la razón se desvanece como la sal o el azúcar en el agua. No siempre se cumplen los sueños ni se hacen realidad los deseos, quizás muchas veces es mejor que sea así.

Incluso en medio de la oscuridad, los sueños nos enseñan que somos valientes, que podemos confrontar nuestros miedos y superarlos con fortaleza y determinación.

Convierten  el amor en una fuerza desbordante, en un manantial que fluye con pasión y a la vez con ternura. Una mirada basta, el roce de una mano, el beso efímero, el momento en que decidimos prescindir de algo nuestro y darlo sin pedir nada a cambio.


    Son el lugar de encuentro con seres queridos que ya sólo están en nuestro recuerdo, o viviendo eternamente en nuestro corazón. Podemos sentir sus caricias, sus abrazos, escuchar sus palabras hechas silencios, sentir su presencia como sombra fiel a nuestro lado. Los sueños no ponen al amor  barreras de tiempo y distancia,  no tiene límites físicos, ni morales ni éticos.  Nos despiertan la creatividad y nos sumergen en escenarios surrealistas en blanco y negro o en paisajes de mil colores nuevos que desafían las leyes de la naturaleza. Nos hacen bailar entre las nubes o con estrellas fugaces,  caminar sobre las olas del mar o ser trueno y rayo de tormenta. Los sueños nos otorgan el poder de crear, de dar forma a realidades alternativas donde nuestros deseos se hacen realidad.

Hay que ser avaro y atesorar cada uno como un regalo especial, como una invitación a explorar nuestra propia mente para descubrir nuevas caras de nosotros mismos. En los sueños no hay límites y no hay juicios, nos convierten  en seres libres, capaces de imaginar, de crear, de transformar. Son la puerta hacia un universo distinto y distante donde los deseos se despliegan como alas de libélulas y las pasiones encienden lejanos purgatorios.


Así son los sueños,  un inmenso lienzo en blanco que espera ser pintado con los colores de nuestra imaginación. Una ventana abierta hacia cualquier paisaje, hacia sensaciones y emociones que escapan a la lógica y huyen de lo cotidiano. Pienso que hay que atreverse a soñar sin límites, sin juicios, y descubrir el poder de nuestra fantasía porque parece como si estuvieran  ahí, esperando a que los abraces y los hagas tuyos.


Para los que, como yo, hacen cortas las madrugadas y eternos los día.

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